Relatos de Jjojismos

· La última bolchevique (concluido), una mujer regresa del exilio y se encuentra con un país devastado por la guerra. Perseguida, deberá aliarse con los compañeros que la traicionaron para luchar por su supervivencia.
· Una nueva historia (en proceso), 1913, han asesinado al hijo de un importante empresario, el detective Jhan, un troglo, no cree que el sospechoso detenido, un trabajador de oficinas mamón, sea el verdadero asesino.
· Jaime (en proceso), la secuela de La última bolchevique. Bella, colaboradora de los nuevos bolcheviques se lanza a la búsqueda del a la par odiado y amado Jaime para evitar una nueva guerra.
· La muerte de Ishtar (en proceso), nos situamos a finales del siglo IV, principios del V. La nueva religión cristiana se abre paso frente a las antiguas creencias paganas. Dos mundos chocan y luchan entre intrigas, persecuciones y aventuras.

miércoles, 27 de febrero de 2013

Capítulo 6, el asesino 2.

Para entrar en Davenport teníamos que atravesar el puerto. Por primera vez desde mi exilio pude ver el mar. Siendo de New Haven la mayor parte de mi vida la había pasado en el interior, sin embargo, había algo en el mar que me atraía, que me relajaba, que calmaba mis nervios. Las olas encrespadas pronto se ocultaron tras las estructuras portuarias. 
 
Allí decenas de contenedores se apilaban en una gran explanada situada entre la carretera y el mar. Dentro de esos contenedores habría productos para el mercado legal, pero, sin duda, también contrabando. Pese a que ya era bastante tarde –una vez más pasamos casi todo el día en la furgoneta viajando-, había muchísimo movimiento en el puerto. Los estibadores trabajaban desde antes de los primeros rayos de sol hasta bien entrada la noche. Eran hombres grandes y musculosos... aunque también con prominentes barrigas cerveceras. Las grúas gruñían en su movimiento. Al fondo del puerto, los barcos hacían notar su presencia con sus luces y sirenas. Todo era gris. El cielo, las nubes, el asfalto, el hormigón, las gaviotas... El alma de muchos de los habitantes de Davenport.
 
- Aquí podríamos conseguir papeles en regla - explicó Pablo mientras conducía -. Con ellos podríamos irnos de la República. Dejar atrás las peleas, las muertes... - Se le iluminaron los ojos soñando en la anhelada libertad que no lograba alcanzar. Por un instante, tras todos los conflictos en New Haven, Pablo volvía a ser aquel muchacho inocente e inofensivo que me había encontrado en el hospital de Cáledon. 
- ¿Quieres irte de la República? - le pregunté a la vez que le pasaba mi mano por su hombro derecho desde la parte de atrás de la furgoneta. 
- Tú no te iras, ¿verdad? 
- Tal vez cuando termine este trabajo. Cuando encuentre a los antiguos bolcheviques que quedan. Después, no sé… nada me retiene aquí. 
 
Noté como, mientras Pablo se relajaba, el rostro de Helena se enturbiaba. Me di cuenta de que no era cierto lo que acababa de decir y al soltarlo a ella le había herido. No podía jugar con los sentimientos de las personas. Allí donde iba mis acciones seguían haciendo daño, ya fueran inocentes, ya fueran mis amigos y aliados... Me acordé del bebé de Bruno... Y me vino a la mente el recuerdo de aquel comisario gordito llamado Santos que había ofrecido su vida por la del bebé. 
 
- No obstante – Víctor y su pragmatismo interrumpió mis reflexiones - los papeles nos vendrían muy bien. ¿Dónde los podríamos conseguir? 
- Conozco a un tipo llamado Kart Renó que nos los podría facilitar, a un precio claro. Encontrarlo no sería complicado, regenta una discoteca famosilla de Davenport. 
- ¿Tuviste que acudir a sus servicios en el pasado, Pablo? - Era Helena la que interrogaba incisiva. - Alguien que pelea como tú no es un civil normal. 
- ¡Ah! ¡Cállate! - le espetó con una tremenda brusquedad Pablo, pero Helena continuaba hablando: 
- Eres joven, pero no lo suficiente como para no haber participado en la guerra civil.
-¡Qué te calles! – Víctor parecía disfrutar escuchando la pelea, yo no sabía qué hacer, cómo interceder. Pablo ya se había mostrado incómodo con Roger, y Víctor desconfiaba de Helena. Sólo faltaba que las indiscreciones de nuestra nueva compañera complicaran aún más la armonía del grupo. 
- Tras la cual, ¿por qué necesitarías una nueva identidad? - terminó la ciega dejando aquella duda en el aire. 
-¡Basta! 
 
El grito de Pablo resonó en toda la furgoneta. Frenó bruscamente, a punto de provocar un accidente: El coche que iba detrás de nosotros pudo maniobrar a duras penas para evitar un golpe. Pablo estaba alterado, nervioso, apunto de ponerse a llorar.
 
-¡Deja al muchacho, asesina! – Víctor, sobresaltado por el frenazo aprovechó la oportunidad para mostrar una vez más su rechazo a Helena y, de paso, ganar unos puntos de cara a Pablo. – ¡Tú has venido aquí para destruirnos, para enfrentarnos! 
 
Ahora era Helena la ofendida. ¿Qué tenía que hacer para demostrar que ya no tenía intención de asesinar a aquel viejo? Víctor siempre estaba ahí, dispuesto a envenenar su relación conmigo, a dudar de sus palabras y acciones. Ese viejo -pensaba Helena- no entiende todo lo que he pasado para estar aquí ahora. En todo caso, yo también sabía que Pablo ocultaba cosas de su pasado y que no todo el mundo tenía esas habilidades en la lucha. 
 
- Si te he ofendido, Pablo, te pido mil disculpas. Seguía un hilo de razonamiento, pero no quería herirte. Lo siento. 
 
Las disculpas de Helena parecían surtir efecto y tranquilizar a Pablo. Era Víctor el único que continuaba nervioso. 
 
Volví a pasar mi mano por el hombro derecho de Pablo, siempre buscando que el muchacho se relajara, pero en esta ocasión, con la otra mano rocé con suavidad a Helena. A ella le dediqué una amplia sonrisa, pero sé que la ciega no podía verla. No obstante el contacto de mis dedos la tranquilizó, me cogió con ternura la mano. Mientras, Pablo, mucho más calmado, reanudaba el viaje. En los siguientes metros reino un completo silencio. Sólo Víctor, unos cuantos kilómetros más adelante, cuando ya habíamos dejado atrás el puerto y nos adentrabamos en la ciudad, se atrevió a abrir la boca  para pedirle a Pablo que nos llevara a esa discoteca famosa donde conseguir los papeles.

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