9. EL TERRORISTA
9.1
Cayo
-mejor dicho, Ran- y Raia nos sacaron de la cama antes de que amaneciera.
Aun
me dolía la herida, por muchos analgésicos y antiinflamatorios que tomara. Me
pregunto cómo podían Víctor y Helena ocultar el dolor de sus respectivas
heridas. Pensé en la guerra, en las heridas en el frente, en los compañeros
desgarrados por las balas y la metralla... Cuántas veces me torturaría en aquel
entonces, comparando mi flojera heredada del exilio con la robustez que había
demostrado durante la guerra.
Por
fin podía conocer la base de Sangre y Fuego más allá de la enfermería donde me
trataban/recluían. Parecía un bunker subterráneo formado por sólidos túneles metálicos
bien iluminados. Recordé los subsuelos de la Casa del Pueblo de New Haven, el
refugio de Roger. ¡Qué contraste! Aquí había dinero y, sospechaba que no era
solo de las contribuciones voluntarias de sus abnegados militantes.
Ran y Raia nos guiaron por varias salas que parecían arsenales de armas, también había un laboratorio, supuse que para preparar explosivos, roperos para disfraces, una zona desde la que se oían disparos y que deduje que era un campo de prácticas de tiro... Seguimos avanzando hacia un garaje.
Además
de la amplitud de la base, también me sorprendió el trasiego, las idas y
venidas de sus militantes. ¿Cuántos eran? Parecían un grupo numeroso, pero muy
diferente de los semitas de New Haven, o los estibadores y jóvenes de
Davenport. Los miembros de Sangre y Fuego eran mayoritariamente jóvenes. La
excepción eran algunos militantes más veteranos como Ran o Raia y desde luego Gúlik.
Eran jóvenes bien alimentados, sanos y atléticos, elegantes en sus movimientos,
vestidos con ropa moderna, “alternativa”, pero cara… muy aseados, ¡incluso
perfumados! No parecían terroristas, sino más bien estudiantes universitarios
de buenas familias. Eso sí, parecían maleducados, de hecho cuando se cruzaban
con nosotros nos lanzaban miradas altivas de desprecio y soberbia. Reconozco
que me generaron una honda antipatía, aunque probablemente me dejaba llevar por
antiguos prejuicios. Reconocía su valor por continuar luchando contra el
gobierno cuando nosotros estábamos derrotados o rendidos… También sabía que
tras aquellos jóvenes había una sed de justicia tan grande como opresivo, e
incluso xenófobo era el gobierno republicano… pero no podía dejar de
cuestionarme si esa gente podía conseguir realmente la independencia de Arrania.
En
el garaje nos hicieron subir a una furgoneta parecida a la nuestra, pero más
nueva, moderna, equipada y de color gris metálico. Había varias similares allí
aparcadas. Un muchacho de la edad de Pablo nos esperaba para conducirla. Raia subió
de copiloto. Los demás montamos por atrás. Era mucho más confortable que la
nuestra. Pensé que mi herida agradecería ese confort.
Estaba
equivocada en una cosa. No estábamos bajo tierra. Nos encontrábamos en una
cadena de montañas que casi rodeaban Tímberlane. La base estaba escavada y
construida entre las rocas de la cadena montañosa. ¡Vaya obra de ingeniería! Volví
a comparar los recursos de los independentistas arranios con los que contábamos
en el Partido Bolchevique. ¡Lo que hubiéramos podido hacer con todo aquello!
Extendí la comparación a la precaria Red de Bruno, incluso sumando los ingenios
tecnológicos de Roger... ¡Qué rabia!
9.2
No
bajamos de las montañas. La furgoneta bordeo por sinuosos caminos de aquellos
picos rocosos, desnudos de vegetación, que rodean Tímberlane.
-
En el pasado - comenzó a explicarnos Raia-, estas colinas que rodean Tímberlane
eran un vergel de fauna y flora... Ahora están muertas, completamente muertas.
El cinturón industrial de la ciudad, con su contaminación, y la extracción de
mineral de hierro, acabaron con todo. Envenenaron los ríos, las aguas, los
bosques... Murieron los animales y las plantas... ¡Cuánto tardaremos en morir
los arranios!
La
furgoneta se detuvo en una especie de mirador. Bajamos. Allí nos esperaba otros
dos jóvenes. Desde donde estábamos había una impresionante vista de los polígonos
industriales de Tímberlane, muy cerca del puerto. En primer plano destacaba una
fábrica muy grande con varias naves, talleres y en la que debían de trabajar
cientos de personas.
-
Es una de las mayores fábricas de armas de toda la República - nos indicó Ran -.
Fabrica los fusiles de asalto del ejército republicano, munición de varios
tipos, cañones de distintos calibres y varios modelos de tanques y tanquetas.
Pertenece a Cia+Fia.
-
¡No pensareis poner una bomba allá abajo! ¡Podéis matar a decenas de obreros
inocentes!
A
Raia se le iluminó la cara mientras me sonreía con malicia. Ran, en cambio, avergonzado,
agachó la cabeza.
-
¡Esos que tu llamas obreros, son unos mercenarios que se venden por cuatro
perras a uno de los mayores consorcios republicanos! - los argumentos de Raia
eran propios de una loca.
-¡La
mayoría ni siquiera hablan arranio! - otro de los miembros de Sangre y Fuego
hizo su "brillante" aportación.
-
No te preocupes, querida bolchevique, no sólo aquí golpearemos a los opresores.
Sangre y Fuego va a lanzar la mayor ofensiva nunca vista. ¡Una ofensiva contra
los opresores que dejará a vuestro amado Jaime a la altura de lo que realmente
era, un social-centralista renegado!
Social-centralista...
Así nos llamaban los independentistas arranios a los bolcheviques. Decían que éramos
igual de traidores que la socialdemocracia, que nuestro radicalismo era falso y
que queríamos preservar la opresión sobre Arrania... Con estos
"argumentos", nos reventaban actos públicos, agredían a nuestros
militantes y llegaron a colaborar con ricos empresarios arranios, incluso con
fascistas, para derrotarnos.
-
¡Es una locura! No participaré en una masacre.
-
¡Escucha, Exiliada! - era Ran quien ahora hablaba - ¿Es muy distinto a las víctimas
inocentes de la guerra? Los arranios sufren una dura represión. Muchos de los
suyos han sido detenidos, torturados y asesinados por hacer una pintada, o por
hablar en su idioma a una autoridad... Durante mucho tiempo intentaron métodos pacíficos
y sólo lograron más represión y más muertos. Entiendo que no comulgues con
estos métodos, pero piensa que ahora mismo sólo Sangre y Fuego mantiene la
lucha contra el fascismo. ¡Son los únicos que luchan! Si logran golpear al
gobierno, eso será positivo para todos.
No
me podía creer que estuviera escuchando esas palabras por boca de Cayo.
-
¡Escucha, Exiliada! - insistió ante mi asombro - No nos juzgues a la ligera.
¿Ves a Raia? Su hermano mayor no tenía nada que ver con la política y un arranio
renegado le delató a las BAB. Le torturaron hasta la muerte, pero no dijo nada.
Gúlik perdió a su esposa y a su hijo bebé en las comisarías de la policía.
Todos los patriotas que ves podrían relataros cientos de historias de muerte y
traición. Y aquí están, haciendo lo posible contra un enemigo muy poderoso.
-
¡Me empiezo a cansar, guapita bolchevique! - y Raia sacó una pistola que
guardaba - O nos ayudáis o moriréis, y no solo vosotros, también Ran - y apuntó
a Cayo -, que pese a sus bonitas palabras, sabemos que era un simpatizante de
los bolcheviques y creemos que os conocéis.
Raia
apuntó con su pistola a la cabeza de Cayo que, visiblemente sorprendido, se
limitó a levantar las manos. Los demás nos vimos rodeados por cinco fusiles
empuñados por las decididas manos arranias. Pablo y Helena parecían dispuestos
a luchar, pero entre Víctor y yo les tranquilizamos, conscientes de que los
militantes de Sangre y Fuego no bromeaban con la posibilidad de matarnos.
Nos
hicieron subir de nuevo a la furgoneta y desde allí volvimos a la base secreta
donde tenían que preparar los últimos detalles antes de iniciar esa noche la
ofensiva. Mientras tanto todos nosotros -Cayo incluido- esperaríamos, incomunicados,
en una celda.
Antes
de que Raia cerrara la puerta de la celda tras nosotros, Víctor rompió su
silencio y se dirigió a la joven militante.
-
Hazte un favor Raia: pregúntale a mi sobrino, pregúntale a Gúlik, si realmente
su esposa y su hijo murieron en las comisarías como decís, o si llegó a un
acuerdo secreto para salvarles y sacarles del país.
9.3
Y
allí estábamos los cinco, encerrados en una celda pequeña, oscura y húmeda. Yo
estaba paralizada: sentada en una litera con la cabeza hundida entre mis
brazos, no sabía qué hacer, todo aquello me estaba superando. Parecía que no
sabía hacer otra cosa que ir de celda a celda (y tiro porque me toca) ¡Qué
frustrante! Al menos aún no había terminado en una nueva alcantarilla. Pero lo
peor era la transformación de Cayo. Ese abandono tan flagrante de los
principios del Partido... Nunca lo hubiera pensado. Al fin y al cabo los
perdidos, los desertores de la causa ¡éramos nosotros! los que seguimos a
Jaime... Cayo se había mantenido fiel al Comité Central.
Como
si supiera que estaba pensando en él -quizá se me escaparon unas cuantas
miradas de entre sorpresa, miedo y desprecio- Cayo intentó una aproximación,
pero Helena se interpuso.
-
¡Aléjate de ella!
Helena
no me veía, pero no lo necesitaba para saber que yo no me encontraba bien. No
era sólo la herida de bala que no se terminaba de cerrar. Era sobre cualquier
otra cosa, la herida que Cayo me había producido. No sé... Al estar en New
Haven, al luego ir a Davenport... Cuando me encontré con Orestes y Luisma
-sueños aparte- era como si cumpliendo la misión de Verónica me fuera
encontrando mejor conmigo misma, como si por fin abandonaba el exilio.
Pero
con Cayo...
-
¡Aléjate de ella! - le volvió a gritar Helena. Helena quería protegerme.
-
Perdonadme - me rogó Cayo-, ¡perdóname veja amiga!
-
¡Ahora somos viejos amigos! - me levanté furiosa y me encaré a Cayo. Fue Pablo
el que ahora trató de evitar una pelea tratando de separarme de mi
"amigo".
-
¡Perdóname! - era la única palabra que Cayo era capaz de pronunciar.
-
¡Cómo has podido! ¡Y tú y los tuyos os jactabais de que erais los bolcheviques!
¡Que nosotros éramos unos traidores!
-
¿Qué querías que hiciera? - por fin trató de explicarse - La república destruyó
el Partido. Cuando te presentaste ante nosotros fue la última reunión que
celebramos en nuestra sede del Smolny. Entonces vino la persecución, la
purga... Tratamos de ponernos a salvo... A instancias de Verónica intentamos
volver a reunir al CC para reorganizar el Partido en la clandestinidad. Fue una
masacre. Las BAB irrumpieron en la reunión a tiros, como si nos esperaran... La
mayoría de los compañeros fueron abatidos, allí mismo. Nosotros, Orestes,
Luisma, Marian y yo sobrevivimos porque estábamos presidiendo la reunión, de
cara a la puerta y los vimos entrar. No sé quién, Víctor creo, tiró la mesa y
nos pudimos refugiar allí... ¡Fue horrible! A él le alcanzaron, se murió en mis
brazos... Pensaba que también habían alcanzado a Verónica... Un compañero muy
leal, Acadio, nos ayudó a escapar por una ventana... A él también lo mataron.
Cayo
estaba desgarrado. Se puso a llorar.
-
¡Qué querías que hiciera! ¡Estaba solo! Orestes es todo lo que quieras... pero
era el secretario general, y tras esto, estaba perdido. No sabía qué hacer.
Luisma peor, nos dijo que lo dejaba, que se iba. Marian estaba como obsesionada
con el inicio de la guerra y no quería saber otra cosa que buscar a no sé qué
profesor liberal…
-
Y tú te juntaste con los liberales con bomba.
-
¡Nadie luchaba! ¡Ellos sí! Siempre han luchado, nunca se han rendido. Nosotros explicábamos
que los independentistas arranios agrupaban a decenas de jóvenes
revolucionarios, decididos, dispuestos a entregar su vida por la causa... ¡Y es
cierto! Es gente muy luchadora, muy comprometida.
Todos
los bolcheviques, al comenzar a militar solíamos idealizar a los arranios: Eran
los guerrilleros, los consecuentes, con un par de huevos, luchadores
abnegados... Todo eso era cierto, pero seguían métodos equivocados y sus
dirigentes nos odiaban e inoculaban a su gente prejuicios y mentiras sobre
nosotros. Nosotros ganábamos a arranios de los barrios obreros de Tímberlane,
la mayoría emigrantes o hijos de emigrantes y Sangre y Fuego reclutaba a los jóvenes
de capas medias y de los pueblos y ciudades intermedias del interior. Sólo
Jaime logró atraer a un sector importante de la militancia independentista con
su lucha militar contra el fascismo.
-
Estaba sólo, no tenía a nadie... -sollozaba Cayo.
-
Y cómo crees que me sentía cuando acudí a vosotros. Cuando tú me exiliaste – le
reproché.
-
Pero tú eres más fuerte que yo. Siempre lo has sido. Por qué crees que tú
seguiste a Jaime y yo me quedé con la mayoría del CC. En secreto te envidiaba
por haber tenido las agallas de ir a la guerra. Yo no me atrevía.
-
Siempre pensé que nos acompañarías... - recordé la tremenda decepción que sentí
cuando supe por Jaime que Cayo no vendría con nosotros.
-
Pero además fuiste la única que rompió con Jaime al terminar la guerra
antifascista, que te negaste a luchar en una guerra civil suicida y que tuviste
el valor, la dignidad, de volver y comparecer ante nosotros.
-
Leí las actas de la reunión. Cuando me fui dijiste cosas muy bonitas de mí.
-
¿Las leíste? ¿Las conservaba Verónica? Bueno, da igual... Sí. Estaba... Estoy
convencido de que si alguien podría reconstruir el Partido sólo podrías ser tú.
Siempre conectaste muy bien con la gente, siempre has logrado acercar a la gente,
organizarla a tu alrededor... Mira en estos últimos viajes, no estás sola...
Esa semita ciega daría su vida por ti y este muchacho también te tiene en un
altar... Y luego está - se quedó mirando a Víctor extrañado.
-
Sí, soy el tío de Gúlik, de ahí el parecido. Pero mucho antes de que entraras
en el CC yo era militante bolchevique - le explicó Víctor.
-
Fue el responsable de formación de Jaime.
-
¿Ah, sí? No te conocía. Sí oí hablar de ti. Verónica insistía en que tú eras en
gran parte responsable de la caída de Jaime. Creo que Orestes y Luisma opinaban
como ella. En todo caso, lo que quiero decir es que tú sí podías construir un
nuevo Partido y por eso apoyé tu exilio, para tratar de protegerte de todo lo
que iba a suceder aquí. Conociéndote, era la única manera de que te fueras.
-
No todos pensaban como tú.
-
Ya. Cada uno tenía sus razones. Verónica estaba despechada... A Orestes siempre
le ha costado reconocer sus errores... Es posible que Luisma ya estuviera
entonces desmoralizado… Estábamos condenados. Con el exilio te protegíamos. Yo
sabía que volverías y reconstruirías el Partido.
-
Y por qué no lo has hecho tú, en lugar de juntarte con Sangre y Fuego.
-
¡Quería hacerlo!, pero estaba solo y no sabía cómo hacerlo. Por eso me acerqué
a Sangre y Fuego. Ellos seguían luchando. Gúlik me ha obligado a cometer
barbaridades para ganar su confianza, pero no ha sido suficiente. Hace poco un
viejo arranio me reconoció como un bolchevique. Pensé que había logrado que le
tomaran por un viejete medio loco, pero está claro que Gúlik le dio credibilidad
a sus acusaciones.
Cayo
se sentó donde yo antes había estado. Ahora era él el abatido, hundido, con los
ojos rojos de llorar.
La
verdad es que toda esa información se agradecía. Ya pensaría luego en todo
ello, eso de reconstruir el Partido y todo eso. Pero ahora teníamos que pensar en
qué podíamos hacer ahora.
9.4
-
Deberíamos ayudarles... No tenemos muchas otras alternativas - Cayo lo decía
agachando la cabeza, consciente de que sus palabras agrandaban aún más el
abismo que nos separaba.
-
Creo... – era Víctor el que ahora opinaba - Creo que tiene razón. Sé que
morirán muchos obreros inocentes... Sé que contradice todo por lo que hemos
luchado, pero... Mi sobrino me garantizó que si le ayudábamos nos dejaría
marchar y cumplir con nuestra misión. Al fin y al cabo, todos estamos en contra
del gobierno republicano.
-
¡No! Si lo hacemos... Terminaremos por justificarlo... ¿Eso te pasó Cayo? No.
No estoy de acuerdo, prefiero que me maten.
Todos
se quedaron boquiabiertos tras mis palabras. Pasaron los minutos. La
preocupación, los nervios y la tensión no dejaban de aumentar. El tiempo se
consumía y pronto anochecería.
-
Puedo comunicarme con Saúl.
La
revelación de Helena me impactó como un puñetazo en la cara.
-¿Cómo
has dicho, ciega? - Víctor reaccionó con una tremenda furia, más si cabe porque
después de los acontecimientos en Davenport sus sospechas por la asesina de las
BAB habían remitido.
-
No, no, esperad... Puedo ponerme en contacto, pero no lo he hecho, no lo he
hecho hasta ahora. Puedo hacerlo, si queréis.
-
¿Nos has estado engañando? - Víctor no se creía las palabras de Helena.
-
No, creedme. Sólo necesito cualquier teléfono, móvil, red de
comunicaciones... Conozco una clave secreta que me comunica directamente con Saúl.
Desde que estoy con vosotros no la he usado, en serio, pero puedo hacerlo.
Podemos revelar los planes de los terroristas y evitar que asesinen a
inocentes.
-
Da igual Helena - Pablo parecía creer a Helena, el pasado común en las BAB
parecía haber creado un cierto vínculo entre ellos-. Seguimos igual. El móvil
de Bruno está fuera, con nuestras armas, tu bastón, los papeles, las llaves de
nuestra furgo... Lo tienen todo ellos.
-
Pero si les prometemos colaborar podemos exigir que nos devuelvan nuestras
pertenencias - explicó Helena.
-
Esperad un momento - intervine -. No soy una terrorista, pero tampoco soy una
chivata. No voy a delatar a Sangre y Fuego a las BAB.
-
De esa manera podemos evitar que estos locos asesinen a vete tú a saber cuántos
inocentes - Pablo parecía un firme defensor de esta salida. Su formación BAB
seguramente había creado un profundo y justificado rechazo a todo lo que
pareciera terrorismo.
-
Si les delatas, el nombre del bolchevismo quedará manchado para siempre en
Arrania - Víctor y Cayo se oponían tajantemente a recurrir a las BAB.
El
grupo estaba dividido. Cayo y Víctor por un lado, dispuestos a ayudar a Sangre
y Fuego. Helena y Pablo contrarios a colaborar con una matanza y partidarios en
recurrir a las BAB. Y yo estaba en medio.
Ayudar
a Sangre y Fuego era una locura. Moriría mucha gente inocente y además yo sabía
que no sólo iba a ser una acción criminal, sino que además sería una acción inútil.
Los atentados y las muertes lejos de debilitar a la Republica les darían más
argumentos para reforzar la represión, los poderes dictatoriales del Primer
Ciudadano, y la ocupación militar de Arrania.
Pero
delatar tampoco era una opción. Si colaborábamos con las BAB, no solo también morirían
inocentes y no se evitaría una tremenda represión, sino que además en el futuro
el bolchevismo no levantaría cabeza en Arrania... Seríamos por siempre tildados
de traidores. A parte de que una decisión así –ponernos en contacto con Saúl- tendría
sus consecuencias y su propia dinámica impredecible.
9.5
Por
fin llegó el momento fatídico. La puerta de la celda se abrió y dos militantes
de Sangre y Fuego, armados, nos indicaron con la punta de sus fusiles que saliéramos.
A fuera, tras atravesar un pasillo angosto nos encontramos con Gúlik y Raia y
un grupo bastante grande de activistas, todos armados y preparados para la
acción.
Había
meditado mucho sobre aquel momento. No podía ser cómplice de la organización de
varias acciones armadas que no iban a conseguir ninguno de sus objetivos. La
independencia de Arrania sería mucho más difícil de conseguir después de
aquella noche. Además el enfrentamiento sectario entre nativos arranios y
emigrantes aumentaría, se envenenaría... Sangre y Fuego estaba cayendo en la
trampa de la República de eliminar derechos y militarizar el país utilizando al
enemigo interno y externo. Toda la desesperación y rabia de los arranios
activistas no justificaba el tremendo error que iban a cometer. Me fijé en Gúlik.
Parecía sonreír, disfrutar aquel momento. Miré a Raia. Devoraba con los ojos a
su líder. Era un grupo muy compacto, muy cerrado. Mis palabras no causarían
ningún efecto positivo.
Pero
tampoco podía delatarles. Estaban equivocados, profundamente equivocados, pero
eran luchadores. Los únicos que habían resistido en la lucha tras la derrota de
Jaime. Muchos de ellos eran bolcheviques en potencia, dispuestos a dar sus
vidas por una causa que creen justa y necesaria. No era casualidad que Gúlik
odiara a Jaime. Las acciones decididas y audaces habían logrado lo que el
paciente trabajo de Orestes no había conseguido: crear una brecha entre los
independentistas arranios y atraer al bolchevismo a los mejores.
Lo
pensé mejor. No era justo contraponer en ese punto a Jaime y a Orestes. Era muy
probable que las acciones de Jaime no hubiesen tenido ningún efecto sin todo el
trabajo previo de Orestes.
En
cualquier caso, si les delataba, cualquier posibilidad de reconstruir el
Partido en Tímberlane sería a costa del odio de aquellos muchachos que además
no solo nos acusarían de social-centralistas, sino que podrían alegar que ante
la gran ofensiva "definitiva" -según ellos mismos- una bolchevique
les había denunciado a las BAB. No era algo que afectara solo en Arrania... El
bolchevismo no levantaría cabeza en toda la República.
Pero
había otro problema. Mi inacción tampoco era una solución. Dejar que me
mataran, o que me apartaran de todo, puede que mis manos no se mancharan de
sangre, pero mi conciencia sí. Yo no sería capaz de sentirme cómplice de una
matanza, aunque mi delito fuera no hacer lo imposible por evitarla.
Tomé
una decisión. Con discursos e ideas no les detendría. Con una pelea allí y
ahora tampoco. Nos machacarían y seguirían adelante. Si fingía querer colaborar
con ellos podría conseguir más información y encontrar alguna oportunidad para
evitar los atentados sin tener que delatarles a las BAB. Era arriesgado, pero
era la única salida viable, al menos desde mi punto de vista.
El
problema es que sólo lo tuve claro cuando nos sacaron de la celda, cuando ya estábamos
ante Gúlik y no había podido hablar previamente con mis compañeros para
explicarles mi plan y convencerles de mi posición.
9.6
Gúlik
nos miraba con una sonrisa burlona. No me dejó hablar.
-
Así querido tío que mientras que yo te ofrezco hospitalidad y ayuda, tratamos a
tus amigos heridos, te protegemos de los que os persiguen... A la mínima
oportunidad intentas traicionarme esparciendo mentiras y calumnias,
precisamente con uno de los sucesos para mi más doloroso.
Raia
estaba al lado de Gúlik muy furiosa. Sujetaba un arma y apuntaba directamente a
la cabeza de Víctor. No le perdonaría por haber vertido, en su opinión,
semejante calumnia como la que había expresado aquel renegado.
-
Tus mentiras aquí no tienen efecto. En Sangre y Fuego nos une un vínculo que tú
no comprendes. Somos camaradas en la muerte. Nos une la muerte.
Algo
me decía, que detrás de toda la parafernalia exhibida, detrás de Gúlik, había
miedo, temor. Un temor motivado por la verdad. Víctor, en esta ocasión, había
dicho una verdad. La esposa y el hijo de Gúlik estaban a salvo, pero su liderazgo
se había construido sobre una mentira.
-
¿Tiene tu grupo ese vínculo? - continuó Gúlik- Quizá yo debería de hacer
algunas revelaciones querido tío. Explicar quién eres...
-
Hemos decidido ayudarte - gritó Víctor tratando de cortar a su sobrino. Traté
de aprovechar esa oportunidad.
-
¡Víctor tiene razón!
Gúlik
seguía sonriendo como si saboreara una victoria.
-Sabes
que los bolcheviques siempre hemos rechazado vuestros métodos –traté de
razonar-. Yo los rechazo. Creo que os perjudican y que perjudican a vuestro
movimiento...
-
¡Cállate ya listilla! - Raia reaccionaba agresiva ante mis palabras - Vosotros
los social-centralistas siempre habláis y habláis, pero nunca hacéis otra cosa
que traicionar.
-
Creo… - traté de insistir para que me escucharan pero, siempre bajo la sonrisa cínica
de Gúlik, sus secuaces ignoraban mis palabras- Creo que vuestros métodos
dividen y que favorecen a las BAB...
Uno
de los militantes de Sangre y Fuego interrumpió mis palabras golpeándome la
cara con la culata de su arma. Sentí un fuerte dolor en la boca y escupí sangre
y un trozo de diente. Escuché carcajadas.
Helena
no podía aguantar más. Escuchó lo que había pasado y supo que me habían golpeado
y que sangraba. No tenía bastón y desde la herida de New Haven no se había
recuperado del todo, pero tenía que intentarlo. Con un rápido movimiento se
adelantó hasta Gúlik pillando por sorpresa a todos los independentistas. Obligó
al líder arranio a que soltara su bastón y le quitó la pistola que sujetaba con
la otra mano. Aprisionándole por el cuello con un brazo lo retuvo apoyando en
su sien el cañón de la pistola recién conseguida. Pablo, como durante la pelea
de la noche anterior, también reaccionó. Ambos antiguos BAB, de haberse peleado
con dureza en New Haven, ahora se coordinaban casi a la perfección. Así pues,
mientras Helena reducía a Gúlik, Pablo golpeó con una patada a uno de los
independentistas y con la mano propinó un puñetazo a otro.
Víctor
y Cayo -ahora Ran- trataron de tranquilizar los ánimos cortando la pelea.
Demasiados
fusiles nos apuntaban. Helena encañonaba con fuerza a Gúlik y Pablo volvía a
estar armado. Pero esa pelea no la íbamos a ganar.
-
¡Suelta a Gúlik! - ordenó Raia.
9.7
-
Estábamos dispuestos a colaborar... - dijo Víctor visiblemente enojado. Yo, doliéndome
del golpe en la cara y escupiendo sangre asentí como pude.
-
Dejadnos salir de aquí - propuso Helena.
Raia
miraba a Gúlik. El líder de Sangre y Fuego, aprisionado por Helena, ya no
sonreía. Miró a su compañera y accedió con la cabeza a la petición de su
captora. Como gesto de buena voluntad, Raia ordenó a los otros militantes que
bajaran las armas.
-
¡Nuestras cosas! - ordenó Helena.
-
¡Soltad primero a Gúlik! - exigió Raia.
-
¿Das tu palabra, aquí ante todos tus hombres, que nos vas a dejar libre,
sobrino? - Víctor no se fiaba.
-
¡Sí! - dijo finalmente Gúlik tras forcejear con su conciencia y con la mano de
Helena que aun apretaba -. Os dejaré marchar si abandonáis Tímberlane y no delatáis
el emplazamiento de esta base, ni nuestros planes.
-
Cuenta con ello - dijo Víctor.
-
¡No, querido tío! Quiero que sea la Exiliada la que se comprometa. Tú eres un
maestro de la mentira. Quiero que sea ella la que se comprometa a no delatarnos
y a irse de Tímberlane. ¡Quiero que sea la bolchevique la que lo haga!
Gúlik
quería morir matando. Si era yo la que me comprometía, a su modo de ver era el
bolchevismo el que lo hacía. Si incumplía cualquiera de sus peticiones él
podría seguir ensuciando entre los suyos a los bolcheviques... Aunque ya no
existiera el Partido, para Gúlik seguíamos siendo su principal enemigo y por
eso había querido implicarme en los atentados. Pero pensé que largándonos con
Cayo ya encontraríamos la manera de hacer fracasar los atentados o de evitar
que fueran un baño de sangre.
-
Me comprometo, Gúlik.
Gúlik
respondió con una sonrisa.
Siguiendo
los acuerdos fijados, Helena soltó a Gúlik que se alejó de la ciega con
dificultades, hasta que uno de los suyos le acercó su bastón. Simultáneamente
uno de los militantes de Sangre y Fuego nos acercó una bandeja con nuestras
cosas: los papeles, nuestras pistolas, el bastón de Helena, el móvil seguro de
Bruno y las llaves de nuestra furgoneta que nos indicaron que estaba aparcada
en el garaje. Ya nos disponíamos a irnos y Cayo nos acompañaba cuando Gúlik se
volvió a interponer en nuestro camino.
-
Vosotros podéis iros, tal y como acordamos, pero Ran - por Cayo- se queda. Pese
a todo, es militante de Sangre y Fuego, tiene un papel en nuestra ofensiva.
¡Maldito
Gúlik! Creo que intuía que mi presencia en Tímberlane tenía que ver con Cayo.
No sólo impedía su marcha, sino que me explicaba, sin lugar a duda, que le iba
a obligar a participar en los atentados. Cayo y yo cruzamos la mirada. Yo
quería decirle que volvería a por él. Él trataba de expresarme con sus ojos que
no me preocupara, que me olvidara de todo y me fuera. Por el momento sería así.
Fuimos al garaje y nos alejamos en nuestra furgoneta.
9.8
-
Pablo, Helena. Sois los únicos que podéis solucionar este problema, vuestras
habilidades son superiores a las de los secuaces de Gúlik.
-
¿Qué quieres que hagamos? - me preguntó intrigada Helena.
-
Quiero que no les perdáis el rastro y que averigüéis a donde llevan a Cayo. Es
posible que le lleven a la fábrica de armas que nos enseñaron esta mañana.
-
¿No nos vamos de Tímberlane? - la perspectiva de combatir a Gúlik iluminó el
rostro de Pablo. Quería evitar los atentados terroristas de Sangre y Fuego.
-
No. Vamos a rescatar a Cayo y vamos a hacer todo lo que está en nuestra mano
para detener los atentados.
-
La ofensiva habrá empezado ya - Víctor no lo veía nada claro.
-
No nos vamos a rendir. Quedaos en la base y localizad a donde se llevan a Cayo.
Víctor y yo iremos a la fábrica.
-
¿Qué haremos allí? - preguntó Víctor.
-
Incendiaremos la fábrica para que evacuen a los trabajadores. Aunque no
podamos frenar los otros atentados, haremos lo que esté en nuestra mano. Cuando
sepáis algo de Cayo llamadme al móvil seguro de Bruno.
-
Tengo otro móvil - nos dijo Helena-, se lo quité a Gúlik cuando le tenía
retenido.
-
¡Ves como no sólo eres una asesina, también eres una ladrona! - le dije
bromeando y ella respondió con una amplia sonrisa.
-
Déjame ver el móvil - dijo Víctor, Helena se lo pasó.
-
Es otro móvil seguro como el de Bruno. Pero tiene un par de números guardados
en el registro de llamadas. Apuntemos esos números. Quizás nos sean útiles.
Éste primero es un número local de aquí de Tímberlane.
Víctor
me lo dijo y yo llamé desde el móvil de Bruno:
-
Cia+Fia, división Tímberlane, ¿dígame?
Inmediatamente
colgué el teléfono. Aquello no tenía sentido. ¿Gúlik hablaba con los dueños de
la fábrica a la que iban a atacar?
-
El otro número parece una clave - informó Víctor-: más, arroba, ocho, nueve,
dos, cuatro...
-
¿Uno, uno, dos, uno, uno, tres? - completó Helena y Víctor asintió - Esa es la
clave privada de Saúl.
¡De
Saúl! A Víctor se le cambió la cara. Supongo que nos pasó a todos.
-
Creo, - intervine yo dentro del estupor general- que deberíamos cambiar de
planes y quizás si tiene sentido que llames tú a Saúl, Helena.
9.9
Durante
la conversación Pablo había conducido nuestra furgoneta hacia la fábrica de
armas, el objetivo que nos había mostrado Raia. Muy cerca de allí, en un punto
en el que él consideraba que podría descubrir la llegada de los de Sangre y
Fuego sin que nos vieran, aparcó.
La
noche se cerraba. Salvo imprevistos - y tenía el temor de que la pérdida de su móvil
seguro hiciera dudar a Gúlik-, pronto llegarían los militantes independentistas
dispuestos y convencidos de iniciar su ofensiva. Faltaba saber si a la fábrica
llevarían a Cayo, o si al antiguo dirigente bolchevique lo iban a mover a algún
otro objetivo.
Pero
los vínculos de Gúlik con Cia+Fia y, sobre todo, con el coronel Saúl eran
alarmantes.
Durante
mucho tiempo habíamos sospechado que la policía republicana infiltraba agentes
suyos en las organizaciones revolucionarias. No era nuevo. A nosotros también
nos había pasado. Pero había una diferencia: cuando infiltraban a un poli en el
Partido, éste sólo podía destacar actuando como un buen bolchevique. Si actuaba
como un loco o un exaltado, si buscaba que realizáramos acciones aventureras,
enfrentamientos violentos, acciones que facilitaran la represión del gobierno…
pronto hubiéramos sospechado de él.
Hubo
un caso curioso, un supuesto bolchevique que logró sortear la pre-militancia y
llegó a convertirse en un dirigente local del Partido, creo que en una ciudad
dormitorio de Cáledon. Jaime lo descubrió y ordenó que lo fusilaran por traidor
porque sin duda había revelado información al enemigo. Pero para llegar a ser
un dirigente, este espía tuvo que ayudar a desarrollar la organización, tuvo
que ganar nuevos camaradas, tuvo que batirse en las manifestaciones, huelgas,
piquetes... Tiempo después del shock que supuso descubrirle, bromeábamos
diciendo que su “doble militancia” casi había sido rentable para el Partido ya
que para convencernos, casi había construido más que lo que sus filtraciones
habían destruido.
Pero
en un grupo como Sangre y Fuego, donde se hace culto a la violencia y a la
"valentía", pensábamos que la infiltración policial sería más sencilla.
El militante con más “cojones”, más valiente y decidido en las acciones armadas
y violentas, fomentadas e instigadas por la propia policía, podía perfectamente
ser un infiltrado. ¡Pero Gúlik! ¡El máximo dirigente!
Víctor
se mantenía en silencio. Nos dijo sentirse sorprendido, que no pensaba, no creía
que Gúlik fuera un espía. Sí nos explicó que sabía que había puesto a salvo a su
esposa y a su hijo durante las guerras y que sospechaba que había delatado a
bolcheviques de Tímberlane para eso. Pero Gúlik consideraba a los bolcheviques
más enemigos de su causa que el propio gobierno central así que incluso desde
su perspectiva, salvar a su familia a cambio de "renegados social-centralistas"
estaba justificado.
Me
sentía entre la espada y la pared. Había prometido no delatarles, irme... Gúlik
sabía que muy probablemente incumpliría mi compromiso. Él lo sabía, por eso
había accedido a liberarnos. Así si yo trataba de evitar los atentados, él
podría seguir ensuciando el nombre del bolchevismo. Dentro de diez años los
futuros militantes de Sangre y Fuego se acordarían de una maldita bolchevique
negra que no tuvo problemas en colaborar con las BAB para hacer fracasar la
Gran Ofensiva. Más odio sectario... Los dirigentes de Sangre y Fuego
necesitaban propagar odio sectario contra nosotros... No estaba decidida. Lo
medité. Lo pensé una y otra vez... Estaba nerviosa. Pero tenía que ser así. Ya
tendría tiempo de arrepentirme: le pasé el móvil seguro de Bruno a Helena para
que llamara al coronel Saúl. Al ser un móvil seguro él no podría descifrar
desde donde le llamábamos, ni desde qué numero...
Confiaba
en Helena ciegamente.
9.10
Helena
activó el móvil y utilizó la clave secreta que le ponía en contacto con el
coronel Saúl. Presionó las teclas del teléfono portátil y esperó tono.
-
Comadreja ciega, llamando a padre.
Comadreja
ciega y padre... No creo que el coronel Saúl fuera su verdadero padre, eran
simples códigos... Pero era significativo que el comandante de las BAB
utilizara el nombre en clave “padre” con sus agentes.
El
interlocutor de Helena, supuse que el mismísimo Saúl, respondió a Helena pero
le debió de hacer alguna pregunta porque Helena le respondió:
-
No señor. Me he infiltrado para ganarme la confianza de la Exiliada.
Él
sabía que ella estaba con nosotros, pero no conocía los motivos, no sabía que
ella le había traicionado. ¡Eso era bueno! El coronel debió de reaccionar con
otra pregunta porque Helena le seguía respondiendo aunque a nosotros nos hacía
un gesto como para que estuviéramos tranquilos.
No
lo estábamos, los tres nos agolpábamos tratando de oír algo. ¡Imposible!
-
No señor. Espero el momento propicio.
Víctor
puso mala cara. Dedujo que eso del “momento propicio” iba por él. Tras la
respuesta de Helena, Saúl le explicó algo a la ciega que a nosotros se nos
escapaba, porque sólo al cabo de un rato Helena pudo entrar en materia:
-
Quería informarle, señor, de algo que pienso que podrá interesarle. He
descubierto un inminente ataque de Sangre y Fuego, los independentistas
arranios, a varios objetivos importantes como mínimo en Tímberlane.
Helena
soltó la bomba, pero por cómo reaccionó, mis sospechas sobre Gúlik y las BAB se
incrementaron.
-
Pe... Pero...
Helena
no daba crédito a lo que oía. A continuación Saúl se explayó a gusto, no sé si dándole
información, si dándole instrucciones... Sólo tras un rato de espera, de
monologo ininterrumpido imperceptible para nosotros -lo que hacía que mi
curiosidad no dejara de crecer- Helena reaccionó, demostrando que la situación
tenía muy mala pinta:
-
Pe... Pero morirán civiles inocentes...
Saúl
retomó el monologo. Desde luego eso significaba que confiaba en ella porque si
no, no le daría tanta información. Sólo en dos ocasiones estuvimos a punto de oír
algo, dos momentos en que el coronel alzó la voz: una en medio de esta nueva
intervención y otra al final, justo antes de que Helena zanjara la conversación
con un “Sí, señor”, pero lo que le dijo era para nosotros un enigma.
Cuando
por fin colgó, guardamos silencio, ansiosos de que nos explicara que le había
dicho su antiguo jefe.
-
¡Todo esto es una trampa!
Y
justo entonces llegaron las furgonetas de Sangre y Fuego y de ellas se bajó el
comando dirigido por Raia. Cayo iba con ella portando una abultada mochila.
Teníamos
que intervenir ya.
9.11
Bajamos
de nuestra furgoneta y Pablo nos guio hacia la fábrica. Nos indicó que nos ocultáramos
tras una acumulación de escombros, maderas, plásticos y arena. Desde allí
podíamos ver a los militantes de Sangre y Fuego. Acababan de reducir a un
vigilante de seguridad y procedían a entrar en el recinto vallado de la fábrica
mediante una abertura en la verja que estaban haciendo en esos momentos. Se
distinguía con facilidad a Cayo por la mochila tan grande que llevaba. Yo estaba
convencida de que eran explosivos.
-
Helena y yo - dijo Pablo- podemos acercarnos sin que nos descubran. Les
pillamos por sorpresa y vosotros dos actuáis como refuerzos. La belleza del plan
radica en su sencillez jejeje.
-
Están muy bien armados y tienen a Cayo - dije yo-. Soy más partidaria de
provocar un incendio en la fábrica que alerte a los trabajadores de dentro y
active las alarmas. Aquí mismo hay un montón de material inflamable.
-
Podemos combinar ambas ideas - dijo finalmente Helena -. Víctor y tú organizáis
el incendio mientras Pablo y yo nos acercamos a Raia. Cuando prendáis fuego
venid en nuestra ayuda. Nosotros aprovecharemos la confusión que provocará el
incendio para sacar a Cayo.
Me
pareció buena idea. Teníamos poco tiempo y decidimos ponernos en marcha. Pero
cuando Víctor ya estaba recogiendo plásticos y Pablo ya se alejaba, Helena se
me acercó.
-
Exiliada, quiero decirte una cosa: Quiero que sepas que, pase lo que pase esta
noche, estoy contigo.
No
entendía nada. Helena me hablaba en voz muy baja, casi susurrando y su gesto
era muy serio.
-
¿Por qué me dices eso?
Y
sin responderme, cerró mis labios con un dedo mientras que con la otra mano se
retiraba el hiyab para mostrarme su hermosa cabellera negra y ondulada. Nunca
antes me la había mostrado. Tenía un pelo precioso. Sabía que ese gesto, de una
mujer con hiyab, tenía un tremendo simbolismo. Sin darme tiempo a reaccionar me
cogió suavemente de las manos y me las llevó a su pelo, para que la acariciara,
mientras que con sus labios carnosos me besaba.
-
Me he enamorado de ti, Exiliada – me dijo al separar los labios -. Pensaba que
nunca diría algo así.
Por
un instante me pareció que una lágrima recorría su mejilla.
Y
como una flecha, dejándome allí completamente paralizada, volvió a colocarse el
hiyab y siguió los pasos de Pablo, alejándose de mí.
Me
quedé allí, quieta, hechizada, saboreando sus labios, grabando en mi memoria su
belleza, aun mayor sin el pañuelo, y muerta de miedo por las palabras que me
había dicho, tanto la declaración de amor, como por la advertencia.
Me
despertó del embrujo el sonido estridente del teléfono móvil: Bruno me llamaba.
Pero ahora no había tiempo. Luego le devolvería la llamada.
9.12
Víctor
acumuló material inflamable: plásticos, papeles y cartones secos. También cogió
gasolina de la furgoneta y varias botellas. Yo me puse a preparar cócteles
explosivos para lanzarlos a la fábrica. Pese a que era noche cerrada se notaba
que la fábrica estaba llena de vida: Luces, motores, gente... Las cadenas de
montaje no cesaban de producir y los trabajadores del turno de noche podían
ascender a doscientos o trescientos, sino más. Víctor había localizado unas
manchas de aceite cerca de una grúa con palés de madera. Era un buen lugar para
lanzar los cócteles y provocar un incendio. Las manchas de aceite extenderían el
fuego hacia un aparcamiento de coches. Dentro de una nave llena de cajas
apiladas de madera arrojaríamos otro de los cócteles.
Mientras
tanto Pablo y Helena vigilaban a los militantes de Sangre y Fuego. Ya casi
habían abierto la verja. Pablo vio como empujaban a Cayo para que entrara en el
recinto con los explosivos. ¡Víctor y yo teníamos que darnos prisa!
-Pablo
¿Conoces la técnica de Brauss-Homín? - le preguntó Helena pillándole por
sorpresa.
-
¿El qué?
-
La técnica Brauss-Homín. ¿No te la enseñaron?
-
¿Cómo? Bueno sí, pero… ¿Por qué?
Pablo
la comprendió, pero no la entendía. ¿Para qué quería Helena esa técnica? Helena
no le respondió. Además justo entonces nuestros cocteles explosivos entraron en
acción. Tuvimos suerte. El aceite era muy inflamable y las llamas eran muy
vivas, muy intensas. Se veían desde donde estaban Raia, Cayo y compañía que se quedaron
paralizados, sorprendidos.
Pablo
no aguardó a que reaccionaran. Junto con Helena se lanzaron sobre el grupo de
Sangre y Fuego y les pillaron desprevenidos. A Víctor y a mí nos costó un poco
más llegar. Cayo se quitó la mochila con los explosivos y se sumó a la pelea de
nuestro lado.
Mientras
resolvíamos la situación a puñetazo limpio se activó la alarma de la fábrica.
Varios guardias de seguridad aparecieron y nos amenazaron con sus armas. Los de
Sangre y Fuego respondieron matándolos con las suyas. Pero la pelea estaba
sentenciada. No podían con Pablo y Helena.
-
¡Sabía que incumplirías tu promesa, bolchevique!
Gúlik,
apoyado en su bastón y a paso lento debido a la constante cojera, apareció de
golpe con varios militantes armados de Sangre y Fuego. Nos apuntaban y parecían
dispuestos a disparar. El líder de Sangre y Fuego sabía que acudiríamos a
rescatar a Cayo a la fábrica de armamento.
-
¡Ves Raia! No te puedes fiar de los bolcheviques.
Raia,
desde el suelo al que le había enviado Pablo, asintió mientras trataba de incorporarse.
-
¡Gúlik! ¡Basta de mentiras! - grité - Sabemos que estas compinchado con las
BAB...
-
Sí, sí, y ahora dirás que en el móvil que me habéis robado encontrasteis no sé
qué... Mira Exiliada, nadie se cree tus mentiras. Habíais prometido iros y aquí
estáis. Habíais prometido no delatarnos y habéis montado este incendio para que
pronto llegue la policía. Usáis la mentira como arma política, como siempre
habéis hecho. Pero poco importa ahora. La ofensiva ya comenzó. Mis mejores
hombres están atacando otros tres objetivos y no lo podréis evitar.
-
Otra fábrica de Cia+Fia que cobrarán el seguro -era Helena la que lo explicaba,
revelando parte de su conversación con Saúl. Si ella lo sabía, cobraba fuerza
la acusación que le habíamos hecho a Gúlik-; una comisaría y el ayuntamiento, donde
te has asegurado de que eliminen a tus rivales políticos de Sangre y Fuego, los
que se oponen a que pactes con los empresarios arranios y que aspirar a
reemplazarte en el mando.
-
¿De dónde has sacado todo eso maldita mora?
Gúlik
se había puesto visiblemente nervioso, pero trató de controlar la situación, y
nada mejor para ello que pasar a la ofensiva:
- No importa lo que sepáis. ¿Me acusáis a mí
de estar compinchado con las BAB? ¿Vosotros? jajaja ¡No lo sabéis! jajaja No lo
sabéis, pero estáis ni más ni menos que con...
¡Bang!
Un
disparo. Uno sólo. Preciso. Directo. A la cabeza de Gúlik. El líder de Sangre y
Fuego se derrumbó cadáver. Fue Víctor el que le disparó. Asesinó a su sobrino
de un certero disparo. Su arma aun humeaba. No le había temblado el pulso.
9.13
-
¡Cerdos bolcheviques! - Raia lloraba desconsolada ante la muerte de su líder -
¡Malditos traidores!
Los
militantes de Sangre y Fuego estaban conmocionados y no sabían qué hacer.
De
pronto comenzaron a oírse sirenas y a verse las luces de varios faros blancos,
rojos y azules. Se acercaban a gran velocidad. También un helicóptero: oíamos
las aspas y sus motores y pronto distinguimos el caballero matando al dragón
pintado en su carcasa. Eran las BAB que llegaban.
Dos
compañeros de Raia la cogieron entre ambos y con muchas dificultades lograron
llevársela.
-
¡No me olvidaré de vosotros! ¡Hijos de puta! - nos seguía gritando Raia
mientras la sacaban de allí.
Nosotros
también teníamos que irnos. Los coches estaban cada vez más cerca y el helicóptero
comenzaba a descender, levantando polvo y viento.
Una
luz grande y muy luminosa procedente del helicóptero, trató de enfocarnos. La
mayoría conseguimos refugiarnos, pero Víctor, menos rápido que nosotros se
quedó atrás y le iluminaron de pleno. Deslumbrado se llevó las manos a la cara mientras
luchaba inútilmente por abandonar el círculo de luz. Cayo, Pablo y yo pudimos
escondernos tras unas rocas... pero Helena no estaba con nosotros.
Llegaron
los coches. Y con sus faros por fin distinguí a Helena. Estaba justo detrás de
Víctor, pero fuera del círculo que el foco del helicóptero marcaba en el suelo.
De los coches bajaron varios agentes de las BAB. Mi instinto me pedía salir del
escondrijo e ir a por mis compañeros. Pablo me agarró del brazo y me impidió cometer
semejante locura.
Y
entonces, ante nuestros ojos, Helena, con una gran rapidez, hizo con sus manos unos
incomprensibles movimientos sobre la espalda de Víctor, tras los cuales el
viejo comenzó a retorcerse de dolor y a gritar como un animal, hasta el punto
de que todos podíamos oírle a pesar de las sirenas y demás ruidos.
Inmediatamente Víctor se desplomó en el suelo. No se movía.
Los
soldados se acercaron a donde estaban Helena y Víctor, pero ignoraron a la
ciega. Uno de ellos se agachó sobre Víctor y le tomó el pulso. Hizo un gesto de
negación con la cabeza. Pablo volvió a apretarme el brazo para evitar que yo
gritara o hiciera cualquier otra cosa. ¡No me podía creer lo que estaba viendo!
El
helicóptero por fin había aterrizado. El oficial de las BAB de nariz aguileña
se bajó. Se acercó a Víctor y con sus propias manos volvió a comprobar el pulso
del anciano. ¡Estaba muerto! Se me enrojecieron los ojos. Iba a llorar. Me
sentía desgarrada.
Helena
y el oficial de nariz aguileña intercambiaron algunas palabras que yo no podía oír.
Entonces el oficial se dio media vuelta de nuevo hacia el helicóptero. Helena
le siguió no sin antes girar su rostro, sus ojos, su mirada ciega, hacia las
rocas en las que nos ocultábamos, como si supiera que estábamos allí.
Un
sargento de las BAB gritó "¡Nos vamos!". El oficial y Helena subieron
al helicóptero, que comenzó a elevarse levantando una vez más aire y polvo. Los
soldados mientras tanto volvían a sus vehículos. A los pocos minutos los
agentes de las BAB se habían ido, dejando todos los cadáveres, incluido el de
Víctor, a cargo de unas ambulancias que se acercaban escoltadas por la policía.
Sólo
entonces Pablo me soltó. Me dejé caer al suelo, me cubrí mis ojos con las manos
y rompí a llorar como hacía años que no lloraba.
Justo
en ese momento volvió a sonar mi teléfono. Era otra vez Bruno. ¡No estaba de
humor para responderle! De hecho me dieron ganas de arrojar el maldito teléfono
contra las rocas.
¡Helena!
¿Por qué?
9.14
-
Brauss-Homín.
Pablo
mencionó dos nombres incomprensible para mí. Yo seguía llorando, rememorando
una y otra vez el instante en que Helena atacaba a Víctor, como el anciano se
retorcía de dolor, gritando como un energúmeno, hasta que su cuerpo caía a
plomo. No me lo podía creer. Poco antes Helena me había dicho que estaba
enamorada de mí, me había besado, se había quitado el hiyab... ¡Me sentía tan
engañada! No lloraba sólo por Víctor. Lloraba por mí, porque yo sí que estaba
enamorada de Helena.
-
¡Démonos prisa, antes de que se lleven el cuerpo! - no entendía a Pablo. Sólo
quería que me dejara tranquila con mis lloros. Qué importaba ese cuerpo.
Las
BAB se habían ido, pero en su lugar habían llegado los bomberos, que trataban
de apagar el incendio. También había dos ambulancias y la policía local... Pocos
efectivos, sin duda estaban sobrepasados por la ofensiva de Sangre y Fuego
sobre la ciudad... Los enfermeros procedían a retirar los cadáveres y la
policía sobre todo asistía a los bomberos en la fábrica. Para evitar la
presencia de mirones, la policía había montado un cordón de seguridad en torno
al lugar del atentado. Sin embargo, las rocas tras las que nos refugiábamos
quedaban de espaldas al inicio de las montañas. Como desde allí no se podía
acceder a ningún camino ni carretera, en ese punto el cordón policial no estaba
vigilado. Pablo lo aprovechó para abandonar la posición y correr hacia el cadáver
de Víctor. El por qué actuaba así era un misterio para mí. Nos indicó que le
siguiéramos. Cayo me ayudó a incorporarme y me llevó casi a rastras. Cuando Pablo
surgió de la oscuridad, los enfermeros ya habían metido en una funda el cadáver
de Gúlik y procedían a hacer lo mismo con el de Víctor.
-
¡Alto, parad!
Los
enfermeros se asustaron y dejaron caer de sus manos el cuerpo de Víctor. Con la
mirada buscaron a la policía, pero los agentes estaban lejos, entretenidos, y
no se habían enterado de nuestra irrupción.
-
¡Sí, sí! ¡Dejadlo! - Pablo les apuntaba con una pistola - ¡Ayúdame! - le ordenó
Pablo a Cayo.
Cayo
se acercó. A los enfermeros les soltó varios billetes grandes. Había que evitar
que se hicieran los héroes, y de paso que nadie hiciera muchas preguntas sobre
el cuerpo que robábamos. Después ayudó a Pablo con el cuerpo de Víctor, entre
los dos lo cogieron y lo fueron arrastrando hacia las montañas.
-
¡Deprisa, deprisa!
Nos
alejamos de allí todo lo deprisa que podíamos, teniendo en cuenta que Pablo y
Cayo arrastraban un peso muerto de al menos setenta y cinco kilos. Sólo pararon
a descansar cuando por fin llegamos a la furgoneta.
-
Brauss-Homín - me explicó Pablo sudando del esfuerzo-: Es una técnica que nos
enseñaron a un número muy limitado de las BAB. Es para el espionaje y
contraespionaje y consiste en un golpe muy específico en las vértebras que provoca
un pinzamiento en los nervios. La victima parece muerta.
¡Cómo
era eso posible! ¡No me lo podía creer! Pero entonces…
¡Helena
no había asesinado a Víctor!
-
¡Rápido! ¡Tenemos que reanimarle antes de que sea tarde! - apuró Pablo.
Pablo
realizó unas maniobras en la espalda de Víctor -el des-pinzamiento nos dijo- y
a continuación le realizó un masaje cardiaco para que el corazón volviese a
latir.
-
El corazón no deja de latir -me corrigió-, sino que su intensidad cae a niveles
casi imperceptibles. De hecho, si transcurre mucho tiempo la victima del
Brauss-Homín muere realmente porque no le llega suficiente oxígeno al cerebro.
Pasados
unos instantes de angustia, Víctor reaccionó: respiró profundamente y se movió.
-
Tardará en recuperarse, pero está vivo. Helena me preguntó si yo conocía la técnica,
pero se arriesgó mucho al ponerla en práctica. Alguno de los otros BAB podía
haberla descubierto... Supongo que ella los conocía y sabía que no pondrían en
duda la muerte de su objetivo.
-
Ella quería que todos pensaran que había matado a Víctor - pensé en voz alta.
-
¡Exacto!
9.15
Nos
fuimos de allí en nuestra furgoneta temerosos de que todo estuviera infectado
de policías. No era así porque la ocupación del Ayuntamiento y de una comisaria
por parte de Sangre y Fuego estaba consumiendo muchas energías a la policía
local. Cayo actuó de copiloto, indicándole a Pablo por donde ir para alejarnos
de los objetivos de la ofensiva. Yo me quedé detrás cuidando de Víctor. El
anciano respiraba, pero permanecía inmóvil.
-
Está bien, pero le costará reanimarse... ¡No te preocupes! Sólo necesita
descansar.
-
En los próximos días va a ser muy complicado que podamos salir de Tímberlane
-Explicó Cayo-. Pero en la ciudad tampoco estaremos a salvo: además de los
controles policiales, Sangre y Fuego también nos estará buscando.
-
Yo creo que el momento de huir es esta misma noche - dijo Pablo -. Mientras aun
haya movida en el Ayuntamiento y en la comisaría, policía y terroristas estarán
centrados en dispararse unos a otros.
-
Pablo tiene razón - dije yo sin poder dejar de pensar en Helena.
-
No estoy de acuerdo - protestó Cayo-. Ya está amaneciendo. Hemos visto a las
BAB con helicópteros y agentes... Está el tema de vuestra amiga ciega, el
anciano durmiente... ¡Dios! El tío de Gúlik, va y se carga al principal
dirigente de Sangre y Fuego. Mira, lo mejor es que estemos unos días ocultos,
sin llamar más la atención.
-
Más motivos para irnos cagando hostias de Tímberlane - insistí. Realmente
quería irme de aquella maldita ciudad.
-
De acuerdo -convencimos finalmente a Cayo-, pero no por carretera y menos en
esta furgoneta conocida por Sangre y Fuego. Tengo un amigo pescador que sale a
faenar todas las madrugadas. Aún estamos a tiempo de alcanzarle y que nos saque
de la ciudad, nos puede llevar a Davenport por ejemplo.
Me
pareció buena idea. Cayo nos llevó al puerto de Tímberlane y desde una cabina
telefónica llamó a su amigo pescador. Lo localizó por los pelos, el pescador ya
estaba en su barco, pero aún no había desamarrado la embarcación y su teléfono móvil
aún contaba con algo de cobertura. Tras las explicaciones de Cayo –en las que
eludió nuestro enfrentamiento con Sangre y Fuego y las BAB-, el pescador
accedió a ayudarnos.
-
¡Con todo el lio de esta noche, tenemos que irnos de aquí!
-
¡Me he enterado! - exclamó el pescador que parecía un arranio de ascendencia
emigrante, renegado dirían en Sangre y Fuego. Al parecer hay varios lugares de
la ciudad ardiendo, y tiroteos, parece que esos malditos independentistas están
en el Ayuntamiento y en la Catedral.
Nosotros
no sabíamos nada de la Catedral, pero los rumores siempre tienen su propia
dinámica.
El
pescador nos alojó en su barco pesquero. Era un bote pequeño, lo llevaban entre
él y sus dos hijos, ambos menores.
-
¿Y a ese viejo que le pasa? -refiriéndose a Víctor- ¿No se irá a morir? -
preguntó.
-
Tranquilo, sólo necesita descansar.
Cayo
nos explicó que el pescador, llamado Luigi, era hijo de un matrimonio de viejos
bolcheviques y que de joven llegó a militar en el Partido. Las constantes
presiones y tensiones con los independentistas arranios le llevaron a dejar la
política años antes de que empezara la guerra antifascista, pero Luigi mantuvo
lazos de amistad con Cayo hasta hoy.
El
sol ya había salido y sus rayos perfilaban el barco pesquero y el horizonte en
el mar. El pescador puso rumbo a Davenport alejándonos de la ciudad de Tímberlane,
de Sangre y Fuego y de Helena.
Entonces,
y por suerte mientras aun había cobertura, volvió a sonar el móvil seguro de
Bruno. ¡Había olvidado sus llamadas con tanto ajetreo! Vi en el móvil que me
había llamado repetidas veces, muchas más veces que las dos que yo había oído.
¡Pasaba algo urgente!
-¡Capitana!
Por fin. Me temía lo peor - me dijo visiblemente nervioso y preocupado.
-
Hemos tenido mucho lio, Bruno. Lo siento por no cogerte el teléfono antes.
Estamos huyendo de Tímberlane. Aquí se ha liado.
-¿Las
BAB? -me preguntó.
-Sí,
y los independentistas arranios, pero ¿qué sucede?
-
Verás capitana – Bruno estaba nervioso-. Las BAB… Las BAB han iniciado dos
operaciones de castigo sobre New Haven y Davenport. Has desplazado agentes, muchos
agentes, pero también artillería. ¡Para bombardear! He tratado de ponerme en
contacto con Roger y también con Khan, y no logro hablar con ellos. ¡Estoy muy
preocupado capitana! Parece que han asesinado a decenas de trabajadores, sobre
todo jornaleros semitas en New Haven y estibadores y jóvenes en Davenport. ¡Una
matanza!
New
Haven y Davenport... Jornaleros semitas, estibadores y jóvenes... Roger y Khan...
Y pensé en Sulem, Melisán, Orestes, Luisma... Y todos los que habían tenido
trato con nosotros. ¡Las BAB! ¡Saúl! ¡Malditos!
Bruno
se despidió prometiéndome avisarme de cualquier novedad, pero la situación
pintaba muy, muy mal.
-
Es mejor que no vayamos a Davenport - le dije lacónicamente a Luigi y los
demás.
El
barco se alejó definitivamente de la costa. El móvil se quedó sin cobertura y a
mí me dieron ganas de lanzarme al mar y olvidarlo todo.
FIN
DEL CAPÍTULO 9
No hay comentarios:
Publicar un comentario