11. LA AMANTE
11.1
Continúa la carta de Helena:
LLEGADOS A
ESTE PUNTO, CREO QUE DEBO MOSTRARTE MI OSCURIDAD. MI GRAN MANCHA QUE ME HA
MARCADO Y ME HA CONVERTIDO EN UN MONSTRUO. TÚ ME HAS DADO UN SENTIDO, UN MOTIVO
PARA LUCHAR POR MI SALVACIÓN, PERO LA MANCHA SIGUE DENTRO DE MÍ. NO HAY
JUSTIFICACIÓN, NI ESCUSA POR LO QUE HICE, POR LO QUE SOY.
NO SIEMPRE
FUE ASÍ.
FUI NIÑA
COMO TÚ. AMADA Y BIEN AMADA POR UNA FAMILIA CARIÑOSA. NACÍ CIEGA. EN CÁLEDON.
MIS PADRES ERAN EMIGRANTES. TENÍA -HABLO EN PASADO-, TENÍA CUATRO HERMANOS, DOS
CHICAS Y DOS CHICOS. YO ERA LA SEGUNDA. MI HERMANO MAYOR JUAN, MIS HERMANOS
PEQUEÑOS ANA, LAURA, PEDRO. PEDRO ERA UN BEBÉ CUANDO PASÓ TODO. NACÍ CIEGA. Y
AUNQUE MIS PADRES ERAN POBRES, AUNQUE TENÍAN QUE TRABAJAR LOS DOS PARA SACARNOS
ADELANTE, PESE A QUE VIVÍAN UNA VIDA QUE LES EMBRUTECÍA, ME QUERÍAN Y ME
CUIDARON, AUN CUANDO YO REQUERÍA MÁS CUIDADOS, MÁS ATENCIÓN QUE MIS HERMANOS.
NACÍ CIEGA, PERO COMPENSABA LA NATURALEZA MI CUERPO CON GRANDES VIRTUDES QUE
FUI DESCUBRIENDO: SENTIDOS PODEROSOS, EL OÍDO, EL OLFATO, EL GUSTO Y EL
TACTO. MAYORES, CREO YO, QUE LOS SENTIDOS DE OTROS CIEGOS. Y MUCHA AGILIDAD...
AHORA CERCA DE LA TREINTENA ME SIENTO OXIDADA. TE PREGUNTARÁS CÓMO ERA CUANDO
NO LO ESTABA: ERA UNA GACELA, ERA UNA GATA, ERA MUY VALIENTE Y ATREVIDA... NO
ME IMPORTABA SER CIEGA. ¿HAS VISTO ALGÚN CIEGO SUBIDO A UN ÁRBOL? ¿HAS
VISTO A CIEGOS ESCALAR ROCAS? MIS PADRES TAMPOCO, Y SE PREOCUPABAN ENORMEMENTE
CUANDO LO HACÍA.
POR ENTONCES
YA HABÍA ESCUELAS ESPECIALES PARA NIÑOS CIEGOS, PERO
NO TENÍAMOS DINERO PARA COSTEARME UNA PLAZA. ERAN CARAS Y NOSOTROS
ÉRAMOS MUCHAS BOCAS PARA ALIMENTAR, Y MIS PADRES TRABAJABAN EN LO QUE PODÍAN,
MI MADRE LIMPIANDO CASAS, MI PADRE EN LA CONSTRUCCIÓN. MIS PADRES SUFRÍAN,
QUERÍAN QUE APRENDIERA A LEER EL LENGUAJE DE LOS CIEGOS, QUE APRENDIERA A
ESCRIBIR, QUE RECIBIERA UNA CULTURA... JUAN, MI HERMANO MAYOR, SIEMPRE ME
AYUDABA, ME EXPLICABA LO QUE ÉL APRENDÍA EN LA ESCUELA Y ME ENSEÑÓ A ESCRIBIR
COMO LO HACÉIS VOSOTROS LOS VIDENTES. A ÉL LE DEBO QUE PUEDA ESCRIBIRTE ESTA
CARTA AUNQUE SÓLO PUEDA SER EN MAYÚSCULAS. YO, QUE ERA MUY CURIOSA, CUANDO
PODÍA ME ESCAPABA DE CASA Y TRATABA DE APRENDER, DE OÍR, DE TOCAR, ESCUCHAR CON
ATENCIÓN, PALPAR Y CONOCER...
¡NO PIENSES
QUE TUVE UNA INFANCIA TRISTE! NO LA RECUERDO ASÍ. LA RECUERDO COMO ALGO LEJANO
PERO FELIZ. Y LLEGADA LA ADOLESCENCIA, LLEVABA EL HIYAB, PERO ¡VAYA SI
DISFRUTE! CUIDABA DE MIS HERMANOS PEQUEÑOS, PERO EN CUANTO PODÍA SALÍA DE
FIESTA, LA MÚSICA ME ENCANTABA, EL RITMO, CONOCÍ A CHICOS - SÍ,
LO RECONOZCO, ME GUSTABAN LOS CHICOS, LA PIEL MÁS DURA, EL VELLO DEL PECHO
-AUNQUE EN AQUELLAS EDADES, POCOS TENÍAN VELLO-, EL ROCE ÁSPERO DE LA
BARBA AFEITADA Y SUS OLORES MÁS INTENSOS... -. ENTONCES TODO ERA DISTINTO, ERA
OTRA VIDA. TÚ ME DESPERTASTE A OTRA DIFERENTE, TRAS UNA LARGA PESADILLA.
LA GUERRA
EMPEZÓ CUANDO TENÍA DIECISÉIS, EN PLENA ADOLESCENCIA. JUAN FUE LLAMADO A
FILAS. PEDRO AÚN NO HABÍA NACIDO. LOS FASCISTAS BOMBARDEARON CÁLEDON. NOS
REFUGIÁBAMOS EN UN SÓTANO CON MÁS VECINOS. EL MIEDO ERA INTENSO. YO LO LLEVABA
MEJOR. SABÍA CUANDO LAS BOMBAS ERAN MÁS O MENOS LEJANAS, MEJOR QUE MI FAMILIA Y
VECINOS, Y LA OSCURIDAD DEL REFUGIO NO ERA DIFERENTE QUE LA OSCURIDAD DE TODA
MI VIDA. SIN LUZ YO TENÍA VENTAJA.
POCO
DESPUÉS SUPIMOS QUE MI HERMANO MAYOR HABÍA MUERTO EN UNA BATALLA CONTRA LOS
FASCISTAS. MI PADRE MALDIJO A LA REPÚBLICA, A LOS FASCISTAS, A TODO EL MUNDO.
ÉL AMABA LA PAZ, AMABA A SU FAMILIA, SÓLO QUERÍA TRABAJO Y PAZ. LA GUERRA LE
DESTRUÍA POR DENTRO. MIENTRAS, EL DESCONTENTO EN LA CIUDAD SE INCREMENTABA.
HUBO MOTINES EN CÁLEDON Y MIENTRAS QUE EL GOBIERNO ACUSABA A LOS BOLCHEVIQUES
DEL CC DE, CON SU INACCIÓN, PERMITIR LA VICTORIA FASCISTA, SECTORES
DESESPERADOS DE LA POBLACIÓN DE LA CIUDAD OFRECÍAN LA CABEZA DE LOS SEMITAS
PARA CALMAR LA SED DE SANGRE DE LOS FASCISTAS. HUBO POGROMOS. COMO LO QUE VIMOS
EN NEW HAVEN, PERO EN LOS BARRIOS OBREROS DE CÁLEDON. LOS HIJOS DE LOS
SEÑORITOS BAJABAN A NUESTROS BARRIOS CON ANTORCHAS Y BATES DE BEISBOL Y ATACABAN
A LOS SEMITAS, ORIENTALES Y NEGROS QUE VEÍAN, PERO SOBRE TODO A LOS SEMITAS.
MI FAMILIA
ESTABA MUY PREOCUPADA. MI MADRE ESTABA YA ENTONCES EMBARAZADA DE PEDRO ASÍ QUE
MI PADRE ACEPTÓ EL OFRECIMIENTO DE LOS JEFES DE MI MADRE DE ALOJARNOS DURANTE
UN TIEMPO EN SU CASA DE CAMPO. ELLOS NOS MANTENDRÍAN A CAMBIO DE
QUE CUIDÁRAMOS DE LA CASA, LOS ANIMALES, LOS HUERTOS... ALLÍ FUIMOS.
NOS ALEJAMOS DE CÁLEDON Y NOS OCULTAMOS EN UNA HERMOSA CASA, ALEJADA DE LOS
BOMBARDEOS FASCISTAS Y DEL ODIO SECTARIO. O ESO CREÍAMOS. ALLÍ LLEVAMOS TAMBIÉN
AL PROMETIDO DE MI HERMANA ANA, CLAUS, DEL QUE PRONTO SUPIMOS, ERA UN
SIMPATIZANTE BOLCHEVIQUE, DE LA FACCIÓN DE JAIME, QUE NO PUDO IR A LUCHAR POR
SU COJERA CRÓNICA.
TÚ LUCHABAS
EN EL FRENTE JUNTO A JAIME Y NO LO SABES, PERO ANTES DE QUE TERMINARA LA GUERRA
ANTIFASCISTA, EL GOBIERNO YA COMENZABA A ENTRENAR LO QUE MÁS ADELANTE SERÍAN
LAS BAB. ENTONCES AÚN NO TENÍAN NOMBRE, SÓLO BRIGADAS ESPECIALES, Y TUVIMOS LA
DESGRACIA DE QUE CERCA DE LA CASA DE CAMPO HABÍA UN PALACETE DONDE, DE MANERA
SECRETA, SE ENTRENABA A LOS PRIMEROS MIEMBROS DE ESTAS BRIGADAS. SAÚL ERA
ENTONCES UN JOVEN ATRACTIVO, DE PIEL DURA, ROCE ÁSPERO, OLORES INTENSOS... Y
UNA VOZ QUE SUSURRABA COMO UNA SERPIENTE, PERO QUE ERA CAPAZ DE ABRIR EL
CORAZÓN DE MUCHAS MUCHACHAS COMO YO.
ÉL ME CONOCIÓ EN EL BOSQUE QUE RODEABA NUESTRA
CASA, SUBIDA A UN ÁRBOL, Y LE LLAMÉ LA ATENCIÓN. ME CORTEJÓ. NO SÉ SI POR
INTERÉS SEXUAL O POR ALGUNA OTRA RAZÓN. ME QUITÉ EL HIYAB ANTE ÉL. ME POSEYÓ.
ME ENAMORÓ. Y FUI HABLANDO Y CONFESANDO... QUE EL PROMETIDO DE MI HERMANA ERA
BOLCHEVIQUE -YO NO DISTINGUÍA ENTONCES ENTRE SIMPATIZANTES Y MILITANTES-, QUE
MI PADRE ECHABA PESTES DE LA REPÚBLICA Y ACUSABA AL GOBIERNO DE
FOMENTAR LOS POGROMOS... Y DE MIS HABILIDADES, DE LO QUE ERA CAPAZ DE HACER.
DURANTE UN
TIEMPO SAÚL Y SU UNIDAD SE FUERON. IBAN A LUCHAR A LA GUERRA. VOLVIÓ CAMBIADO,
MÁS DURO, MÁS INTENSO. ME CONTÓ QUE HABÍA MATADO A HOMBRES Y MUJERES. ME
CONFESÓ QUE LE HABÍA GUSTADO Y QUE QUERÍA MATAR A ALGUIEN CONMIGO PARA QUE YO
LO PROBARA. YO AL PRINCIPIÓ REHUÍ ESE OFRECIMIENTO, PRIMERO ME LO TOMÉ EN
BROMA, LUEGO ME ASUSTÓ Y ME ALEJÉ DE ÉL POR UN TIEMPO. PERO ME ATRAÍA, ESTABA
ENAMORADA. DURANTE SU PASO POR LA GUERRA CADA NOCHE LE HABÍA LLORADO Y HABÍA
REZADO PORQUE VOLVIERA CON VIDA. AHORA LO TENÍA A MI LADO, PERO ERA UN SAÚL MÁS
OSCURO.
AL FINAL NO
ME PUDE RESISTIR. QUEDAMOS UNA NOCHE EN LAS AFUERAS DE CÁLEDON. ME INDICÓ A UN
ESPÍA BOLCHEVIQUE QUE SEGÚN ÉL, PASABA INFORMACIÓN A LOS FASCISTAS. LE
SORPRENDIÓ MI MANERA SIGILOSA DE MOVERME. ME PUDE SITUAR DETRÁS DE MI VÍCTIMA
SIN QUE ME ESCUCHARA Y TAL Y COMO ME HABÍA EXPLICADO, LE MATÉ CON MIS PROPIAS
MANOS. NOTÉ SU SANGRE EN MI CARA, CALIENTE, ESPESA, Y LE ESCUCHÉ GEMIR, Y PEDIR
PERDÓN. ESCUCHÉ A SAÚL REÍRSE. Y ME GUSTÓ COMPLACER A MI AMANTE.
ASÍ
ESTUVIMOS HASTA QUE CONCLUYÓ LA GUERRA. ÉL ME OFRECÍA ENTRENAMIENTO PARA MIS
HABILIDADES. DESCUIDABA MIS TAREAS Y MI FAMILIA SE PREOCUPABA PORQUE DECÍAN QUE
ERA MÁS SOLITARIA, MÁS TRISTE, MÁS SECA Y ALEJADA DE AQUELLOS QUE ME QUERÍAN.
PERO YO SÓLO QUERÍA A SAÚL Y SÓLO ME SENTÍA A GUSTO DESARROLLANDO MIS
HABILIDADES, PROBANDO COMO SIENDO CIEGA ERA CAPAZ DE HACER COSAS QUE HOMBRES
NORMALES NO PODÍAN. UNA VEZ, PASEANDO CON SAÚL POR CÁLEDON, UN ESTÚPIDO RACISTA
ME INSULTÓ: SEMITA Y CIEGA. POBRECITA CIEGA, SE APIADÓ UNA MUJER CERCA DE LA
ESCENA. MATÉ A LOS DOS. SIN PENSARLO, SIN REMORDIMIENTOS. A UNO, POR SER UN
CERDO. A LA MUJER, POR APIADARSE DE MÍ. NO DISFRUTABA MATANDO, PERO DISFRUTABA
NOTANDO LA APROBACIÓN DE SAÚL.
TERMINÓ LA GUERRA ANTIFASCISTA. MI
FAMILIA SE PREPARABA PARA VOLVER A CÁLEDON, ME SEPARABAN DE SAÚL Y YO NO LO
QUERÍA. LO QUE NO SABÍAMOS ES QUE EN SECRETO, COMENZABA LA GUERRA CIVIL. SAÚL
TENÍA ÓRDENES PRECISAS: HABÍA QUE ANIQUILAR A LOS BOLCHEVIQUES. ESO INCLUÍA AL
MARIDO -YA ENTONCES MARIDO- DE MI HERMANA, CLAUS, PERO NO SÓLO A ÉL.
SAÚL ME PRESENTÓ SUPUESTAS PRUEBAS
QUE DEMOSTRABAN QUE CLAUS, JUNTO A MI PADRE, CONSPIRABA CON JAIME PARA DAR UN
GOLPE DE ESTADO Y DERROCAR LA REPÚBLICA. ¡MI PADRE BOLCHEVIQUE! SABÍA QUE ERA
MENTIRA, LO SABÍA, PERO NO ME IMPORTÓ. O NO QUISE QUE ME IMPORTARA. ME LO
ORDENABA SAÚL. Y MIS PADRES ME QUERÍAN SEPARAR DE ÉL.
ACUDÍ A LA CASA DE CAMPO JUNTO A
SAÚL Y OTROS DOS SOLDADOS Y ALLÍ, DELANTE DE TODOS, ACUSÉ A MI PADRE Y A MI
CUÑADO DE TRAICIÓN, DE BOLCHEVISMO. MI MADRE NO SE LO PODÍA CREER. SUJETANDO AL
BEBÉ PEDRO, INCAPAZ DE COMPRENDER POR QUÉ YO ACTUABA ASÍ, MI MADRE GRITÓ COMO
UNA LOCA. ME INSULTÓ. "¡MALDITO EL DÍA QUE TE DI A LUZ!" SE ABALANZÓ
SOBRE MÍ. LA ABOFETEÉ Y LA EMPUJÉ CONTRA UNA PARED. EL BEBÉ CAYÓ AL SUELO.
LLORABA Y GRITABA SIN PARAR. LA SITUACIÓN ME ESTABA PROVOCANDO UN TERRIBLE
DOLOR DE CABEZA, NUNCA TAN INTENSO. QUERÍA ACABAR CON TODO AQUELLO. EL MARIDO
DE ANA SE ABALANZÓ SOBRE UNO DE LOS SOLDADOS TRATANDO DE ESCAPAR.
"¡CERDO!", PENSÉ AL ESCUCHARLE. LOS SOLDADOS LE GOLPEARON Y LO
EMPUJARON. MIS HERMANAS TAMBIÉN LLORABAN. SAÚL ME ENTREGÓ UNA PISTOLA. ME DIJO
QUE TENÍA QUE HACERLO YO. ACERCÓ SUS LABIOS A MIS OÍDOS Y ME SUSURRÓ: ME DIJO
QUE TENÍA QUE SER YO, QUE SI LO HACÍA, LA SANGRE DERRAMADA SERÍA NUESTRO
VÍNCULO. PERO TAMBIÉN ME DIJO: SI NO LES MATAS TÚ, SABRÁS, SENTIRÁS COMO MUEREN
Y LUEGO TÚ LES ACOMPAÑARÁS.
YO LES
QUERÍA. YO LES QUERÍA.
(En el papel de la carta hay varias manchas provocadas por gotas,
seguramente, lágrimas, así como tinta corrida)
¿CÓMO PUDE
HACER ALGO ASÍ? ESE DÍA TENÍA QUE HABER MUERTO. TENÍA QUE HABER DEFENDIDO A LOS
MÍOS CON LAS HABILIDADES QUE HABÍA APRENDIDO. HABERLES DEFENDIDO Y HABER MUERTO
EN EL INTENTO. PERO NO... ME PUSE A LLORAR. ¿CÓMO PODÍA SER TAN TONTA? ¿NO ME
IMAGINABA COMO IBA A TERMINAR TODO AQUELLO?
DISPARÉ A MI PADRE.
DISPARÉ A MI CUÑADO.
PERO SAÚL
QUERÍA MÁS. "QUIERO QUE SEAS MI CÓMPLICE. QUE TE UNA A MÍ LA MAYOR
BRUTALIDAD QUE UN SER HUMANO PUEDE COMETER". PIDIÓ A LOS OTROS SOLDADOS
QUE SALIERAN. NOS QUEDAMOS ALLÍ SAÚL Y YO, MIS DOS HERMANAS, MI MADRE Y SU
BEBÉ. SAÚL DESENFUNDÓ UNA ESPADA QUE SIEMPRE LLEVABA CONSIGO. ME LA ENTREGÓ. NO
HIZO FALTA QUE ME INDICARA QUÉ TENÍA QUE HACER. LES CLAVÉ LA ESPADA A MI MADRE
Y A MIS HERMANAS. EN CUANTO AL BEBÉ... FUE LO MÁS HORRIBLE. SAÚL LO COGIÓ DEL
SUELO, ME LO ENTREGÓ Y ME ORDENÓ QUE LO APLASTARA CON MIS MANOS. "¡PERO ES
UN BEBÉ!" OÍ COMO DESENFUNDABA SU PISTOLA Y APOYÓ SU CAÑÓN SOBRE MI
CABEZA. LE OBEDECÍ. NOTÉ EL CRUJIR DEL CRÁNEO Y COMO CESABAN LOS LLANTOS DEL
NIÑO. MIS MANOS SE EMBADURNARON DE UNA MASA VISCOSA. VOMITÉ. VOMITÉ UNA Y OTRA
VEZ MIENTRAS CAÍA A LOS PIES DE SAÚL. "YA ESTÁS PREPARADA", ME
SUSURRÓ. ME AYUDÓ A INCORPORARME, ME LIMPIÓ LA CARA CON UN PAÑUELO Y ME SACÓ DE
AQUELLA CASA. ESCUCHÉ COMO LES ORDENABA A LOS OTROS SOLDADOS QUE LO QUEMARAN
TODO.
YA NO PODÍA
ABANDONARLO. DESPUÉS DE LO QUE ME HABÍA OBLIGADO A HACER... YA NO PODÍA
ABANDONARLO. ERA SUYA. ERA SU ESCLAVA. ERA SU ASESINA. YA NO HABÍA NADA MÁS
ENTRE NOSOTROS. YA NO NECESITABA MIS SERVICIOS EN LA CAMA. SÓLO MIS HABILIDADES
COMO ASESINA. TAMPOCO YO ERA ESTRICTAMENTE UNA BAB, YO ESTABA BAJO EL SERVICIO
PERSONAL DE SAÚL.
SAÚL FUE
ASCENDIENDO. SU AMBICIÓN NO TIENE LÍMITES. YO NO HE SEGUIDO LAS INTRIGAS
POLÍTICAS QUE LE HAN LLEVADO A LA CIMA. SÍ HE ELIMINADO A RIVALES SUYOS,
OBSTÁCULOS DE LA CADENA DE MANDO PARA ASCENDER. UN DÍA ME EXPLICÓ QUE DONDE ÉL
ESTABA, NO SÓLO SE REQUERÍAN BUENOS ASESINOS, SINO TAMBIÉN BUENOS POLÍTICOS Y
BUENOS CONTACTOS. ME DIJO QUE ERA EL FAVORITO DEL NÚMERO 1, NO SÉ A QUIÉN SE
REFERÍA. SU ÚLTIMO RIVAL LO ELIMINÓ SIN MI AYUDA. SÓLO MEDIANTE INTRIGAS. AHORA
ES EL MÁXIMO PODER DENTRO DEL MINISTERIO ESPECIAL DE PACIFICACIÓN. PERO NO POR
ELLO HA DEJADO DE UTILIZAR MIS SERVICIOS, COMO HAS PODIDO COMPROBAR.
NO HA
HABIDO DESCANSO EN MI VIDA, EXILIADA... SI A LO QUE HUBO DESPUÉS DE LA MUERTE
DE MI FAMILIA SE PUEDE LLAMAR VIVIR. PERO NO ERA CONSCIENTE DE LO VACÍA Y
LAMENTABLE QUE ERA MI EXISTENCIA HASTA QUE TE CONOCÍ. LLEVABA TIEMPO PLANEANDO
ALGUNA MANERA DE VENGARME DE SAÚL. CREO QUE TENÍA ESE DESEO DESDE EL MISMO
INSTANTE EN QUE ME ORDENÓ ACABAR CON MI FAMILIA. PERO TÚ ME ENSEÑASTE A VOLVER
A AMAR. ¡HA SIDO TODO TAN RÁPIDO! ¿CÓMO ES POSIBLE? ¿QUÉ HAS VISTO EN MÍ? ¿QUÉ
HE SENTIDO EN TI? TODO HA CAMBIADO.
NO LOGRARÉ ELIMINAR MI MANCHA HASTA QUE YO NO HAYA
MUERTO. LO SÉ. PERO ME GUSTARÍA PENSAR QUE MORIRÉ HONRANDO A MI FAMILIA. ME
GUSTARÍA PENSAR QUE SERÉ CAPAZ DE CONSEGUIR SU PERDÓN SI ACTÚO DE MANERA
CORRECTA. CREO, Y SINCERAMENTE TE LO DIJO, QUE ESO PASA POR SALVARTE, POR
AYUDARTE, POR TU VICTORIA Y LA DERROTA DE MI AMO. SÍ, SIGUE SIENDO MI AMO...
PERO TÚ ME HAS LIBERADO.
Y AHORA
CORRO A LIBERARTE A TI
TE AMO.
Fin de la carta de Helena.
11.2
Lo siguiente que recuerdo son
flashes... momentos que parecen sueños. Imágenes que se entremezclan. Me parece
ver al coronel Saúl sonriendo, pero lo veo borroso.
Me trasladan a algún lado. No estoy muerta. Eso es lo
importante. Creía que me moría. Creía que era un veneno lo que nos habían dado.
Me llevan en una camilla. ¿Y Pablo y Cayo? ¿Y Helena? Me pareció verla en el Salón
del Trono, junto a Saúl. Sí, era ella.
Es
de noche... o al menos está todo oscuro.
Me
despierta una sensación agradable. Noto una presencia que se acerca, escucho su
respiración. Se acerca. Un aroma. Lo reconozco. No veo nada. Todo está muy
oscuro.
Sus
manos, tocan mi piel. Ella retira la sábana que me cubre. Noto esas manos
acariciándome primero la cara, el dorso de mis brazos, mi cabello, luego mis
pechos. No me resisto. Mi cuerpo reacciona, me excito. Conozco ese aroma,
reconozco esas manos. Las manos bajan hasta mis piernas y mi piel se vuelve de
gallina. Desabrochan mi ropa, abren mi blusa, botón a botón y desabrochan mi
pantalón. Yo les ayudo: Me quito el sostén. Entonces un cuerpo desnudo, muy femenino,
se tumba, primero a mi lado, luego encima. Acaricio su piel tan suave. Siento
su pulso, los latidos de su corazón. Ella recorre mi cuerpo con sus manos. Noto
su respiración, su aliento en mi cara. Me besa. Sus labios son dulces.
No
veo nada, no necesito ver nada. Es Helena quién está conmigo.
Acaricio
sus cabellos. Nos besamos como si nunca lo hubiéramos hecho. Minutos que
parecen segundos intensos e inolvidables. Ella no deja de acariciarme, los
brazos, los hombros, la cara, los pechos, la barriga..., la entrepierna, se va
abriendo camino. La noto. Disfruto. Recorro su espalda con mis manos. Ahora
deja de besarme en la boca. Sus labios bajan a mi barbilla, recorren mi cuello,
pequeños besos, pequeños mordiscos... Helena sigue bajando, sus labios están
ahora sobre mis pechos. Cuánto disfruto. Y sigue bajando. Ya no hay vuelta
atrás. La sujeto con mis piernas. Me escucho gemir, muy suave porque no pueden
descubrirnos. Con las manos agarro con fuerza sus cabellos, tiro y me retuerzo.
Hicimos
el amor. Disfruté como hacía mucho tiempo que no disfrutaba. Sentí, gocé como
hacía años y años.
En
las bacanales del exilio había más sexo, había más más lujuria... Pero aquí,
esta noche, había sentimiento, había amor y pasión. Mis ojos no veían y el
resto de mis sentidos trabajaban a pleno rendimiento. Tenía que retroceder a mi
primera experiencia con una mujer, mi primer encuentro real, verdadero, para
sentir algo así, algo como lo que sentí aquel momento.
¿Cuánto tiempo estuvimos juntas? No lo sé...
¿Estuvimos juntas? Eso creo. ¿Y si era efecto de la droga que nos habían dado?
¿Realmente Helena había entrado en mi celda, me había quitado la ropa, había
hecho el amor conmigo? Noté mis braguitas, estaban húmedas. ¿Lo había soñado?
No era posible: Era real... ¿o no? No lo sé... pero para mí era real,
completamente real, al menos así lo había sentido. Había hecho el amor con
Helena, un amor con una pasión, con un deseo, con una ternura... Era todo amor.
Ella necesitaba darme tanto amor y yo traté de corresponderla. Ella era real.
Todo era real. Estaba segura de ello.
Me
desperté.
No
sé cuánto tiempo había pasado. No sé dónde estaba. No estaba en ninguna cama.
Estaba esposada, sentada en una silla. Me costó mirar a mí alrededor. Piedra.
Oscura. Una mesa delante de mí. Papeles. Alguien leyéndolos. Estoy mareada.
Trato de concentrarme.
-
Exiliada. Buenos días.
Un
susurro. Un susurro masculino.
El
coronel Saúl.
11.3
-
Conocida como la Exiliada.
El
coronel Saúl leía unos papeles, unos informes, apoyado contra el respaldo de su
silla. Estaba en una sala de piedra, con una pequeña ventana que daba al exterior
y por la que entraba un poco de luz natural. Detrás de él pude distinguir a
Helena. ¡Helena! Estaba seria. Parecía ignorarme.
-
Autoexiliada al finalizar la guerra antifascista en la que serviste con el
traidor Jaime - Saúl seguía leyendo el informe-. Te conocían como "La Leona"
o "Leona" a secas. Dirigiste un importante batallón miliciano con el
rango de "capitana", aunque hacías las veces de general. Tenías fama
de gran luchadora, dura con tus hombres, pero también carismática: muy
capacitada para crear y organizar grupos. Se desconocen las causas de tu
ruptura con Jame, así como tu marcha al exilio.
Mi
cabeza estaba en otra parte. Mareada, confusa, no dejaba de mirar a Helena,
ella completamente al margen de todo. ¿Qué había pasado? Recordaba el búnker en
Vancouver, lleno de cadáveres putrefactos… luego el Salón del Trono del Palacio
del Teócrata... Me habían drogado. Pensaba que lo que nos había enfermado era
la peste del bunker. Ahora entendía que había sido el agua que nos dio el
supuesto estudiante de las ruinas.
-
También se desconoce el motivo de tu regreso, aunque has estado en contacto con
antiguos dirigentes de la mayoría del CC en Cáledon, New Haven, Davenport, Tímberlane
y Vancouver. Corrección: Lo intentaste en Vancouver.
Marian.
Muerta. Asesinada. Volví a fijarme en Helena. No me prestaba atención, parecía
otra, una esclava de Saúl.
-
Tu verdadero nombre está clasificado. Creemos que por tu origen es un apellido común
entre los esclavos emancipados en las Colonias y un nombre muy probablemente asociado
al pasado revolucionario del movimiento obrero. Nuestras fuentes piensan que tu
nombre real es, posiblemente, Alba Libertad. Un apellido de esclavos liberados
y un nombre de una revolucionaria, asociada a una vieja canción de “rojos”. Tu
clandestinidad desde joven salvó a tus padres, si aún viven. No obstante sí sabemos
que eres de alguno de los pueblos que rodean New Haven, de origen jornalero,
segunda generación emigrante de las Colonias. Orientación sexual: homosexual.
¡Eres boyera!
¿Había
soñado hacer el amor con Helena? ¿Era efecto de las drogas? ¿Era real? ¡Me
había parecido tan real! ¡Me había gustado tanto! ¡Helena! ¡No! ¡Te amo! ¡Yo
también estoy enamorada de ti!
-
Militas desde los 15 años en el Partido Bolchevique siendo muy pronto liberada
juvenil. Destacabas mucho y tus superiores planeaban ascenderte al CC y traerte
a Cáledon – ¡Traerte en vez de llevarte! ¿Estaríamos de vuelta en Cáledon?-. Tu
principal motivación para seguir a Jaime era la ambición y la sed de acción.
Eso supuso la ruptura de tu relación sentimental con Verónica Laera, dirigente
de la Ejecutiva Nacional Bolchevique. Ves que lo sabemos casi todo de ti.
Dime
que la pasada noche, que cuando hicimos el amor, cuando me acariciaste... ¡Dime
que todo eso fue real! Dime que no lo he soñado, aunque sea lo último que oiga
antes de dejar este mundo...
-
Te seré sincero, Exiliada, Leona o Alba, ¡cómo prefieras! No vas a salir de
aquí con vida. De tu actitud dependerá que tú y tus amigos sufráis más o menos.
Depende de ti... Y de tu colaboración.
11.4
-
Primero te daré la oportunidad de que me expliques lo que quiero saber por las
buenas -continuó Saúl con sus susurros-. ¿Dónde está Jaime?
¿Dónde
está Jaime? ¿Eso es lo que querían saber de mí? ¿El paradero de Jaime?
-
¡No lo sé! - respondí, y era la verdad. Saúl no dijo nada, no hizo ningún
gesto...
-
¿Seguro que no lo sabes? ¿No está él implicado en la desestabilización de Sumailati,
una de las potencias fascistas? ¿No te envió aquí para reconstruir el Partido?
-
No lo sé y ¡no!
-
¿Y por qué estás aquí, por qué has vuelto del exilio?
No
importaba que yo le dijera la verdad, que en el exilio me encontraba vacía y
todo eso. El coronel Saúl tenía un esquema prefijado y daba igual lo que yo le
explicara.
-
Volví a la República para que movieras el culo, es que te he visto algo gordo últimamente.
Saúl
me dedicó una leve y cínica sonrisa.
-
¡Helena! - ordenó el coronel.
Helena
se aproximó y me golpeó en la cara con su bastón. Del golpe me tiró al suelo,
junto a la silla -aparte de esposada, estaba atada a la silla-. Me hizo daño.
Levantó la silla y a mí con ella y me golpeó en la cara con la mano. No podía
creerlo. No de ella. Me pareció ver salir de su ojo una lágrima cuando me
golpeaba... O eso quise creer. Me golpeó varias veces y me dejó sangrando por
la nariz y con el labio reventado. Mis lágrimas se mezclaron con el sabor
metálico de mi propia sangre.
-
¿Dónde está Jaime? - volvió a preguntar Saúl con el mismo susurro tranquilo,
casi dulce, con el que me interrogó la primera vez.
-
¡Que te den por el culo! - le grité.
El
coronel volvió a sonreír, e inmediatamente Helena volvió a golpearme con el
bastón, pero esta vez en el pecho, un único golpe tan fuerte que una vez más me
tiró al suelo. Y esta vez, sin levantarme, me propinó varias patadas al estómago.
-
Si no lo haces por ti -volvió a la carga Saúl-, ¿por tus amigos?
El
coronel apretó un botón de su mesa y una de las paredes de la habitación
resultó ser corredera. Tras ella aparecieron Pablo y Cayo, los dos sentados y
amarrados a lo que parecían dos sillas eléctricas.
-
Laso Ludovico, nada más y nada menos que un desertor de las BAB y Cayo Cneo,
uno de los ex-dirigentes bolcheviques.
Saúl
dio la señal a un agente que accionó los controles de las sillas eléctricas.
Giré como pude la cabeza para ver y, efectivamente, los cuerpos de Pablo y Cayo
se retorcieron tras una descarga que rodeo a mis amigos de eléctricos rayos
azules. El sonido era como de un tremendo cortocircuito y dejó en el ambiente
un olor a carne quemada.
-
Algo más de intensidad y morirían inmediatamente, pero el actual voltaje e
intensidad lo que les hace es provocarles un agudo e intenso dolor.
-
¡Noooo! - no podía verles así.
Saúl
ordenó otra descarga. El horrible sonido, los rayos azul-eléctrico, la sacudida
de los cuerpos de mis dos compañeros...
11.5
Grité
como un animal. ¿Cómo podía salvar a mis compañeros? Yo no sabía dónde estaba
Jaime. Yo no tenía nada que ver con la insurrección en la Potencia Fascista.
¡Los
rayos eléctricos eran tan dolorosamente brillantes! Iluminaban con su tétrica
luz azul toda la sala.
No
podía delatar a Verónica, ni a los demás.
Me
llegaba un horrible olor a carne quemada. Mis amigos se achicharraban.
Saúl
detuvo las descargas:
-
Son tus amigos, Exiliada. De ti depende que dejen ya de sufrir. ¡Qué no sufra
nadie! Te lo prometo. Nadie tiene por qué sufrir.
Esperó
un instante.
No
sabía qué hacer. Lloraba. Cayo y Pablo no se movían. Sus cuerpos echaban humo.
Quise decirle todo a Saúl. Juro que quería decirle todo y que todo terminara.
No podía más.
-¡No
sé dónde está Jaime! - le dije completamente desesperada - ¡No lo sé! ¡Es
verdad!
Y
hubo más electricidad, más rayos, más muerte. El brillo azul se reflejaba en
los ojos blancos de Helena. La ciega se había alejado de mí y se había situado
tras Saúl que parecía disfrutar viendo las torturas que Cayo y Pablo sufrían. El
maldito coronel sonreía hasta el punto de mostrarnos su dentadura, también
receptora de los brillos eléctricos de las descargas. Sus ojos se iluminaban
contemplando el sufrimiento ajeno... ¡Disfrutaba! ¡Estaba disfrutando! ¡Le
gustaba ver sufrir a mis amigos! ¡Era un monstruo lleno de sadismo!
Y
entonces Helena le golpeó con fuerza en la nuca.
Saúl
no prestaba atención a su lacaya, sólo tenía ojos para sus presos. No la vio
venir. El golpe le aturdió y sin dar tiempo a nada más, la ciega le aplastó la
cara contra la mesa. Un chorro de su sangre voló hasta alcanzarme: Saúl tenía
las fosas nasales destrozadas y parecía inconsciente. Yo no me podía creer lo
que estaba viendo. ¡Lo daba todo por perdido! ¡Y ahora! ¡Helena! ¡Era cómo un
sueño dentro de una pesadilla!
Al
técnico BAB encargado de accionar las sillas eléctricas también le pilló todo
aquello por sorpresa. Primero quedó paralizado, gracias a eso las descargas
eléctricas cesaron; luego se abalanzó contra la ciega que le recibió con una
patada en la boca. Cayó al suelo y Helena volvió a patearle en el estómago
hasta dejarle inconsciente.
Tras
volver a comprobar que Saúl seguía incapacitado, Helena corrió a desatarme.
-
¡Perdóname! No tenía otra elección - me dijo.
No
pude contenerme. De nuevo rompí a llorar, pero esta vez en el regazo de Helena
que trataba de tranquilizarme acariciándome el cabello.
11.6
No
teníamos tiempo y yo apenas me podía mover. Además de las nuevas heridas y
contusiones se me abrió la herida de bala de Tímberlane. Helena me ayudó a
incorporarme e inmediatamente corrió a liberar a Pablo y Cayo de las sillas
eléctricas. Cayo estaba inconsciente, pero Pablo reaccionó como un resorte.
-
No está muerto - dijo aun débil Pablo, refiriéndose a Cayo- pero le ha sentado
peor que a mí. Debe de tener algún empaste o alguna pieza metálica en su
cuerpo.
Helena
abrió la puerta y me pareció oírle pedir agua. Escuché unos golpes y un par de
gritos y volvió, pero no estaba sola. Venía acompañada de dos trabajadores de
la limpieza, pero no eran eso: se trataban de Bruno y Roger. Estaban
disfrazados con unos uniformes compuestos por mono de trabajo y gorra, de color
pardo y con el logotipo de una conocida empresa de limpieza.
-
La fortaleza del Ministerio Especial de Pacificación es inexpugnable - comentó
Roger mientras me saludaba - salvo para los trabajadores de la limpieza, cuya
presencia no levanta sorpresas.
Efectivamente
estábamos en Cáledon.
Roger
me ayudó a salir del despacho de las torturas, mientras que entre Pablo y Bruno
cargaban con Cayo.
En
la sala contigua pude ver a tres soldados aparentemente inconscientes. Les
habían golpeado hasta dejarles inconscientes. Restos de escobas y fregonas
estaban esparcidos por el suelo junto a charcos de agua procedente de los cubos
de limpieza.
Salimos
al pasillo sin perder ni un minuto más. Corrimos hacia un montacargas. En el
camino sonó la alarma -una sirena irritante acompañada de luces rojas
intermitentes-. Al doblar una esquina apareció un grupo de soldados que
trataban de interceptarnos. Roger, Bruno y Pablo abrieron fuego contra ellos. Estábamos
a salvo, fuera de su ángulo de tiro, pero nos bloqueaban el camino. El tiroteo
continuaba y nadie ganaba. ¡Falso! Ganaban ellos porque al perder tiempo
perdíamos el factor sorpresa.
Al
menos en ese momento Cayo reaccionó. Estaba desorientado pero consciente.
-
¡Por aquí! - gritó Helena. Y siguiendo a la ciega volvimos hacia atrás alejándonos
del montacargas.
Corrimos
perseguidos por los soldados. De unas escaleras aparecieron más soldados. ¡Estábamos
entre dos líneas enemigas!
-¡Adentro!
- ordenó Helena.
Entramos
en una habitación. Pablo la cerró y trató de bloquearla con el mobiliario que
había dentro, archivadores, una mesa y una silla.
-
No, no la bloquees - dijo la ciega.
-
¡Pero entonces entrarán!
-
Es justo lo que quiero. Situaros detrás de mí y no abráis fuego hasta que os lo
diga.
La
manecilla de la puerta comenzó a moverse y la puerta se abrió. Dos soldados se
asomaron apuntando con sus fusiles. Iban a disparar, pero Helena no les dio
tiempo. Con una acrobática pirueta saltó sobre ellos al tiempo que golpeaba con
su bastón a un tercer soldado. En su pirueta, los soldados no pudieron evitar
seguirles con la vista. Craso error, porque quedaban descubiertos ante las
balas de Pablo, Roger y Bruno.
-¡Fuego!
- ordenó Helena. Y así hicieron mis compañeros.
Las
balas acribillaron a cinco soldados que permanecían hipnotizados siguiendo el
ataque de la ciega y su bastón. Pablo cargó saliendo de la habitación y los
demás le seguimos, Cayo y yo como pudimos. Mientras los soldados trataban de
agruparse, nosotros corrimos hacia las escaleras.
-
¡Subamos un piso y volvamos al montacargas!
Así
hicimos.
En
el piso superior otro grupo de soldados trató de detenernos, pero en este
tiroteo salimos beneficiados porque no nos cortaban el camino hacia el
montacargas. Llegamos, lo llamamos y tras una breve espera, se abrió.
-
Muy probablemente abajo nos estarán esperando.
Y
así era. El montacargas bajó hasta la planta de servicio y cuando las puertas
se abrieron nos esperaba un nuevo contingente de soldados. Esta vez no
cometieron el error de sus compañeros de más arriba y, sin dar tiempo a nada, comenzaron
inmediatamente a disparar.
Pero
el montacargas estaba vacío.
-¡No
están aquí! - rugió un oficial.
Y
los soldados se fueron, completamente desorientados. Pensaron que, o aun
seguíamos arriba o nos habíamos bajado en otra planta.
Pero
sí estábamos, pero no en el montacargas, sino sobre el montacargas. ¡Un viejo
truco!
Nos
bajamos y corrimos como si nos fuera la vida en ello. Y así era. Pronto
tendríamos a una legión de las BAB tras nosotros. Estábamos en un sótano del
edificio que conectaba con el exterior a través de un garaje. Helena tenía una
llave a distancia del portón. Se la tiró a Pablo para que la accionara. El
portón comenzó a abrirse. Los soldados que lo custodiaban desde fuera, y que no
se esperaban que saliéramos por allí, fueron una víctima fácil para nuestras
balas.
¡Ya
casi estaba! ¡Ya casi estábamos fuera! No pensábamos que aún faltaba el más
poderoso obstáculo. Nos encontramos frente a frente con Saúl. El coronel nos esperaba.
11.7
El
coronel Saúl estaba furioso. Sus ojos estaban inyectados en sangre. La nariz,
destrozada por el golpe de Helena, era el origen de una mancha granate y reseca
que se extendía, desde sus fosas nasales, por su bigote, boca, barbilla y
uniforme. Llevaba dos grandes cuchillos, uno a cada mano. Estaba como enloquecido.
-¡Traidora!
-gritó con una furia que nos paralizó a todos.
Sin
darnos tiempo a reaccionar, Saúl hizo una pirueta que me recordó las de Pablo y
Helena. Con los dos cuchillos se abalanzó sobre Helena que pudo defenderse a
duras penas con su bastón.
Pablo
amagó con acudir al rescate de Helena, pero una nueva patrulla de soldados
comenzó a dispararnos.
La
puerta de salida estaba a nuestro alcance. La luz natural del sol nos alumbraba
tentadora. De irnos, ¡ese era el momento! De lo contrario, pronto los
exteriores se llenarían de soldados.
Pero
la pelea entre Saúl y Helena no iba bien. El coronel era hábil y fuerte y
conocía muy bien a su pupila porque se anticipaba a todos sus movimientos.
Todos sabíamos que Helena no podría ganar ese combate. Probablemente, ella
también lo sabía. Pero para poder ayudarla, antes teníamos que enfrentarnos y
deshacernos de los soldados… y perder un tiempo precioso que nos podía costar
la huida. Pablo apuntó con su arma tratando de alcanzar a Saúl, pero los
rápidos movimientos en la pelea con Helena hacían muy difícil el objetivo:
ponían a la ciega en peligro.
-
No puedo alcanzarle - se rindió Pablo.
-
¡Tenemos que irnos capitana! – me dijo Bruno señalando como afuera más soldados
se reagrupaban. Nuestra oportunidad de huir se esfumaba por momentos.
No
podía dejarla allí. ¡No podía!
-
Capitana - insistió Bruno -, si nos vamos la perdemos. Si no nos vamos,
perdemos todos. Lo sabes.
Y
era cierto. Cuántas veces en la guerra había tomado decisiones similares,
siempre pensando en el grupo, en el colectivo por encima del individuo... Tenía
que pensar en los demás, en Pablo, Bruno, Roger y Cayo... Bruno y Roger estaban
allí para rescatarnos... Tenía que pensar como en la guerra.
¡La
guerra! ¡Otra vez la guerra! ¡Otra vez como con Jack en aquel maldito
acantilado! ¡Pero Helena no es Jack! Jack era un simple soldado… ¡Helena es mi
amante!
-
¡No puedo! ¡No puedo abandonarla! ¡La amo!
¿Me
escucharía? ¿Me oyó gritar que la amaba?
-
¡Se me ha terminado la munición! - dijo Roger tirando su arma al suelo.
Teníamos
que irnos, pero no era capaz de abandonarla.
Entonces
Saúl dio un fuerte golpe con uno de sus cuchillos y partió el bastón de Helena
que ni siquiera pudo sujetar los pedazos, perdió el equilibrio y quedó
desarmada a los pies del coronel de las BAB.
Recuerdo
que grité como una loca, histérica al ver a Helena sentenciada. Ella giró su
cara hacia donde estábamos. No podía verme, pero me miraba. Lo noté. Me sonrió.
Parecía en paz. Esa impresión me dio.
-¡Tenemos
que irnos ya! - ordenó Bruno que me cogió del brazo y me alejó de allí.
De
la que salíamos al exterior pude ver como Saúl le clavaba a Helena los dos
cuchillos y como ella caía al suelo.
Sé
que murió. Pero también sé que murió contenta y sabiendo que ya no era odiada,
sino que era amada, y que yo, su amor, su amante, estaba a salvo.
En
ese momento yo no sabía los detalles de su vida, pero mi amor y su sacrificio
le quitaban, por fin, una tremenda losa que había hundido su vida en la
oscuridad.
En
su muerte vio luz, por eso nos miró y me sonrió.
11.8
Atravesamos
corriendo el garaje. Nos disparaban. Oímos las balas zumbando a nuestro
alrededor. Pablo y Bruno respondían, más para abrirnos camino que otra cosa. Estábamos
ya en el exterior y vimos como los soldados trataban de rodearnos.
Justo
entonces entró a toda velocidad una furgoneta blanca, parecida a nuestra vieja
cafetera abandonada en Tímberlane. La furgoneta se interpuso entre nosotros y
un grupo de soldados. Sulem conducía y de copiloto, sin dejar de disparar, iba James,
el obrero negro de la Cia+Fia de Cáledon. La puerta trasera se abrió y Melisán
apareció para indicarnos que subiéramos deprisa. Así hicimos, sin que Pablo
renunciara a vaciar su cargador contra los soldados que salían del edificio
tras nosotros.
La
furgoneta no llegó a detenerse, llegó frenando, nos subimos y aceleró
bruscamente arroyando a varios soldados. Dejando una puerta trasera abierta,
Pablo y Bruno disparaban para mantener a los soldados entretenidos y que no nos
reventaran las ruedas al darles la posibilidad de apuntar.
Así
conseguimos alejarnos aunque tuvimos que protagonizar una persecución por la
calles de Cáledon perseguidos por dos todoterrenos del ejército y varios coches
patrulla de la policía que se sumaron. Sulem no se conocía las callejuelas de
Cáledon, así que Pablo, ex-taxista, tomó el relevo al volante.
Entramos
en la Colmena. James y Bruno le indicaban a Pablo que fuéramos a una callejuela
específica donde nos esperaba otro transporte. Así era: un callejón muy
estrecho –casi no podíamos atravesarlo- con otra furgoneta, esta de color gris
metalizada, a nuestra disposición.
-
¡Tenemos que darnos prisa, pronto un helicóptero nos empezará a rastrear! -
alertó Bruno.
Pablo
dejó la furgoneta blanca atravesando el callejón. Nos bajamos y corrimos hacia
el nuevo transporte. Los todoterrenos que nos perseguían no podían entrar tras
nosotros y la furgoneta atravesada nos protegía de sus dispararon. Ya en la
nueva furgoneta, abandonamos el callejón y nos mezclamos entre el tráfico de
Cáledon en una transitada calle de la Colmena. Justo a tiempo de que el helicóptero
BAB, que por fin sobrevolaba la ciudad buscándonos, no nos pudiera localizar.
¡Estábamos
a salvo!
Ya
sintiéndome más segura, sin la adrenalina de la huida, mis nervios ya no
pudieron contenerse más y rompí a llorar. Melisán y Sulem que trataban mis
heridas y también atendían a Cayo, trataron de consolarme. Roger y Bruno
también me expresaron sus condolencias y su cariño. Nada de eso me servía. Nada
de eso podía entonces ayudarme, aunque todas esas muestras de afecto las valoré
y las valoro mucho. ¡Muchísimo! Pero había visto como asesinaban a Helena, ante
mis propios ojos, sin poder evitarlo, sin poder hacer nada.
Buscando
instintivamente un pañuelo de papel, que no tenía, encontré en mis bolsillos un
trozo de papel doblado. No era mío. Mis pertenencias, el móvil seguro de Bruno,
mi pistola, mis papeles, la foto mía de adolescente… todo se había perdido,
seguramente al haber sido capturada por Saúl en las ruinas del Palacio del Teócrata.
Estuve tentada a tirar ese papel, pero en seguida comprendí que era algo
importante. Lo abrí y sí que lo era:
Era
una carta, escrita y firmada por Helena. ¿Escrita por una ciega? Los ciegos
podían leer y escribir, pero en su propio alfabeto de símbolos… ¿Cómo podía ser
una carta de Helena? ¿Era una nueva
trampa, una tomadura de pelo? Aunque pensándolo bien, Helena no era una ciega
cualquiera… quizás ella sí podía escribir usando nuestro alfabeto. Me fije en
el texto: estaba escrito todo en mayúsculas, supuse que era más sencillo que
con minúsculas, y con gotas de tinta corrida, probablemente provocadas por
puntuales lágrimas –aunque una parte, casi al final del texto, estaba mucho más
emborronada-. Olfateé la carta… tenía un aroma que me recordaba a Helena. ¿Era
realmente de ella?
¿Y
cuándo me la había dado? No después de rescatarme de la tortura. En todo ese
tiempo me hubiera dado cuenta, por muy atontada que estaba por los golpes que
ella misma me había dado. ¿Entonces cuándo? ¿Entre Vancouver y Cáledon, mientras
aún duraba el efecto de la droga que nos habían suministrado y yo estaba
inconsciente? Era lo más probable, pero, no sé: quise creer que había sido
durante el sueño en el que ella yacía conmigo, en el que hacíamos el amor.
Me
puse a leer la carta:
11.9
"NO HA
HABIDO DESCANSO EN MI VIDA, EXILIADA... SI A LO QUE HUBO DESPUÉS DE LA MUERTE
DE MI FAMILIA SE PUEDE LLAMAR VIVIR. PERO NO ERA CONSCIENTE DE LO VACÍA Y
LAMENTABLE QUE ERA MI EXISTENCIA HASTA QUE TE CONOCÍ. LLEVABA TIEMPO PLANEANDO
ALGUNA MANERA DE VENGARME DE SAÚL. CREO QUE TENÍA ESE DESEO DESDE EL MISMO
INSTANTE EN QUE ME ORDENÓ ACABAR CON MI FAMILIA. PERO TÚ ME ENSEÑASTE A VOLVER
A AMAR. ¡HA SIDO TODO TAN RÁPIDO! ¿CÓMO ES POSIBLE? ¿QUÉ HAS VISTO EN MÍ? ¿QUÉ
HE SENTIDO EN TI? TODO HA CAMBIADO.
NO LOGRARÉ ELIMINAR MI MANCHA HASTA QUE YO NO HAYA
MUERTO. LO SÉ. PERO ME GUSTARÍA PENSAR QUE MORIRÉ HONRANDO A MI FAMILIA. ME
GUSTARÍA PENSAR QUE SERÉ CAPAZ DE CONSEGUIR SU PERDÓN SI ACTÚO DE MANERA
CORRECTA. CREO, Y SINCERAMENTE TE LO DIJO, QUE ESO PASA POR SALVARTE, POR
AYUDARTE, POR TU VICTORIA Y LA DERROTA DE MI AMO. SÍ, SIGUE SIENDO MI AMO...
PERO TÚ ME HAS LIBERADO.
Y AHORA
CORRO A LIBERARTE A TI
TE AMO".
Así
terminaba la carta de Helena. Me liberó... Y ha borrado su mancha. ¡Una mancha
muy oscura! Cuando leí la confesión del asesinato de su familia... ¡Me
horrorizó! Me cuesta describiros lo que sentí en ese momento.
Sabía
que, al igual que Pablo, su pertenencia a las BAB inevitablemente significaba
que ella había cometido crímenes terribles. Y, probablemente, crímenes contra
bolcheviques como yo. Pablo torturaba hasta la muerte... Pablo liberó a una
bolchevique asesinándola. ¡Pero matar a su familia! ¡Y de esa manera! ¡Aplastar
con sus manos a su hermano casi recién nacido! ¿Qué clase de persona podía ser
capaz de semejantes actos? ¡Un monstruo! ¡Sólo un monstruo!
Y
sin embargo... me había enamorado de ella. Me había enamorado de una brutal
asesina. Y confiaba ciegamente en un torturador. Desde mi regreso me había
rodeado de auténticos desechos sociales: Seres humanos embrutecidos hasta la
médula por las BAB, por la reacción. Es verdad que también estaban Bruno, Roger
o Melisán... Pero ¡Joder!
Yo
no creo en la redención religiosa. Yo creo que el que la hace la paga. Pero hay
muchas formas de pagarlo.
Un
maldito capitalista, responsable real, verdadero, de estrujar al máximo, en
tiempo y ritmo a sus trabajadores o de envenenar a los pobres con productos
básicos en mal estado, pero más rentables o de contratar sicarios para asesinar
a los sindicalistas que protestan por sus excesos… por mucho que diga
arrepentirse, o implore perdón… No soltaría ni una lágrima por él si un
justiciero le abriese la tapa de los sesos.
Pero
en un engañado, en un paria manipulado, violentado… responsable directo, pero
irresponsable intelectual… un arrepentimiento sincero, dispuesto a reconstruir
lo que con sus actos ha contribuido a destruir… En ese caso, puede que esa
acción de reconstruir, sincera y leal, sea una buena forma de pagar por sus
crímenes… como creo que es el caso de Pablo.
Para
Helena, ella estaba convencida de que sólo su sacrificio podía aliviar su dolor
y su vergüenza. Helena era otra víctima más de la corrupción de esta
sociedad, una sociedad enferma dominada por corruptores, dominada por ladrones
de almas que se esconden detrás de sus monstruos de Frankestein, mientras sus
criaturas ejecutan sus locuras.
Pero
otro aspecto también me hizo reflexionar, aunque no en ese momento, sino mucho
más adelante: Si dos destacados militantes de las BAB, a pesar de toda su
instrucción, a pesar de todo el lavado de cerebro que tenían que haber sufrido,
eran capaces de romper con sus mandos, faltar a sus juramentos y ayudar a una
enemiga declarada como yo... eso demostraba que el gran cuerpo de élite, que
los soldados especializados en asesinar bolcheviques, mimados, reeducados, aislados
y privilegiados... no son todopoderosos. Si sus ideas podían ser vencidas, si
podía llegar a existir duda en sus cabezas, ellos podían desmoralizarse y ser
derrotados. ¡Hasta ellos sucumbían a la realidad!
Había,
además, otras dos cuestiones que la carta de Helena también dejaba entrever:
En
primer lugar que no era sólo una sospecha que el difunto Gúlik, dirigente de
Sangre y Fuego, realmente estaba en connivencia con las BAB y con el consorcio
Cia+Fia. Saúl sabía que iban a lanzar la ofensiva y pretendía utilizarla
políticamente. Tenía que preguntar a mis compañeros qué había sucedido desde
que abandonamos Tímberlane.
La
segunda cuestión era la que, en ese momento, me preocupaba más: Saúl sabía de
mis objetivos, conocía la ruta que había seguido para encontrar a los
ex-dirigentes bolcheviques... Mucha gente en New Haven y Davenport habían
sufrido por ello... No creo que fuera Helena la chivata, aunque parecía que Saúl
se había enterado de todo sólo cuando yo estaba en Tímberlane, o a punto de
llegar a Tímberlane. Poca gente conocía mi plan de ir a Vancouver después de
visitar Tímberlane. La ex-dirigente Marian había pagado con su vida la
emboscada tendida por las BAB...
Alguien
me estaba traicionando.
11.10
Con
la furgoneta dimos un buen rodeo por toda la ciudad para finalmente volver a La
Colmena. Allí nos refugiamos en un nuevo piso franco. Yo necesitaba que me
trataran las heridas, no dejaba de sangrar y me encontraba muy débil. Cayo
tampoco estaba nada bien y Pablo, aunque había jugado un papel protagonista en
la huida de la sede de las BAB, también estaba tocado. Necesitaba descansar.
En
el piso nos esperaba Víctor. Tenía mucho mejor aspecto que cuando nos
separamos, él camino de Cáledon y yo de Vancouver. Estaba impecable vestido con
un traje de pana similar al que llevaba cuando le conocí, limpio, peinado,
perfumado, también afeitado, salvo su característico mostacho blanco, eso sí, bien
arreglado. Parecía todo un caballero, honorable, impoluto, como si la suciedad
del mundo no le afectara.
Mi
reacción al verle fue de ir a abrazarle. Necesitaba calor humano. Era pensar en
Helena y volvía a llorar. Pero fue acercarme al anciano, e incluso llegué a
extender tímidamente los brazos, y me paralicé. No era posible. Su mirada era
la habitual, su gesto, el de siempre... una mezcla de superioridad y frialdad,
pero con un toque paternal... No sé, no quería mancharle y no creía que él
comprendiera que necesitaba un abrazo suyo. Su saludo fue seco:
-Bienvenida
Exiliada. Me alegro de que hayas sobrevivido.
Pablo
se dio cuenta de mi contrariedad y de mis necesidades. Con un brazo me cogió
por los hombros y con el otro me acarició. Yo me dejé llevar. Creo que, una vez
más, me puse a llorar. Así me llevó adentro del piso.
Sulem
y Melisán se quedaron con nosotros para ayudarnos. Al parecer la semita Sulem
tenía ciertos conocimientos como enfermera amateur, suficiente para curarme de
los golpes y volver a cerrarme la herida. En cuanto Cayo y Pablo había que tratar
las quemaduras en su cuerpo causadas por las descargas eléctricas y darles una
solución salina para cortar la deshidratación provocada. Los demás se fueron.
Intenté
dormir y descansar un poco, pero no pude dejar de pensar en Helena.
11.11
Di
vueltas y vueltas en la cama. No podía dormir. Tenía gravado en fuego el
recuerdo, primero, de Saúl rompiendo el bastón de Helena, entonces ella, del
impacto, perdía el equilibrio y caía desarmada. En ese momento, el coronel de
las BAB atravesaba a mi amada Helena con sus cuchillos. Pero tampoco podía quitarme de la cabeza el
contenido de la carta, a la que incluso le había dado forma de imágenes, como
una película, en la que Helena cometía con su familia todas las barbaridades
que me había descrito.
Esos
recuerdos se repetían en mi cabeza una y otra vez, una y otra vez. ¡Tenía tantas
ganas de llorar!
-
Ella te quería - me dijo Pablo, susurrando para no despertar a los demás. Me
había visto destrozada y sabía que necesitaba su apoyo -. Yo tardé en darme
cuenta, fue Roger quien me lo dijo.
-
Ella hizo cosas horribles - le respondí sollozando.
-
Como todos en las BAB. Ya te conté lo que yo hacía. Me imagino que ella haría
también tremendas brutalidades. Te lo justifican, te lo explican... Te llaman
héroe y te dicen que es lo correcto y te dicen que estás salvando la República,
y te prometen una jubilación dorada, y te aíslan de la gente normal y sólo
tratas con otros BAB y acabas creyendo que todos los que no son BAB son tus
enemigos y que quieren matarte porque te odian y quieren destruir la República.
-
Es impresionante que tú y ella lograrais romper con todo eso – Fue en ese
momento cuando comprendí la tremenda importancia que sus actos tenían.
-
Sí. Pero es muy duro. Es verdad que rompes, pero sigues siendo un BAB y no
encajas con nada, ni con nadie. ¡Hasta que apareciste tú! A mí me has salvado,
y estoy seguro de que a ella también.
-¿La
he salvado? - le dije incrédula con los ojos inundados de lágrimas.
-Sí.
Ella se sacrificó, y sé que lo hizo porque… Mira: Helena podría haber
continuado luchando, al menos por un tiempo. Lo sé. Pero sabía que iba a ser
derrotada igualmente y que si continuaba luchando, nosotros no nos hubiéramos
ido y, al final, nos hubieran matado a todos. Así que aceleró adrede el
desenlace para que escapáramos de una vez. Ella se sacrificó y lo hizo porque
tu vida, el que tú continuaras luchando, era para ella lo más importante.
¿Quieres mayor muestra de amor?
No
sé cuándo concilié el sueño. Fue en algún momento en el que reproducía el instante
justo de su muerte, pero con un cambio: su sonrisa. ¡Ahí estaba! Había girado
su cara hacia donde yo estaba y me miraba sin verme y me sonreía. Saúl estaba a
punto de asesinarla, pero ¡me sonreía!
-
Porque tú me salvaste - me explicó Helena en sueños, reproduciendo las palabras
de Pablo.
Y
me vi de regreso a Tímberlane. En aquellas colinas que rodeaban la fábrica de
armamento. Era de noche y el cielo estaba lleno de estrellas. Helena, sin el
hiyab, mostrándome su hermoso cabello negro azabache y ondulado, se me acercó y
me besó en la boca. Noté sus labios dulces y con sus manos llevó las mías hacia
sus cabellos para que los tocara, para que los acariciara.
-
Quería despedirme - me dijo y me volvió a besar.
Me
puse a llorar sobre su hombro. Helena me acariciaba y me daba pequeños besos en
mi cabeza.
-
No quiero perderte. - le dije.
-
Y no me perderás. Siempre estaré contigo mientras me recuerdes y honres mi
memoria no traicionándote a ti misma. Te debo mucho. ¡Me has salvado! Y no sólo
eso. Eres muy importante. La gente te sigue, te escucha. Saúl lo sabe y por eso
te persigue. A veces un individuo puede marcar la diferencia. Si sobrevives, si
resistes, habrás ganado. Entonces mi sacrificio habrá tenido sentido. Confío en
ti.
-
Antes de la tortura, antes de que murieras... ¿Hicimos el amor, o lo soñé?
-
¿Tú qué crees que pasó?
-
Yo quiero creer que sí que lo hicimos. Fue ahí cuando me diste tu carta.
-
Pues guarda ese recuerdo, ese momento íntimo.
Nos
giramos y nos vimos a nosotras mismas haciendo el amor. Era en el mismo cuarto
donde yo creo que había sucedido realmente: Estábamos las dos tumbadas y
desnudas sobre mi camilla, besándonos y acariciándonos. Una sensación
tremendamente agradable me recorrió el cuerpo y entonces me desperté con el
sabor de sus labios en mis boca como si me hubiera dado un último beso de
despedida.
"Nunca
te olvidaré"
FIN
DEL CAPÍTULO 11.
No hay comentarios:
Publicar un comentario