Relatos de Jjojismos

· La última bolchevique (concluido), una mujer regresa del exilio y se encuentra con un país devastado por la guerra. Perseguida, deberá aliarse con los compañeros que la traicionaron para luchar por su supervivencia.
· Una nueva historia (en proceso), 1913, han asesinado al hijo de un importante empresario, el detective Jhan, un troglo, no cree que el sospechoso detenido, un trabajador de oficinas mamón, sea el verdadero asesino.
· Jaime (en proceso), la secuela de La última bolchevique. Bella, colaboradora de los nuevos bolcheviques se lanza a la búsqueda del a la par odiado y amado Jaime para evitar una nueva guerra.
· La muerte de Ishtar (en proceso), nos situamos a finales del siglo IV, principios del V. La nueva religión cristiana se abre paso frente a las antiguas creencias paganas. Dos mundos chocan y luchan entre intrigas, persecuciones y aventuras.

sábado, 8 de diciembre de 2012

Capítulo 3, la última bolchevique 5.


Dentro del cine el contraste entre el pasado y el presente se agudizó. Un amplió recibidor con columnas y escalinatas de mármol ayudaban a intuir lo que había llegado a ser. El olor a orines y excrementos te golpeaba con fuerza, recordándote lo que hoy es. No obstante, uno aún se podía imaginar el glamur que había tenido aquel cine, iluminado por lámparas y neón y con el ajetreo de los trabajadores y clientes yendo de aquí para allá. Ahora sólo había oscuridad.

Bella encendió una linterna y nos condujo a la platea de la sala principal. Las butacas estaban destrozadas. Entre las que habían sido saqueadas y las que habían roído las ratas, nada se había salvado. Al fondo, una de las gemelas sostenía otra linterna y un fusil. Entonces no sabía decir si era Aral o Lara.

- ¿No puedes hacer que tu bebé se calle? - espetó la gemela, a lo que el bebé respondió con un redoblado llanto.

Bajamos hacia ella. Era Aral. Lara no era tan bocazas. Yo detestaba a esa niñata engreída y mandona.

En las primeras butacas nos encontramos con una escena macabra y repulsiva: la gemela había sentado los cadáveres de cuatro paramilitares en las butacas del cine, como si muertos pudieran ver alguna película fantasmagórica. Eran los hombres que había enviado Número 2 en sucesivas oleadas. Aral los había liquidado y allí estaban ahora, muertos y sentados, pudriéndose.

Por otra entrada apareció la otra gemela, también con linterna y fusil. Las tres hermanas vestían con chándales blancos.

- ¡Aral! - gritó la recién llegada - Algo se ha cargado a los paramilitares de fuera.
- ¿Cómo que algo?
- Creo que una mujer, pero no lo sé, era rápida. – Lara puso cara de asco cuando contemplo la escena que había preparado su hermana con los cadáveres.

Entonces Aral, tras refunfuñar una vez más se volvió hacia nosotros:

- Ella sólo quiere ver a la Exiliada. Los demás os tendréis que quedar aquí.

Yo no pensaba dejar a nadie allí.

- Perdona Aral - le dije tratando de no mostrar la antipatía que sentía por ella - No sé quién es ella, ni vosotras, tampoco sé qué queréis, pero de algo sí estoy segura: aquí no voy a dejar a nadie.

Lara intercedió con su hermana.

- Además están los mercenarios. Su jefe sigue arriba y enviará más gente, sino lo ha hecho ya.

Aral apretó los puños y me miró con rabia.

- Lara, ¡escanéalos!

Su hermana sacó de su mochila un aparato eléctrico.

- Da señal: el viejo.

Aral se abalanzó sobre Víctor y comenzó a registrarle. Del bolsillo de su pantalón sacó un pequeñísimo disco de metal. Víctor se quedó con la boca abierta.

- ¿Qué es esto? - Aral no era nada amable. Agarró a Víctor por el cuello.
- No, no lo se... - trató de responder el anciano - Alguien ha debido de ponérmelo - y decía la verdad. No sé si entonces la perspicacia del anciano le ayudó a atar cabos: una mujer misteriosa y letal, un choque fortuito con una inocente musulmana ciega... Es muy probable que no, como más adelante comprobaríamos.
- ¡Déjame verlo! - solicitó Bruno y, tras cederme con mucha suavidad el cuidado del bebé, ojeó el disco. - Nunca había visto algo así. Demasiado sutil para ser del gobierno o de los paramilitares.
- No sé qué es, ¡lo juro! - imploró Víctor.

Pero Aral no soltaba al anciano, incluso lo agarraba con más fuerza y desprecio. Devolví el bebé a Bruno y con todas mis fuerzas empujé a Aral para que dejara en paz a Víctor. Lo hizo, pero para abalanzarse sobre mí gritando como una loca. Pablo se interpuso y Lara y Bella corrieron a sujetar a Aral. No acabamos a puñetazos de milagro, pero terminamos por tranquilizarnos. Acordamos que yo me responsabilizaría de Víctor. Tiramos el detector hacia las butacas y salimos por un pasillo posterior que nos condujo a un garaje situado bajo el cine. Allí esperaba una furgoneta negra bastante más grande que la nuestra. Las gemelas insistieron en vendarnos los ojos. Tras forcejear un poco accedimos. Subimos y abandonamos el cine.

***

La ciega pronto se dio cuenta de que habíamos descubierto su aparato de rastreo. El disco enviaba una señal a un audífono que llevaba oculto bajo el hiyab. Según la proximidad emitía un determinado pitido. La ciega pudo comprobar que la señal procedía de una sala ahora vacía. Se había retrasado, pero no era por su culpa. Si no nos había alcanzado fue porque se entretuvo involuntariamente con otros dos paramilitares enviados por Número 2. No tuvo problema para despacharlos, pero cuando entró en la sala marcada por su audífono ya nos habíamos ido. Localizó el rastreador y lo recuperó con un imán especial situado en su bastón. Después, sin inmutarse por su fracaso, abandonó el cine.

En cuanto Número 2, se había quedado sin hombres. El mercenario sí se alteró. Desde la altura pudo ver como el furgón de las gemelas salía de un garaje y se perdía por las callejuelas en ruinas de Lacánsir. Lanzó al aire unos cuantos juramentos y se dolió de una herida en el hombro. Al fin y al cabo Pablo no le había alcanzado de lleno, pero la bala sí le había rozado el hombro. Había sido un magnifico disparo.

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