El despertador sonaba a las cinco y media de la madrugada. Era un sonido desagradable, irritable. Para Nick Denger era habitual. Los últimos años de su vida había escuchado ese ruido todas y cada una de las mañanas, de lunes a sábado, exactamente a las cinco y media de la mañana.
Pero ahora era peor. Habían cambiado los turnos y ahora alternaba una semana de tres a once, con el turno para el tradicional, de siete a tres. Esos cambios le destrozaban el horario, las rutinas, el tiempo libre... Se sentía siempre cansado, por mucho que los domingos descansara.
¡Sí!, pensaba, los turnos están destrozando mi vida.