Mierda. Algo iba rematadamente mal.
Desde mi posición a duras penas podía ver a los bolcheviques. No había tenido problemas en seguirles, la verdad. Ni la lluvia torrencial, ni las pocas cautelas que tomaron... Eso no era bueno. Hubiera sido mejor que me hubiesen hecho sudar un poco, porque igual que yo, alguien con habilidades similares podría estar también al loro. ¡Soy muy bueno, pero no soy único!
Pero ahora en ese puto centro comercial la cosa sí que se había complicado un poco. Pude colarme sin dificultad, pero la ruta que seguían estaba bastante bien ideada. No solo sorteaban las cámaras, también a los guardias jurados. Les protegía la gente inocente que compraba, trabajaba o paseaba por el centro y casi no había angulo de visión y mucho menos de tiro. Al final, cuando alcanzaron al mafioso, yo tenía que usar un juego especial de espejos para poder verles y que nadie me detectara. Pero incluso usándo los malditos espejos el trasiego de gente me jodía la visión. ¿No quería sudar un poco?
Y es que lo peor no era eso. Tenía sincronizada la radio de la policía y escuchaba sus conversaciones a través de un pinganillo. Hablaban de una "condición beta" referente al cuadrante donde está situado el centro comercial ¡y parecían estar sincronizándose con los bomberos! Algo me decía que se preparaba algo gordo.
Pese a que desde las guerras, Democracia Ciudadana y la República eran publicamente gobiernos hostiles, para mi, como Número 2, no era ningún secreto que en los asuntos realmente importantes, mas allá de las fanfarrias televisivas, ambos gobiernos colaboraban y se prestaban ayuda mutua. Eso me hacía sospechar que, si bien no era diplomaticamente correcto que la policía copperfieldiana detuviera a los bolcheviques, sí podían dejar el escenario despejado para que un comando camuflado de las BAB se hicieran cargo.
O al menos eso sería lo que yo haría. Había escuchado que el nuevo coronel de las BAB era un antiguo Número 2, así que sin duda sería un hueso duro de roer.
Esta vez me iba a costar más intervenir.
Y por si todo eso era poco, aún no sabía quien era el que había dado el soplo.
Mierda.
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