La sede central de la Cia+Fia es un enorme rascacielos de acero y cristal en medio del lujoso distrito financiero de Caledon, muy diferente del barrio de la Colmena donde me crié. Jardines , fuentes, cochazos y ejecutivos con traje, corbata, maletín y teléfono móvil.
En la Colmena es más habitual el hormigón adulterado, las cagadas de perro y jeringuillas y niñatos en paro que juegan a ser mafiosos. Bueno, yo era uno de ellos, ¡fijaos lo lejos que he llegado!
Tenía instrucciones precisas de entrar en el edificio por una puerta de servicio. Debía pasar lo mas desaparecido posible. Aunque por la cara que puso el ujier que vigilaba la entrada que escogí, creo que no lo conseguí.
Yo no iba de traje evidentemente, pero tampoco iba en bolas. De hecho creo que llevaba un aspecto bastante decente: me había duchado y afeitado y la ropa estaba limpia. ¿qué más querían? El ujier era de estos "don nadies" que de tanto servir a sus jefes se olvidan de que sin una mierda. Siempre detesté a esa gente.
Pero aún más al yupi engominado y puesto de estimulantes hasta arriba que me esperaba en la planta trigésimo quinta del edificio.
No me dejó ni hablar, ni presentarme si quiera. Era soberanamente engreído y me miraba descaradamente por encima del hombro. Se presentó como un no sé qué ejecutivo de no se que, al que le salía la pasta por las orejas. No me interesaba ese tipo. Aunque vestía ropa cara y consumía droga de lujo, todo era artificial, no dejaba de ser un pringado que, a la primera de cambio, sería apisonado por alguien mas ambicioso y más sucio que él.
- El señor Benjamin Tomas Arrinton Spencer Hills, lord Kramer, le espera. No le haga esperar más. Ha venido con retraso. Y por supuesto le recuerdo que el encuentro es secreto, numca se ha producido de lo contrario...
- Sí, sí, no hagamos esperar más al señor Benjamin, Tomás... y todo lo demás.
Tomas Kramer es ni más ni menos que el presidente, fundador y principal accionista de Cia+Fia. Si alguien podía tomarse por el número uno del Número 1 es sin duda Kramer. Ahora bien, no es una figura pública. No sale en los medios ni en los de corazón ni en las gacetas económicas. Solo se sabe de él que es poderoso y rico. Muy rico.
El yupi me acompañó por un pasillo que llevaba hasta una puerta. Con un gesto desagradable me indico que abriera la puerta y pasara adentro. Él no me acompañaría, lo cual era un alivio.
Entré en la sala: Amplia pero oscura, sin ventanas, apenas decorada, solo con un sillón de piel en el que descansé mis posaderas y un mueble que hacía las veces de mueble-bar. Pero no había nadie. Ni rastro de mi poderoso anfitrión.
Hasta que la poca luz que iluminaba la sala se apagó. Entonces le vi.
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