El edificio donde vivían Bruno y su familia era otra torre alta y masificada. En su interior un olor fétido a verduras cocidas lo empapaba todo. Muchas familias de aquel bloque terminaban entonces de cenar después de un largo día de trabajo. Subimos cuatro plantas - Bruno era afortunado - y los berrinches de un bebé resonaban ya antes de cruzar la puerta. Dentro nos encontramos en un piso que contrastaba felizmente del de las hermanas: era caluroso, decorado humildemente, pero a la vez muy trabajado, limpio y acogedor. La esposa de Bruno, una mujer alta de pelo y ojos oscuros, trataba de consolar a la niña que lloraba, a saber si por hambre, sueño, nervios... O simplemente por llamar la atención de su madre. Cuando Gloria, la antigua mecánica, me vio, no pudo evitar cuadrarse ante mí como en los antiguos tiempos de la guerra.
- ¡Capitana! – exclamó
- Tranquila Gloria, olvídate de saludos y cargos... Y esta cosita tan mona... - cogí al bebé y en mis brazos dejó de llorar. Aunque no quería tener hijos ni en pintura, parecía tener buena mano con los bebés.
- Sabe que eres su tocaya - dijo orgulloso Bruno sin apartar sus ojos de amante padre de su hijita.
- Supongo que el bebé no se llama Atenea - preguntó Pablo.
No pude evitar reírme. Toda la tensión de los últimos días acumulada y el pobre Pablo...
- Escuché ese nombre en el hospital, de uno de los militares. - se explicó Pablo ante la mirada inquisidora de Bruno.
- Atenea Libre es el nombre que aparecían en mis papeles... - expliqué – Por cierto, ya no los tengo. Ahora estoy indocumentada.
- Intentaré arreglar eso. - intervino Bruno - Pero mucho me temo que tenemos algún topo en la red de la frontera. Sabían que llegabas. Las BAB te esperaban en la estación de autobuses. Pero también se enteraron aquellos mercenarios paramilitares... Gracias a ellos no llegaste a la estación, de lo contrario ahora estarías en una sala de tortura del gobierno.
- Díselo a toda esa gente del hospital - dijo Víctor con tristeza. Estaba aun muy pálido, pero tenía mejor aspecto con la mano vendada.
- Ahora deberíais descansar - dijo la esposa de Bruno.
- Antes, las gemelas... - comencé la frase, pero al oír la mención a las hermanas, Gloria puso mala cara. Parece que no sólo a mí me resultaban antipáticas Aral y Lara - Las gemelas dijeron algo de 'planes'... ¿No estaréis reconstruyendo el Partido?
- No - respondió con rotundidad Bruno - háblale a cualquiera de reconstruir nada y en seguida pensará en cárceles, torturas y seres queridos asesinados y desaparecidos. Solo mencionar la palabra 'bolchevique' y te miran mal... ¡Qué va...! Hay mucho miedo. Sí hemos podido establecer, gracias a las gemelas, una delicada red que nos conecta con la frontera, pero nuestro objetivo es mucho más modesto. Es sindical. Queremos crear núcleos sindicales independientes. Por ejemplo donde curra Gloria; es una gran fábrica metalúrgica del polígono, una fábrica de Cia+Fia, la gran multinacional.
Cia+Fia es una gran corporación con tentáculos extendidos por todos los negocios, legales e ilegales, de la República. Sus altos directivos eran, a su vez, altos cargos del Partido Demócrata-Republicano, terratenientes y banqueros. Cia+Fia era uno de los principales poderes que sostenían al gobierno... Y a todo el sistema.
- Es una fábrica grande - continuó explicando Bruno - con cerca de ocho mil trabajadores.
- Nuestras condiciones laborales son duras, pero mejores que las de otros sitios - señaló Gloria.
- El caso es que estamos tratando de formar allí un embrión de sindicato.
- No somos muchos, tan sólo ocho trabajadores, jejeje ocho de ocho mil jejeje, pero algo es algo.
- Yo les ayudo - continuó Bruno – ahora mismo estoy en el paro, y como conozco gente del exilio y de la frontera... Antiguos milicianos, gente de fiar...
- ¿Cómo las gemelas? – pregunté con cierto sarcasmo a lo que Bruno se encogió de hombros. - Pero ha habido un agujero – apunté.
- Sí, - reconoció abatido Bruno - no sé quién puede ser... Mañana íbamos a hacer una asamblea para discutir la estrategia a seguir en la fábrica... Pero con todo lo que ha pasado, la suspenderemos.
- Quizás si la mantenéis podríais descubrir al topo. - dijo inteligentemente Víctor.
- Mañana lo podremos discutir. Ahora tenemos que descansar todos.
Gloria había preparado la casa para que pudiéramos dormir. Tres colchones y varios juegos de sábanas y mantas estaban esparcidos por el suelo del piso. Nos acostamos, pero me costó conciliar el sueño. El bebé dio la noche, llorando cada poco. Además las paredes eran de papel: algún vecino jugaba a la consola... ¡A estas horas de la noche! Y en otro piso, un hijo de puta insultaba a su mujer... Así era la vida en La Colmena.
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