Relatos de Jjojismos

· La última bolchevique (concluido), una mujer regresa del exilio y se encuentra con un país devastado por la guerra. Perseguida, deberá aliarse con los compañeros que la traicionaron para luchar por su supervivencia.
· Una nueva historia (en proceso), 1913, han asesinado al hijo de un importante empresario, el detective Jhan, un troglo, no cree que el sospechoso detenido, un trabajador de oficinas mamón, sea el verdadero asesino.
· Jaime (en proceso), la secuela de La última bolchevique. Bella, colaboradora de los nuevos bolcheviques se lanza a la búsqueda del a la par odiado y amado Jaime para evitar una nueva guerra.
· La muerte de Ishtar (en proceso), nos situamos a finales del siglo IV, principios del V. La nueva religión cristiana se abre paso frente a las antiguas creencias paganas. Dos mundos chocan y luchan entre intrigas, persecuciones y aventuras.

lunes, 12 de noviembre de 2012

Capítulo 1, la exiliada 10

Reptamos lentamente por una sucesión de túneles oscuros y húmedos. La única guía era el gateo seguro de Bruno que encabezaba la marcha. Giramos a la izquierda, luego a la derecha, bajamos por una rampla... 

- ¡Qué putada que encontraras ropa! - me dijo Pablo, que iba justo detrás de mí. 

Antes de subir a la trampilla había cazado al muchacho mirándome, unas veces de reojo, otras sin disimulos. No era una mirada peligrosa, pero sí nerviosa y muy expresiva. Yo le gustaba. Lo sabía por esa mirada y porque, aparte de algunos comentarios socarrones, me trataba con mucha atención, incluso con dulzura. Por ejemplo, cuando me ayudó a subir al techo, o cuando me encontraba más perdida, en aquella sala del vigilante rodeada de pantallas y preguntas. 

- ¡Deja de olfatearme el culo, Pablo! ¡No somos perros! Y da gracias por los pantalones, en el exilio me salió mucha celulitis. 
- No estoy de acuerdo. Antes de ponerte los pantalones me fijé muy bien y tenías un culo de negra estupendo. 
- ¿Qué quieres decir con eso de 'culo de negra'? - le dije con un fingido tono de indignación, al cual respondió con nervios y tartamudeo: 
- No, no... Si me gusta, vosotras lo tenéis... Las negras... Bueno, es... bonito...
- Shiiiiii! - Bruno nos hizo callar - silencio tortolitos, - las palabras de Bruno eran burlonas, aunque pronto recupero la seriedad - Estamos en una zona delicada, tenemos que bajar por un tubo vertical. Tiene la anchura justa para ir agarrándonos, pero tiene su complicación. En todo caso no os preocupéis, termina justo sobre un contenedor grande con ropa sucia. 

Y tratamos de agarrarnos, pero Víctor que cerraba la marcha no aguantó y nos arrastró a los demás. Caímos durante varios metros hasta impactar sobre un montón de sabanas, camisones, baberos, batas y uniformes sucios y malolientes. Una mezcla fétida de vómitos, restos de comida, de orines y excrementos inundaba toda la sala. Estábamos en un área de servicio en el sótano del hospital. Pero no estábamos solos, cinco semiautomáticas nos apuntaban. 

Por fin conocí a mi secuestrador. El líder de los paramilitares me esperaba en persona. No era una trampa de Bruno; de hecho mi antiguo compañero de armas estaba sorprendido y enfadado. 

- ¡Hola querida! ¡Por fin nos vemos las caras! 

Era un hombre con un porte que impresionaba: Rondaría los cuarenta años, pero la edad no parecía hacerle mella. Era muy alto, robusto y musculoso, de horas y horas de gimnasio. Por su aspecto parecía nórdico, de intensos ojos azules, tenía el pelo rubio, largo, pero recogido en una coleta. Su acento también revelaba su origen foráneo, las consonantes las pronunciaba con dureza. 

Aquel armario miró con desprecio a Bruno: 

- Tú debes ser el que me ha estado tocando los cojones todo este rato. Sabía que los cortes de electricidad no eran cosa de la policía... Reconozco que eres bueno, pero no lo suficiente. 
- ¿Quién eres? ¿Qué quieres de mí? - le volví a preguntar. 
- Soy el que te ha capturado querida Exiliada. Llámame “Número 2”. Jejeje. Se filtró tu llegada en la frontera y no podía quedarme sin semejante trofeo. Me ofrecen todo un tesoro por ti. Jejeje. Fui yo quien reventó el autobús. Fue un trabajo de artesanía, sabía que sobrevivirías al accidente jejeje. Lo que no sabía es que ese calvo se me adelantaría. No me quedó más remedio que asaltar el hospital, sabía que las BAB te seguían la pista. ¡Y ese viejo! - señalando a Víctor- Me engañaste viejo, llegué a pensar que eras su médico. Te necesito vivita y coleando. Pero ya está bien Exiliada, nuestro transporte ha llegado. Quiero cobrar mi recompensa por la última bolchevique. 
- Ya no soy bolchevique. 
- A mí eso me tiene sin cuidado. ¡Cogedla! Y a los demás matadles. 

Todo sucedió muy rápidamente: Los paramilitares a las órdenes de ese tal “Número 2” se dispusieron a cumplir sus órdenes. Cuando uno de ellos me había cogido del brazo y trataba, no sin mi resistencia, de sacarme del contenedor de ropa, una puerta situada detrás de los paramilitares reventó de golpe. Inmediatamente soldados de las BAB, armados hasta los dientes, entraron. Iban dirigidos por el oficial de nariz aguileña. 

El combate no se hizo esperar. “Número 2” y sus hombres buscaron rápidamente refugio para poder cubrirse y disparar, aunque dos de ellos fueron mortalmente alcanzados por el fuego enemigo. Nosotros nos agachamos y tratamos de eludir el tiroteo cubriéndonos entre la ropa sucia. Unos y otros se disparaban y parecían ignorarnos, pero no era así. 

- ¡Olvidaos de los mercenarios! - ordenó el oficial de nariz aguileña - ¡Capturar a la chica! 

Tras esas palabras del oficial de las BAB, Víctor, Bruno, Pablo y yo nos miramos unos a otros. Entonces el anciano sacó de su americana de pana una pistola. Era la del paramilitar muerto por Pablo en el pabellón psiquiátrico. Yo me había olvidado de ella, pero Víctor no. La había cogido sin decirnos nada. El anciano le lanzó el arma a Pablo. 

- Sé de lo que fuiste capaz allá arriba. Ahora, saca a la chica de este aprieto. 

Y así fue. Pablo sufrió una transformación como ya le había ocurrido antes. De ser un muchacho nervioso, risueño y aparentemente inofensivo, se convirtió en un asesino preciso y frío  Se puso en pie, disparó dos tiros, se agachó eludiendo la respuesta, se volvió a incorporar y disparó otras dos veces y, ganando terreno, saltó fuera del contenedor y volvió a disparar. Se hizo un silencio. 

Me asomé con precaución para ver que había pasado: Tres paramilitares y dos soldados BAB yacían en el suelo. Pablo controlaba la habitación porque nuestros enemigos habían retrocedido. 

- ¿De dónde has sacado a éste, capitana? - me preguntó Bruno mientras Pablo nos indicaba que saliéramos del contenedor.

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