Relatos de Jjojismos

· La última bolchevique (concluido), una mujer regresa del exilio y se encuentra con un país devastado por la guerra. Perseguida, deberá aliarse con los compañeros que la traicionaron para luchar por su supervivencia.
· Una nueva historia (en proceso), 1913, han asesinado al hijo de un importante empresario, el detective Jhan, un troglo, no cree que el sospechoso detenido, un trabajador de oficinas mamón, sea el verdadero asesino.
· Jaime (en proceso), la secuela de La última bolchevique. Bella, colaboradora de los nuevos bolcheviques se lanza a la búsqueda del a la par odiado y amado Jaime para evitar una nueva guerra.
· La muerte de Ishtar (en proceso), nos situamos a finales del siglo IV, principios del V. La nueva religión cristiana se abre paso frente a las antiguas creencias paganas. Dos mundos chocan y luchan entre intrigas, persecuciones y aventuras.

viernes, 23 de noviembre de 2012

Capítulo 2, el manitas 8.

La asamblea de trabajadores estaba previsto que se celebrara esa misma noche, cuando terminara la jornada laboral. Claro que eso era antes de que el hospital hubiera sido destruido. Realmente no se trataba de una “asamblea” ya que sólo se iban a reunir los ocho trabajadores que tenían decidido montar el sindicato y eso no es estrictamente una asamblea. De todas formas decidieron llamarlo así, como para darle más solemnidad a aquella reunión. Y es que hasta la fecha, los encuentros habían sido informales y esporádicos, en cambio, en esta ocasión querían que fuera una reunión seria y organizada, la primera de muchas, decían. 

Víctor estaba preocupado. Ya no era sólo la validez científica del término “asamblea”, sino que al utilizar un nombre tan altisonante, sabiendo cómo funcionaba la policía, se corría el riesgo de atraer innecesariamente la atención del gobierno. Si el topo había informado de que iban a realizar una “asamblea”, el héroe policial de turno se imaginaría una reunión con más de cien o doscientos potenciales bolcheviques. Su intervención para desmantelar la “asamblea” podía garantizarle condecoraciones y ascensos. Demasiado tentador como para dejarlo pasar. En cambio, una simple reunión de ocho trabajadores era una pieza muy poco sabrosa, insuficiente como para levantarse del sillón y dejar la botella de whisky en el cajón. Además aunque ya habían pasado más de 36 horas desde nuestra huida del hospital, Cáledon aun estaba en alarma especial, con toque de queda y controles policiales. Era una locura hacer hoy la reunión... O al menos mantenerla tal y como estaba prevista. 

Ya hemos hablado del topo. No era una cuestión secundaria. Todos sabían que alguien pasaba información. Descubrir quién era, o quién podría ser era vital. Podía ser uno de los trabajadores de la fábrica, aunque eso era improbable, ya que, al parecer, excepto Gloria, ninguno de ellos sabía de mi llegada. Lo más lógico era que el topo fuese alguien de la red que vinculaba a Bruno con el exilio. 

La desventaja de que se delatara al topo es que Bruno perdería toda protección. Una vez descubierto el topo, para la policía no tenía sentido dejar a Bruno y a su mujer libres. Si no los habían capturado aún, era con la esperanza de que espiando la red, pudieran dar con algún pez gordo... ¡Bueno! Igual, misteriosamente, yo entraba para las BAB en esa categoría. 

No. No se trataba de delatar al topo. La clave era localizarlo y convencerle de que los planes de formar un sindicato se han abandonado, sin que sospeche que sabemos realmente para quien trabaja. Había que explicarle que los trabajadores tienen miedo, mucho más a raíz de la masacre del hospital, y que, en especial, Bruno y Gloria están demasiado preocupados por su bebé como para iniciar cualquier actividad hostil a la República. 

Primero hicimos una lista. ¿Quiénes sabían que yo iba a cruzar la frontera? Bruno, Gloria, el falsificador que arregló los papeles de Atenea Libre, las gemelas Aral y Lara y, seguramente, la hermana pequeña de las gemelas. Si alguien más lo sabía, Bruno no tenía ni idea. Las gemelas parecían una pieza clave, porque eran el contacto de Bruno con la gente que trabaja en la frontera. No parecía haber nadie más. Si era el falsificador ahora no importaba, porque él no sabía nada ni de la fábrica, ni de la asamblea. 

- No pueden ser las gemelas, - afirmó Bruno convencido - a través de ellas se tejió toda la red. Han ayudado a mucha gente y odian demasiado a La República. Sus padres murieron a manos de las BAB. 
- En todo caso - continuó Víctor – si decidimos mantenerla, yo cambiaría el lugar de la reunión y les diría a las gemelas que nosotros nos hemos ido de Cáledon y que tú te has asustado y no quieres continuar y que, por tanto esta noche no va a haber nada. Si acertamos y son las gemelas, la policía se centrará en tapar las salidas de la ciudad para buscarnos. Si no son ellas, sólo nos quedaría tu esposa... Yo, por si acaso, no le explicaría nada, sólo que cambiamos el sitio de la reunión... Y, eso sí, buscaría un lugar con muchas salidas y situado de tal manera que cualquier movimiento a fuera, pueda ser controlado desde dentro con facilidad. Vamos, que si viene la policía nos enteremos y podamos escapar. 

Yo era la que en el pasado planificaba reuniones clandestinas, organizaba como distraer o engañar a nuestros enemigos o como cazar a algún provocador infiltrado. Ahora lo hacía aquel anciano que demostraba tener cierta experiencia. Me entró un cierto gusanillo que hacía mucho que no sentía. 

- ¿Estas sospechando de mi esposa? – Bruno, como no podía ser de otra manera, reacción muy airado - ¿y tu quién diablos eres? ¿Yo no lo sé? ¿Alguno de vosotros lo sabe? – La pregunta era retórica, Bruno sabía que yo no tenía ninguna respuesta- ¿Quién te piensas que eres, capaz de venir aquí, dar instrucciones a diestro y siniestro, sospechar de todo el mundo? 
- ¡Calma, calma! - trate de poner un poco de paz - Mira Bruno, yo no creo que Gloria sea el topo… Y tienes razón. No sabemos quienes sois – les dije a Víctor y Pablo – Todo ha sido tan rápido… Antes de despertar en el hospital no os había visto en la vida. Y vivimos en un mundo lleno de mentiras y traiciones... – Me detuve un instante para pensar, entonces miré a Bruno a los ojos- Pero precisamente por eso, aunque te duela, Bruno, lo que dice Víctor tiene bastante sentido. Y lo sabes. 
- ¡Sí mi capitana! – No se trataba de que realmente le hubiera convencido. Era el soldado Bruno, el manitas, aceptando la orden de un superior, como había hecho una y otra vez durante la guerra. 

Bruno cogió un móvil-seguro que había en su casa y llamó a las gemelas. Aral se puso al aparato. El antiguo miliciano le explicó que nosotros nos habíamos ido y tras intercambiar varias frases con la gemela le explicó a su interlocutora que el muchacho joven -refiriéndose a Pablo- había sugerido irnos a Davenport. Bruno nos reconocería más tarde que Aral se había mostrado contrariada por nuestra marcha y que había insistido en conocer nuestro destino. Eso acrecentó mis sospechas sobre las antipáticas gemelas. Mejor que creyeran que estábamos camino de Davenport. 

Después, Bruno le explicó a Aral el cambio de planes con respecto a la asamblea. Gloria tenía miedo, él también, lo del hospital, su bebé… así que no la iban a celebrar… En este punto, Aral parecía, siempre según Bruno, completamente indiferente e impaciente por colgar el aparato. 

A continuación, Bruno volvió a llamar. Esta vez a Gloria. Como ella estaba en el trabajo, el procedimiento era llamar y esperar a que ella devolviera la llamada en el momento en que pudiera escaquearse. Gloria estaba atenta y en muy poco tiempo se comunicó con su marido. Bruno sólo le informó de que habían decidido mantener la reunión pero que la harían en otro lugar más seguro. Ella protestó, preocupada por el tema del hospital y convencida de que la policía estaba demasiado alerta esos días como para arriesgarse a algo así. Sin embargo, ante la insistencia de su marido se comprometió a hablar con sus compañeros de trabajo. Bruno por su parte, buscaría ese nuevo emplazamiento y en cuanto lo tuviera volvería a llamarla. 

Después de comer, Bruno salió de su casa. Me pidió que echara un vistazo a su hija mientras estaba fuera -sólo se fiaba de mí- y no volvió hasta pasadas tres horas, tiempo que aprovechamos para descansar y ver la televisión. Cuando regresó, parecía satisfecho. Ya tenía un sitio, según él, idóneo. Volvió a comunicarse con Gloria para decírselo y acto seguido se ofreció a preparar una cafetera de café. 

Ya de noche, antes de ir al lugar donde celebraríamos la reunión, acompañamos a Bruno a la casa de los padres de Gloria, a dejarles al bebé a su cuidado por lo que pudiera pasar por la noche. Ya todo estaba listo. Sólo faltaba esperar a que el timbre de la fábrica de Cia+Fia sonara indicando el final del turno.

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