Un poco de geografía sobre La República: hemos viajado desde Cáledon, la capital, situada al norte del país. A su sureste se encuentra New Haven en las ricas tierras de cultivo. Más lejos pero al oeste de Cáledon está el importante puerto de Davenport. Si seguimos hacia el noreste bordeando la costa, siempre alejándonos de la capital, llegamos a Tímberlane, capital de la región de Arrania. Es como si desde Cáledon en mis viajes hubiésemos seguido una trayectoria con forma de línea espiral con la capital de la República como su centro y cada vez alejándonos más.
Arrania es una región con entidad propia. Hablan su propio idioma, tienen su propia cultura, su historia… Incrustado entre la República y el Continente, hace doscientos años Arrania era un estado tapón teóricamente independiente. Nunca fue realmente libre, pero su posición estratégica favorecía el comercio y el bienestar de sus ciudadanos. Finalmente la Monarquía se anexionó Arrania, pero, a diferencia de las Colonias de Ultramar, durante la crisis colonial, preludio de la revolución republicana, no consiguieron la independencia. Ocupado militarmente, sus comerciantes, no obstante lograron seguir prosperando.
Sin embargo con la crisis mundial y la crisis final de la monarquía, cada vez sectores más amplios de la población arrania, sobre todo intelectuales y jóvenes, comenzaron a exigir un trato diferenciado e incluso la separación. El gobierno reaccionó con violencia y represión, prohibiendo su idioma, persiguiendo toda manifestación de cultura arrania. Los casos de abusos y torturas eran comunes. Lejos de apaciguar Arrania, la Monarquía aumentó el resentimiento y el odio. Siguiendo esa línea, el último Monarca usaba a los separatistas arranios como chivo expiatorio de todos los males del Reino. Pero como ya sabemos, ni con toda la represión del mundo, ni con mentiras o maniobras, pudo evitar su caída.
Con la proclamación de la República y el desarrollo del bolchevismo, fueron, curiosamente, los grandes industriales y banqueros arranios los que comenzaron a agitar con la idea de la independencia, hasta el punto de que algunos de sus prohombres más importantes llegaron a tontear con los fascistas. No aspiraban realmente a la independencia, sino que querían evitar el desarrollo bolchevique por la región, ofreciendo una supuesta solución radical a los problemas del pueblo. Cínicamente, utilizaban y manipulaban los sentimientos de miles de arranios que habían sufrido en sus carnes la represión, la marginación, el insulto constante a su cultura e idioma.
Nosotros los bolcheviques defendíamos los derechos democráticos de los arranios, incluso su derecho a separarse si querían. Pero a la vez que criticábamos a los socialdemócratas de Cáledon, ahora en el gobierno, por plegarse a los reaccionarios centralistas, sometíamos a una crítica feroz a los capitalistas arranios que usaban el conflicto para dividir y enfrentar a los trabajadores y jóvenes en líneas nacionales.
Con todo, mientras teníamos una poderosa influencia entre los trabajadores y la juventud proletaria de Tímberlane, la capital de Arrania, y su cinturón rojo, entre los universitarios y las capas medias del interior de la región éramos muy mal vistos, calumniados e incluso perseguidos.
Víctor, que parecía preocupado por nuestro próximo destino, me explicó durante el viaje que con la derrota de Jaime, el gobierno republicano había regresado a los viejos métodos reaccionarios y centralistas de la monarquía: en las escuelas de Arrania ya no estudiaban en su idioma propio y todo sentimiento de identidad o expresión cultural eran perseguidos.
- El espacio dejado por los bolcheviques -me explicaba- lo quieren ocupar ahora jóvenes universitarios defensores de la guerrilla urbana y la acción directa. Sus métodos son estériles, no logran conectar con los trabajadores de Tímberlane, aparte de que el gobierno silencia sistemáticamente sus acciones. Para los medios de comunicación, bolchevismo y separatismo arranio es lo mismo, así que sus acciones son calificadas como atentados bolcheviques.
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