Sucedió todo muy rápido.
De entre las sombras aparecieron seis pistoleros con las caras tapadas con pasamontañas. A los dos policías no les dio tiempo reaccionar. A uno de ellos le dispararon en la cabeza. Su sangre salpicó a Víctor y a Pablo. El segundo agente gritó y trató de desenfundar su arma. Le pegaron dos tiros, uno en el pecho y el otro en la barriga. Detrás de nosotros aparecieron otros cuatro.
- ¡Arrari rar gatma! - nos gritaron en arranio. Como vieron que no respondíamos nos encañonaron y volvieron a gritarnos - ¡Arrari rar gatma! ¿Ahar?
Uno le murmuro algo al oído del que parecía el jefe.
Helena no se pudo contener más.
Ella había soportado las burlas de los policías para no perjudicar al grupo, pero ahora la situación se había transformado por completo: Estábamos indefensos ante unos asesinos con los que no había forma de comunicarnos. Con su nuevo bastón –un moderno bastón de estoque que había conseguido en Davenport- la ciega golpeó en los genitales a uno de los pistoleros que teníamos a nuestra espalda. Inmediatamente, también con el bastón, golpeó en el cuello a un segundo y con una patada a un tercero. Pablo no se quedó quieto y, alentado por la acción de Helena, desarmó a uno de los que teníamos en frente.
El jefe de los pistoleros, impresionado por los movimientos de mis compañeros, no se lo pensó dos veces y disparó. Su objetivo era Helena, pero instintivamente yo me puse en medio para que no la alcanzaran. La bala me dio en el hombro, pero la sangre salía a borbotones. ¡Me dolía mucho! No pude sostenerme en pie y caí al suelo. Helena consciente de que esa bala iba en su dirección y que yo me había interpuesto se arrodilló a atenderme. Pablo se lanzó rabioso contra el autor del disparo.
- ¡Rar ar! - gritó de golpe Víctor en perfecto arranio - Rar ar go ¿Ahar?
El dolor y la sangre que abandonaba mi cuerpo me debilitaban. Estaba a punto de perder el conocimiento. Creo que todos se detuvieron incluso creo que el líder de grupo de pistoleros se quitó el pasamontañas. No estoy segura. Sólo sé que Helena me sostenía la mano y que Pablo también se acercó preocupado.
- No es nada... Sólo es el hombro - creo que les dije.
Perdí el conocimiento.
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