Tenía que aprovechar que muy pocos coches querían entrar en la República. No era solo el riesgo de que algún BAB pudiera dar la alarma, tampoco los bolcheviques podían identificarme.
Fue muy fácil dar con ellos. Un infiltrado les facilitó a los agentes de lord Kramer la matrícula del coche que conducían. Lo grave del asunto era que, si yo tenía ese número, sin duda las BAB también lo tenían. Por eso estaban desplegados por la frontera. ¡Y los muy estúpidos estaban dispuestos a cruzar al Continente por carretera! Lo suyo hubiera sido que lo hubiesen hecho a pie o en moto, lejos de los puestos fronterizos y a poder ser de noche. Pero no. Los bolcheviques siempre serían un atajo de arrogantes engreidos. ¡Así les va! Ahora yo tendría que encargarme.
Con mi moto me salí de la carretera y les adelanté campo a través. Llegué mucho antes que ellos al puesto fronterizo: dos chozas de madera, barrera, cinco BAB y tres panolis fronterizos, un jeep y un coche. Con que uno me viera darían la alarma. Estaban conectados al puesto principal de la autopista así que en unos cinco minutos aparecerían mil refuerzos. Era jodido.
Dejé la moto atrás. Comprobé que el guarda encargado de la entrada en la República gustaba de pasar el rato en la caseta. El BAB que le acompañaba era más rémora para abandonar su puesto pero terminaba por seguirle. Eso era bueno. El problema era el lado de salida. Con todo el sigilo del mundo me acerque a la choza. ¡Tenían música! Eso era bueno. Dentro estaba un guardia y un BAB. Eso era malo.
No me lo pensé dos veces. Con todo el sigilo del mundo me colé en la cabaña. Lo primero, el BAB. Estaba meando en elbaño. ¡Perfecto! Le empujé hacia delante y se golpeó la cara contra la pared, no le dejé que se diera la vuelta. Le arreé un fuerte golpe en la cabeza y le dejé inconsciente.
Eché un vistazo fuera del baño. El guardia no se había enterado de nada. Bebía una cerveza mientras ojeaba una revista. Subí el volumen de la música lo que llamó la atención del guarda. Ese zoquete se acercó a la radio y me dio la espalda. También recibió un fuerte golpe.
Ahora venía lo complicado. Me vestí a prisa de guardia y sin salir de la choza llamé a los BAB que estaban a fuera. Fue suficiente con un "ayudadme un momento". Diligentes entraron en la choza. Como me esperaba entraron con las armas listas. No se fiaban y eran peligrosos. No me quedó otro remedio que dispararles. Si fallaba estaba perdido. Pero no fallé: Dos tiros limpios a sus cabezas. El silenciador de mi pistola y la música amortiguaron el ruido.
Solo me quedaba el panoli de fuera, pero tenía poco tiempo: miré por la ventana y pronto le tocaba al coche de los bolcheviques. Por suerte los agentes del sentido de entrada estaban refugiados en su choza. ¡Ahora o nunca!
Como hiciera antes llamé pidiendo ayuda. "Oye, ven tu también un momento a ayudar" le grité.
- ¡Qué cojones hacéis ahí dentro! - Exclamó mientras venía de mala gana.
Y se encontró con una barra estampada sobre su cráneo.
Salí a tiempo de atender al coche de los bolcheviques. Me fijé en sus papeles para quedarme con sus nombres falsos, accioné el mecanismo para subir la barrera que le había cogido a uno de los panolis y, en cuanto el coche se alejó un poco, salí de allí pitando antes de que la cosa se complicara. El conductor que venía después se debió quedar alucinado cuando me vio alejarme corriendo.
Había salido bien, pero esos inútiles bolcheviques me iban a dar mucho trabajo.
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