Llegaron entonces ocho todo-terrenos blindados teñidos completamente de negro, de los cuales bajaron una tropa de soldados de élite armados hasta los dientes. Al mando estaba un hombre alto, de piel morena y cabeza rapada que vestía sobre el uniforme una gabardina de cuero negro. Recordaba el uniforme que utilizaban los oficiales de las potencias fascistas durante la guerra. En esta ocasión no coincidiría con él, pero pronto descubrí que aquel militar no se rendiría hasta capturarme.
- ¿Quién está al mando? – preguntó aquel hombre mediante un susurro, con un tono muy tranquilo, casi se podría decir que dulce. - A partir de ahora me encargo yo.
- ¿Quienes son ustedes? - preguntó el comisario.
- Soy el coronel Saúl, - continuó susurrando - al frente de las Brigadas Anti-Bolchevique. - las terroríficas BAB, pensó el comisario, que no pudo evitar ponerse nervioso e incluso temblar.
Las BAB habían destacado durante la guerra civil asesinando a los activistas y milicianos bolcheviques, tanto del bando de Jaime como los leales al Comité Central. Reclutados de entre lo más degradado de la escoria social, eran los más sanguinarios militares republicanos y tenían toda una leyenda negra tras ellos. Se decían capaces de cualquier cosa y tenían en su haber la aniquilación de barriadas obreras enteras. Ahora eran el brazo armado del Ministerio Especial de Pacificación, el verdadero poder en la sombra.
- Mi lugarteniente le indicará el protocolo a seguir con los medios de comunicación - continuó susurrando el coronel Saúl, indicándole al comisario que fuera junto a un oficial de las BAB de nariz aguileña.
Sin embargo, este oficial ignoró al policía y se acercó presuroso a su superior.
- Hemos detectado que se acerca un helicóptero. Creemos que birotor. He ordenado que sea interceptado, pero nos llevará tiempo.
- ¿Así que se la quiere llevar? - reflexionó el coronel - Dirige el asalto inmediatamente. No tenemos tiempo.
El comisario Santos se quedó allí paralizado. El oficial de nariz aguileña le entregó un dossier con un gesto evidente de desprecio y le abandonó para dirigir a sus soldados.
Entonces Santos pudo ver horrorizado como las BAB se lanzaban a un asalto frontal contra los paramilitares que custodiaban la planta baja del hospital. Éstos no se esperaban un ataque así, pero no dudaron en utilizar a los rehenes de escudos. Fue una verdadera matanza…
Y era Santos el que tendría que dar la cara por todo aquello... Tembloroso agarró con fuerza aquel dossier que le habían dado y buscó entre los papeles una solución para todo aquello.
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