Soy un Número 2. Y no soy uno cualquiera. Soy uno de los mejores. Aunque reconozco que soy un tanto especial con respecto a mis compañeros: Sólo trabajo solo. Exacto, mientras que los demás Numero 2 se acompañan de legiones más o menos numerosas de mercenarios, yo actúo sin ninguna compañía. Y lo prefiero porque si hoy soy un Número 2 fue precisamente gracias a que liquidé a mi anterior superior y lo último que quiero es que me pase lo mismo. Así que estoy especializado en trabajos discretos y selectivos: un asesinato por aquí, un secuestro por allá, espionaje y sobornos... todo lo que no requiera matones destrozacuellos siempre protestando por el sueldo o buscando problemas con la policía.
Los Número 2 siempre trabajamos por orden del Número 1. Es una regla estricta. De no ser así podría asesinarme cualquier otro Número 2. La verdad es que eso podría suceder de todas formas así que de cuando en cuando hago algún trabajo discreto por mi cuenta. Por si acaso, cositas que no llamen mucho la atención.
Pero lo que nunca me había sucedido es que una parte de Número 1 me reclamara para trabajar. Número 1 actuaba siempre como una colectividad y normalmente hacia llegar su voluntad a través de algún enlace. Cuando mi enlace habitual me puso al corriente de lo que sucedía me quedé de piedra. Cuidó mucho de comprar mi silencio con un buen saco de sólidos, pero consiguió toda mi atención. Tenía que acudir a la sede central de Cia+Fia en Caledon donde me entrevistaría con un representante de una parte de Número 1. Sobraba advertirme que si esa cita era descubierta podía darme por muerto.
Me gusta vivir. Y me gusta el dinero. Pero lo uno sin lo otro carece de sentido así que con mucha discreción me presenté en la convulsa y populosa Caledon para cumplir mi cometido.
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