Era ya por la tarde.
Número 2 observaba hastiado como Número 3 se pavoneaba frente a la imagen del anciano que actuaba de enlace con Número 1. Este se mostraba interesado en la historia que le contaba Número 3, pero también cauto, consciente de la rivalidad entre los dos mercenarios:
- ... Yo intercepté al hombre de Charls Tantoun y pude hacerme pasar por él con suma facilidad - alardeaba Número 3-. Mi plan era sencillo y ahí radica su genialidad. Todo salió como yo tenía previsto. Jejeje. Por supuesto, pocas mujeres pueden resistirse a mis encantos y eso, desde luego, jugo un papel crucial para atraerme a la Exiliada.
Se escuchó un ruido aunque con Número 3 ensimismado en su relato, sólo Número 2 fue consciente del mismo. No obstante, estaba avinagrado por el éxito de su contrincante, así que, sencillamente, lo ignoró.
- ... Yo pude ganarme su confianza gracias a mis talentos naturales y a mi gran interpretación...
Otra vez el ruido. Pero ahora era más fuerte. Como un tumulto. Número 2 se alarmó, hacía muchos años que no escuchaba un sonido así. Venía de fuera del palacete. Mucha gente. Muchos gritos.
- … No ha sido necesario trabajar para la mafia – continuaba Número 3 -. Ni buscar ese maldito documento por el que se pelean.
Primero entraron sus hombres, los paramilitares, para informarle. Número 2 se desplazó a un ventanal de la habitación y lo vio.
El enlace con Número 1 hacía tiempo que había dejado de prestar atención a Número 3 y estaba alarmado por los gestos nerviosos de Número 2, aunque él no oyera nada. Finalmente interrumpió a Número 3 y preguntó qué sucedía.
- Un tumulto, señor. Miles de hombres y mujeres, creo que estibadores, rodean el palacete. – explicó uno de los paramilitares.
Número 3, incomodado por la interrupción, no daba crédito. ¿Un tumulto? ¿Miles de hombres y mujeres? Hacía años que no se veía algo así.
Al ver a su rival paralizado, Número 2 recuperó la iniciativa.
- Despliegue francotiradores...
No pudo terminar de dar las órdenes. A la habitación entró Rose, Renó y varios mafiosos armados. Rose, siempre engalanado con sus mejores trajes, estaba completamente histérico.
- ¡Qué es lo que han hecho! -gritaba Rose -El palacete está rodeado. Hay al menos diez mil personas cercándonos. Muchos jóvenes, pero también trabajadores. Me han informado del muelle que el puerto está completamente paralizado. ¡En huelga! ¡No sucedía algo así desde las guerras!
- ¿Se… será cosa de Tantoun? - preguntó tímidamente Número 3.
- ¡No! - le respondió rabioso Rose - He hablado con él. Está tan sorprendido como nosotros. La muchedumbre quiere a todos los retenidos. Por supuesto al nieto de Khan y a los otros niños, pero también a tu Exiliada. ¡Qué diablos habéis hecho!
- No perdamos tiempo discutiendo entre nosotros - intervino Número 2 -. Dispongamos hombres armados y hagamos varios disparos de advertencia.
Justo entonces una oleada de piedras y botellas incendiarias atravesaron el ventanal. Los cristales alcanzaron a Número 2 mientras sus hombres se lanzaban sobre las botellas para devolverlas a la calle y evitar un incendio.
Entró entonces otro hombre de la mafia. Le cuchicheó algo a Rose que corrió a encender otra pantalla de comunicación. Al otro lado se podía ver a un policía viejo y gordo, engalanado con medallas y galones. Parecía muy enfadado.
- Es el comisario en jefe de la policía - informó Renó sorprendido.
- ¡Rose! ¿Qué diablos habéis liado? ¡La calle esta tomada por una masa enfurecida!
- Vamos a dispersarlos... –quiso responder Rose, pero el comisario le interrumpió.
- Son más de diez mil y llegan más y más. Están encabezados por estudiantes, por niñatos, pero también hay estibadores del puerto. La ciudad está paralizada. ¡Parad esto de inmediato!
- Dispararemos... – volvió a intentar explicar Rose.
- ¿Disparar? ¿A esa multitud? ¿Quieres que estalle una insurrección en la ciudad? ¿Cómo durante la guerra? ¿No ves, imbécil, que si me veo obligado a recurrir a las BAB se acabarían nuestros negocios?
Justo entonces sonó el móvil personal de Rose. Sólo con ver el número que indicaba el móvel la cara de Rose palideció aún más. Era el mismísimo alcalde de Davenport y se mostraba en la misma línea que el comisario: Si no se paraba esa maldita revuelta, terminaría interviniendo el gobierno central, lo cual seria malo para todos. La gente tenía que volver a sus casas y no podía haber un derramamiento de sangre.
Hubo una nueva oleada de piedras. Uno de los paramilitares se acercó a mirar por el ventanal.
- La valla del recinto va a caer señor. La muchedumbre la están zarandeando – informó.
Número 2 miró a Rose. El líder de la mafia local estaba completamente descolocado.
- ¡Negociaremos! - dijo Rose, gritando histérico-. Les entregaremos a los cautivos.
El comisario de policía asintió aliviado así que, con la aprobación también del alcalde, Rose optó por ignorar los consejos de Número 2 y abandonó la habitación seguido de Renó y los mafiosos armados. Quedaron solos Número 2 y Número 3 con algunos de sus hombres y la atenta mirada del enlace con Número 1 que había seguido muy atento toda la escena.
- ¡Esto no estaba previsto! – Gritó Número 3-. ¡No es mi culpa! Fue Número 2 el que nos mezcló con la mafia. Yo he capturado a la Exiliada. Aún podemos irnos de aquí con ella. ¡No es mi culpa!
Número 2 miró a través de la pantalla al enlace con Número 1. Éste asintió silenciosamente. Número 2 sacó entonces su arma y disparó a bocajarro a la cabeza de Número 3. El ahora cadáver se desplomó al suelo.
No era culpa de Número 3, pero alguien tenía que pagar. Aunque sólo fuera para poder mantener una buena relación con la mafia y con las autoridades locales. Su arrogancia, su ambición, su tendencia a colocarse medallas le hacía el candidato idóneo.
Número 2 observaba hastiado como Número 3 se pavoneaba frente a la imagen del anciano que actuaba de enlace con Número 1. Este se mostraba interesado en la historia que le contaba Número 3, pero también cauto, consciente de la rivalidad entre los dos mercenarios:
- ... Yo intercepté al hombre de Charls Tantoun y pude hacerme pasar por él con suma facilidad - alardeaba Número 3-. Mi plan era sencillo y ahí radica su genialidad. Todo salió como yo tenía previsto. Jejeje. Por supuesto, pocas mujeres pueden resistirse a mis encantos y eso, desde luego, jugo un papel crucial para atraerme a la Exiliada.
Se escuchó un ruido aunque con Número 3 ensimismado en su relato, sólo Número 2 fue consciente del mismo. No obstante, estaba avinagrado por el éxito de su contrincante, así que, sencillamente, lo ignoró.
- ... Yo pude ganarme su confianza gracias a mis talentos naturales y a mi gran interpretación...
Otra vez el ruido. Pero ahora era más fuerte. Como un tumulto. Número 2 se alarmó, hacía muchos años que no escuchaba un sonido así. Venía de fuera del palacete. Mucha gente. Muchos gritos.
- … No ha sido necesario trabajar para la mafia – continuaba Número 3 -. Ni buscar ese maldito documento por el que se pelean.
Primero entraron sus hombres, los paramilitares, para informarle. Número 2 se desplazó a un ventanal de la habitación y lo vio.
El enlace con Número 1 hacía tiempo que había dejado de prestar atención a Número 3 y estaba alarmado por los gestos nerviosos de Número 2, aunque él no oyera nada. Finalmente interrumpió a Número 3 y preguntó qué sucedía.
- Un tumulto, señor. Miles de hombres y mujeres, creo que estibadores, rodean el palacete. – explicó uno de los paramilitares.
Número 3, incomodado por la interrupción, no daba crédito. ¿Un tumulto? ¿Miles de hombres y mujeres? Hacía años que no se veía algo así.
Al ver a su rival paralizado, Número 2 recuperó la iniciativa.
- Despliegue francotiradores...
No pudo terminar de dar las órdenes. A la habitación entró Rose, Renó y varios mafiosos armados. Rose, siempre engalanado con sus mejores trajes, estaba completamente histérico.
- ¡Qué es lo que han hecho! -gritaba Rose -El palacete está rodeado. Hay al menos diez mil personas cercándonos. Muchos jóvenes, pero también trabajadores. Me han informado del muelle que el puerto está completamente paralizado. ¡En huelga! ¡No sucedía algo así desde las guerras!
- ¿Se… será cosa de Tantoun? - preguntó tímidamente Número 3.
- ¡No! - le respondió rabioso Rose - He hablado con él. Está tan sorprendido como nosotros. La muchedumbre quiere a todos los retenidos. Por supuesto al nieto de Khan y a los otros niños, pero también a tu Exiliada. ¡Qué diablos habéis hecho!
- No perdamos tiempo discutiendo entre nosotros - intervino Número 2 -. Dispongamos hombres armados y hagamos varios disparos de advertencia.
Justo entonces una oleada de piedras y botellas incendiarias atravesaron el ventanal. Los cristales alcanzaron a Número 2 mientras sus hombres se lanzaban sobre las botellas para devolverlas a la calle y evitar un incendio.
Entró entonces otro hombre de la mafia. Le cuchicheó algo a Rose que corrió a encender otra pantalla de comunicación. Al otro lado se podía ver a un policía viejo y gordo, engalanado con medallas y galones. Parecía muy enfadado.
- Es el comisario en jefe de la policía - informó Renó sorprendido.
- ¡Rose! ¿Qué diablos habéis liado? ¡La calle esta tomada por una masa enfurecida!
- Vamos a dispersarlos... –quiso responder Rose, pero el comisario le interrumpió.
- Son más de diez mil y llegan más y más. Están encabezados por estudiantes, por niñatos, pero también hay estibadores del puerto. La ciudad está paralizada. ¡Parad esto de inmediato!
- Dispararemos... – volvió a intentar explicar Rose.
- ¿Disparar? ¿A esa multitud? ¿Quieres que estalle una insurrección en la ciudad? ¿Cómo durante la guerra? ¿No ves, imbécil, que si me veo obligado a recurrir a las BAB se acabarían nuestros negocios?
Justo entonces sonó el móvil personal de Rose. Sólo con ver el número que indicaba el móvel la cara de Rose palideció aún más. Era el mismísimo alcalde de Davenport y se mostraba en la misma línea que el comisario: Si no se paraba esa maldita revuelta, terminaría interviniendo el gobierno central, lo cual seria malo para todos. La gente tenía que volver a sus casas y no podía haber un derramamiento de sangre.
Hubo una nueva oleada de piedras. Uno de los paramilitares se acercó a mirar por el ventanal.
- La valla del recinto va a caer señor. La muchedumbre la están zarandeando – informó.
Número 2 miró a Rose. El líder de la mafia local estaba completamente descolocado.
- ¡Negociaremos! - dijo Rose, gritando histérico-. Les entregaremos a los cautivos.
El comisario de policía asintió aliviado así que, con la aprobación también del alcalde, Rose optó por ignorar los consejos de Número 2 y abandonó la habitación seguido de Renó y los mafiosos armados. Quedaron solos Número 2 y Número 3 con algunos de sus hombres y la atenta mirada del enlace con Número 1 que había seguido muy atento toda la escena.
- ¡Esto no estaba previsto! – Gritó Número 3-. ¡No es mi culpa! Fue Número 2 el que nos mezcló con la mafia. Yo he capturado a la Exiliada. Aún podemos irnos de aquí con ella. ¡No es mi culpa!
Número 2 miró a través de la pantalla al enlace con Número 1. Éste asintió silenciosamente. Número 2 sacó entonces su arma y disparó a bocajarro a la cabeza de Número 3. El ahora cadáver se desplomó al suelo.
No era culpa de Número 3, pero alguien tenía que pagar. Aunque sólo fuera para poder mantener una buena relación con la mafia y con las autoridades locales. Su arrogancia, su ambición, su tendencia a colocarse medallas le hacía el candidato idóneo.
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