El humo comenzaba a disiparse. Las cenizas a enfriarse. La vida hacía tiempo que había huido. Los asesinos se fueron y los muertos ya solo eran recuerdos. El sol también se iba, enrojeciendo todo a su paso. Algunos campesinos curioseaban por las ahora ruinas. Buscaban algún resto metálico que tuviera algún valor.
Pero los federados ya habían saqueado todo lo que el fuego no había destruido. Inclusive unas monjas jóvenes, cuyos cadáveres hubieran agradecidos ser devorados por las llamas. Violadas, profanadas, yacían desnudas, muertas, al acecho de los depredadores.
Este fue el espectáculo que halló Gregorio cuando alcanzo el monasterio de mujeres. Al otro lado de la colina aun había más humo, seguramente del monasterio de hombres, también arrasado. El corazón del soldado palpitó. Eran hombres y mujeres sagrados, consagrados a Dios. De una aldea de bárbaros o paganos lo hubieran comprendido, en caso necesario... ¡pero de los monasterios! Le pareció monstruoso.
- ¡El emperador no perdonará esta ofensa! - pensó en voz alta.
Y alguien le oyó.
- Te equivocas, han muerto por orden del Emperador.
Antíoco.
- No digas tonterías. Esto es una barbaridad. Cuando el emperador de Oriente y los cinco patriarcas lo sepan, no se lo perdonaran a tu querido Magistrado Militar. Él es el responsable, y no el niño sentado en el trono de Occidente.
- Ese niño es cruel, ambicioso y lujurioso, te lo puedo asegurar y el Magistrado Militar lo tiene completamente dominado, amigo. Pero no dudes que son fuerzas poderosas en Oriente las que guían la mano del Magistrado Militar de Occidente.
- Tenías que haberme advertido de que Argento haría esta carnicería.
- Te avisé amigo, aunque tal vez estuvieras demasiado borracho. Pero no sufras, tu intervención creo que fue suficiente como para salvar a una de las brujas. Estoy convencido de que los monjes prepararon su fuga antes de que los federados lo destruyeran todo. ¿A dónde? No lo sé.
- Has dicho a una. ¿Y la otra?
- Sospecho que la otra hace catorce años que no está aquí.
- ¿Y dónde está?
- No estoy seguro. Quizás deberías averiguarlo preguntando por las aldeas cercanas. Puede que donde esté una, allá vaya la otra.
- Por qué me estás ayudando?
- Ya te lo dije. Por el dinero. Si hoy hubiese terminado aquí y ahora la misión yo me hubiera quedado sin más ingresos.
- Por qué sabes todo lo que me has contado?
- Borracho preguntas menos... Soy agente imperial, mi misión es saber cosas. Además soy mago.
Eso sí que Gregorio no se lo esperaba. Debió de quedarse boquiabierto.
- No pongas esa cara amigo jajaja. Soborné a una monja del monasterio. Espiaba a la abadesa. Es una de las que han violado. Pensaba que por traicionar sus votos se le perdonaría la vida... Ahora su alma se pudrirá en el infierno.
- Todas las vuestras.
- Tal vez amigo, tal vez.
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