Tantaum tomó un sorbo de su infusión. Era un tipo peculiar, pulcro, con un traje caro, pañuelo blanco sobresaliendo por el bolsillo de la chaqueta y sombrero de ala ancha con una pluma roja. Dos guardaespaldas, también de traje pero con gafas oscuras le flanqueaban. Tantaum sonreía como si todo le resultara divertido. Sus ojos se clavaron en Bella, pero con un punto de decepción.
- Encantado de conocerles. Soy Charles Tantoun.
- ¡Eso, Tantoun! Yo sabía que se llamaba algo así, Tantoun, Tantaum, Tontón... - le susurró Jessi a Bella.
Tantoun ignoró a Jessi y siguió observando a Bella:
- Cuando me dijeron que vendría una jovencita amiga personal de la Leona pensé en una vieja conocida. Sí, querida, conocí a la Leona... durante su estancia en Davenport.
- Si me disculpáis voy a limpiarme el barro que me arrojó ese patán.
Tantoun respondió a Jessi con un leve movimiento de su mano derecha, como si fuera un rey medieval que da permiso a un súbdito para que se retire. Jessi, como si siguiera el juego, se despidió con una reverencia, eso sí, al tiempo que le lanzaba una mirada de desprecio a Martillo. Bella no necesitó tranquilizar a su compañero, en cuanto Jessi les dejó toda la atención de Martillo se centró en Tantoun.
- Esa lagartija os habrá dicho que puedo ayudaros, pero yo soy un hombre de negocios y por tanto, mi ayuda tiene un precio. No os engañaré, es un precio bastante alto para vosotros, ¡grandes revolucionarios! pero que sin duda os beneficiará mucho.
- La Leona me habló de ti, Tantoun. Eres un vulgar mafioso.
Uno de los guardaespaldas se puso nervioso ante las palabras de Bella. Tantoum, sin dejar de sonreír, le apaciguó con otro gesto de su mano.
- Eres atrevida bolchevique... o debo llamarla señora Hamburguesa. ¡Ridículo! Es un milagro que hayáis cruzado la frontera. En la República tenéis vuestros trucos y escondites, pero aquí en el Continente estáis solos. Sin mi ayuda no sois nadie.
Y tenía razón el villano. Pero no tuvo tiempo de disfrutar su victoria. Un tercer guardaespaldas se acercó a Tantoun y le susurró unas palabras al oído.
- Y vuestra ruina empieza a salpicarme. La policía rodea el centro comercial y va a sonar la alarma de incendios. Os buscan.
Y así fue: las luces de emergencia se encendieron y una sirena comenzó a escucharse intercalada por una voz de lata que daba instrucciones a la multitud de clientes: "Damas y caballeros, diríjanse a la salida más próxima. No es un simulacro. Conserven la calma". Como era previsible un alud de gente buscó asustada las distintas salidas del centro comercial. Con una rapidez pasmosa el recinto se quedaba vació por momentos.
- Y sin gente en el centro comercial ya pueden actuar aquellos que no pueden ser vistos en el Continente - sentenció Tantoun.
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