Flavio Gregorio se despertó mientras le atendía la hija del tabernero y la meretriz castaña. Le habían lavado y vendado la herida. El tabernero no quería más problemas de los que ya tenía.
- Selene es una salvaje - le dijo la hija del tabernero mientras le daba un poco de vino al soldado -. Mi padre le pide disculpas por lo acontecido.
Gregorio apartó a la muchacha y bebió un gran trago de vino de una jarra que el tabernero había dejado allí a propósito.
- Selene, eh? - dónde puedo encontrarla.
- Se habrá refugiado con los suyos en el interior. Es una maldita pagana.