No pasaron ni tres minutos que un policía pancho se acercó al detective Jhan con un terminal de línea. Jhan no necesitó escuchar quién le reclamaba al otro lado. Las amenazas del directivo se hacían realidad.
- A sus órdenes señor comisario.
El comisario Rhor era un malhumorado y viejo troglo. Antes de ser comisario había acumulado años y años pateando las calles. Por eso mismo solía comprender y proteger a sus hombres.
- Jhan, esto se tiene que terminar ya.
- ¿Señor?
- Me ha llamado, entre otros, el Ministro del Interior en persona para que se cierre el caso de una vez.
- Pero señor...
- Has permitido que el asesinato se filtrara a los medios de comunicación.
- Yo no...
- Tienes al asesino retenido en las oficinas de la empresa, pero te niegas a cerrar el caso.
- No es él.
- ¿Cómo dices?
Por fin podía explicarse.
- El mamón no ha podido matar al lord, al menos no con la taladradora, ni sabe manejarla, ni tiene fuerza para hacerlo.
- Pero ha confesado.
- Porque creo que sabe quién fue realmente o, como mínimo, oculta algo.
- No me importa. Estoy muy presionado. Cierre el caso.
- Es inocente.
- ¿Qué importancia tiene? Es un mamon. Nadie preguntará por él.
- Quizá al lord Campcol le interesará saber quién mató realmente a su hijo.
- ¿Me está amenazando Jhan?
- Sólo le pido un par de horas.
Hubo un momento de reflexión por parte del comisario.
- Dos horas Jhan. Ni un minuto más. Y si pasadas las dos horas no tiene nada, correrá la misma suerte que el mamón.
- Sí señor.
- Y por cierto uno de los que mas presiona para que se cierre el caso es el mismísimo lord Campcol.
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