Tantoun no se resignó. Primero ordenó a uno de sus guardaespaldas que corrieran a buscar a Jessi al baño, "intentaremos llegar al coche", le indicó. Ese era el plan, bajar hasta el garaje del centro comercial y tratar de forzar la salida. Pero no sería fácil llegar hasta allí: si bien la planta en la que estabamos se había quedado rápidamente vacía, la planta baja estaba completamente colapsada. Los clientes y trabajadores del centro comercial se habían abalanzado sobre las puertas para huir de la amenaza fantasma, pero las salidas estaban controladas por la policía y sólo dejaban pasar a la gente una vez identificados y reconocidos. Era probable que las salidas del garaje también estuvieran custodiadas, pero eran la únicas vías de escape posibles.
Ignorando ya las cámaras de seguridad -no había tiempo que perder- Tantoun y sus dos matones y Bella y Martillo bajaron corriendo hasta la planta baja por unas escaleras automáticas ahora paradas. Pasar a través de la marabunta de personas asustadas era muy complicado. En el intento un grupo de cuatro guardias de seguridad les localizaron:
- ¡Ustedes! ¡Deténganse!
Los gritos asustaron aún más a las personas que tenían a su alrededor. Pero habían llegado a un punto en el que estaban completamente inmovilizados. Los guardias de seguridad sacaron sus pistolas - debían de ser policías disfrazados de guardias de seguridad por la ligereza con que lo hicieron- lo cual aumentó aún más sí cabe el grado de miedo, de pánico, de los trabajadores y clientes que rodeaban al grupo prófugo. Se produjo un intento de avalancha, un hombre grueso cayó sobre una mujer con su niña. Se oyó un grito creciente de aquellas personas que no comprendían que estaba pasando. Uno de los guardias reaccionó disparando al aire. Bella tuvo la reacción instintiva de agacharse, Martillo lo evitó consciente de que si ella hacía eso, la avalancha se la podría llevar por delante. El silencioso hombre sujetaba con fuerza a la jovencita por el brazo como un padre que protege a su hija. El que si que reaccionó fue uno de los matones de Tantoun, desenfundó su arma, se giró y disparó sobre el guardia. No logró alcanzarle, hirió a una chica vestida de dependiente. El guardia de seguridad respondió y disparó otra vez, pero esta vez sobre el guardia de seguridad que fue alcanzado en un hombro.
Mientras tanto la avalancha llegó hasta la puerta de salida más cercana que inevitablemente y pese a los intentos de la policía, cedió. Durante un par de minutos, hasta que los agentes del orden recuperaron el control, aquella vía de escape alivió la saturación de la planta baja del centro comercial... sobre todo en torno al grupo perseguido y al perseguidor. El cadáver de la joven dependienta quedó expuesto, abandonado en el suelo. Sus compañeras estaban tan aterradas que no se preocuparon por recogerlo. El otro matón de Tantoun aprovechó el espacio más vacío para también disparar, y esta vez no fallar, sobre uno de los guardias de seguridad. Los otros tres, sin nada que les pudiera cubrir se refugiaron tras unas columnas. Ese instante de alivió fue aprovechado para correr hacia las rampas de descenso a la planta baja.
Pero se encontraron con un nuevo obstáculo: estaban bajando una verja de cierre que bloqueaba el acceso a los garajes. No llegarían a tiempo. Al otro lado de la verja había más guardias de seguridad también armados y apuntándoles.
- ¡Por aquí no podemos ir! - sentenció Tantoun.
Una ráfaga de disparos vino de distintos lados. No tenían tiempo que perder. El matón herido recordó que también había unas escaleras de servicio que bajaban al garaje. Corrieron hacia allí devolviendo el fuego como podían. Lo que no vieron es que una bala alcanzaba a uno de los guardias de seguridad que les disparaba al otro lado de la verja.
Alcanzaron las escaleras. Forzaron la puerta disparando a la cerradura. Al otro lado les esperaba otro grupo de cuatro guardias de seguridad. El matón herido ya no podía más y Martillo se hizo con su arma. ¡Era muy bueno disparando! Tras cuatro disparos, alcanzó de lleno a uno de los guardias de seguridad e intimidó a los otros tres que huyeron escaleras abajo.
- Lo siento - Tantoun se despidió del matón herido. Chorreaba sangre en abundancia y parecía completamente sentenciado. Estaba pálido, perdía calor y vida. Disgustado, demostrando que le desagradaba lo que estaba sucediendo, ordenó al otro matón que terminara con el sufrimiento de su subordinado.
Sin más obstáculos bajaron las escaleras hasta el garaje.
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