Nick montaba el fusil en uno de los ejercicios cotidianos. Tenía que montarlo y desmontarlo una y otra vez y repetir la operación hasta que el instructor diera la orden.
Desde que había ingresado en la escuela de formación de la milicia el entrenamiento había sido muy intenso. La guerra iba mal y necesitaban nuevos refuerzos preparados cuanto antes.
En medio del ejercicio, mientras hacía la enésima repetición vio con el rabillo del ojo una figura que le resultó familiar. Pero no familiar del mes escaso que llevaba allí. Familiar de antes, de antes de ingresar en la milicia.
¡Era Martillo!
No se lo podía creer. No lo veía desde el comienzo de la guerra. Parecía intacto. ¡Qué buena noticia! ¿Pero qué hacía allí? A su compañero de trabajo le había reclutado el gobierno y en principio formaba parte del ejército regular, no de la milicia.
"¡Martillo!"
Debió de pensarlo... en voz alta. Su instructor no entendía de viejos amigos. Le gritó, le insultó y le amonestó por bajar el ritmo en el ejercicio.
"¡Estamos en guerra! La instrucción no puede ser un juego", le gritó entre otras cosas.
Daba igual. Tenía que encontrar el momento para ver a su antiguo compañero.
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