Un grupo de matones, tres troglos y dos panchos entraron en el dormitorio. La puta, asustada por la irrupción, se alejó de Yak sin importarle su desnudez. Saber que los matones no eran los sicarios de su chulo no impedía que pudiera recibir por acostarse con quien no debía. Así fue: uno de los troglos le arreó un fuerte bofetón que tumbó a la joven pancha.
Pero el objetivo no era la puta, era el mamón. Yak les reconoció: eran los matones de Fharrel, un troglo mafioso al que Yak debía dinero. Pero ni la cantidad era tan alta, ni era la primera vez... ¿qué diablos sucedía?
No medió ninguna explicación. Los matones no la necesitaban. Después de golpearle en la barriga y en la cara, agarraron a Yak y se lo llevaron de allí.
Abajo en el recibidor del antro le esperaba Fito en persona, el número dos de Fharrel. Era un pancho maduro y gordo, supersticioso y beatón se rodeaba de símbolos religiosos además de grasa para aplastar su cabello pardo. Comía algún tipo de fruto seco, delicias para los panchos. Tampoco le dijo nada a Yak. Hizo un gesto a sus subordinados para que le siguieran y sacaran a Yak del edificio.
Afuera había aparcado un automóvil viejo y sucio, pero amplio. Uno de los panchos se puso al volante con Fito de copiloto. Detrás empujaron a Yak que se vio bordeado por dos de los troglos. Los otros dos matones restantes les seguirían en otro vehículo.
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