- La situación cada vez es más tensa.
Bella y Martillo escuchaban con atención a aquel hombre menudo y sudoroso que fumaba combulsivamente. Fuera del bar llovia intensamente.
- El Frente Popular dice estar dispuesto a defender al Gobierno Provisional con las armas si es preciso y nuestros aliados parecen dispuestos para la batalla. Pero aquí también hay simpatizantes fascistas que hacen mucho ruido.
Se llamaba Jessi Martínez y era un viejo conocido de los bolcheviques. A cambio de relativamente poco dinero conseguía papeles y ayudaba a cruzar la frontera. La Leona, por ejemplo, había regresado gracias a su ayuda.
- El caso es que la tensión está favoreciendo que el Frente ceda a algunas de las exigencias históricas de los empresarios: han ampliado la jornada laboral y el computo para las pensiones y parece que pronto aprobarán una ley que deja la sanidad laboral en manos de mutuas privadas.
- En la República las mutuas son todopoderosas desde hace muchos años -comentó Bella.
- Desde la guerra civil - Aclaró Martillo.
Estaban en un discreto bar del centro de Copperfield, lejos de miradas indiscretas y cerca de buena cerveza que Jessi y Martillo bebían copiosamente. Bella en cambio se conformaba con un refresco de cola. Era oscuro pero de golpe se iluminó por el fogonazo azul de un relámpago. La lluvia no amainaba.
- No sé si será Jaime de verdad, pero la está liando... y mucho - continuó Jessi entre calada y calada y trago y trago -. Si no lo paráis la cosa está jodida. Podríamos tener una nueva guerra mundial. Y, mira, ya me sé eso de que la guerra es la partera de la revolución: ¡Y paso!
- Necesitamos cruzar a Sumailati y que allí nos pongan en contacto con amigos de los bolcheviques.
A Bella le desagradaba. Le parecía un hombre mezquino. Aunque cobrara poco dinero, para ella estaba muy caro que Jessi Martínez vivía de las muchas desgracias ajenas, y, en total, era un lucrativo negocio pese a todo.
- No me mires con cara de asco, niña. Me juzgas sin conocerme.
Bella trató de defenderse, pero Jessi no le dejó:
- Yo no juzgo a los amigos tuyos que acuden por mi ayuda. En este caso además simpatizo con vuestra misión, aunque nunca seré un bolchevique. Pero tal y como están las cosas yo no puedo ayudaros directamente, aunque conozco a los que pueden hacerlo. Vuestro hombre se llama Tantaum, es uno de los líderes de la mafia local, y tuvo malos negocios con la Leona, pero por un precio os pasará a Sumailati.
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